Ella

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Sebastián es un idiota, no mencionó nada al verme en vestido. No sé por qué  me preocupo por estas cosas, en todo caso no debería vestirme de esta forma, no es de mi agrado usar vestidos, creo que me cambiaré.

¿Debería visitar la casa de Sebastián? Escuché que su padre no volverá en una semana, su madre estará sola, necesito hacerle compañía y sirve que podría charlar con Sebastián.

Cuando nos conocimos fue algo torpe al saludarme, él en realidad me llama la atención, pero siempre termino molestándolo y haciéndolo enojar, tal vez me odie, la idiota soy yo después de todo... No sé por qué que le dije a mi padre que me gustaba Sebastián, él también lo molesta. Creo que no debería ir, pero voy por su madre, ¿no?

—Lilina —escuché desde la sala el llamado de mi padre.
—Voy en un momento —salí de mi habitación.
—Hija, deberías ir hacer compañía a la madre de Sebastián. También sirve que lo ves a él, así valdrá la pena ese vestido nuevo, ¿no lo crees? —dijo sonriente.
—Está bien, pero no voy por él... —dije con la mirada al suelo.
—Sí claro, toma esto y entrégaselo a Sebastián —puso en mis manos, ¿un libro? Al menos eso parece ya que está envuelto en papel.
—Vale, no tardaré.
—No es necesario, si deseas quédate allá y vuelves mañana —me sonrió.
—Padre, ¡no me podría quedar en casa de un chico! – Exclamé sonrojada.
—Sé que Sebastián no es esa clase de chico.
—¡No me quedaré a dormir con él!
—¿Con él? Dije en su casa no precisamente con él.
— ¡Me voy! —salí de casa lo más rápido que pude.
—Si cambias de opinión llámame.

¿Qué pensará mi padre? Dormir en casa de un chico, dormir con Sebastián..., podría besarlo por primera vez, y tal vez... ¡No!, deja de pensar cosas obscenas. Mi padre lo dijo, él no es esa clase de chico, aunque me gustaría que lo fuera.

Él sigue siendo el mismo chico inocente de hace años, es lindo de esa manera, después de todo hasta a mi padre le ha agradado. Bueno, al parecer él aún es virgen... ¡Ya!, deja de pensar estas cosas sin sentido...

—Lilina —escuché una voz proveniente delante de mí.
—¿Sebastián?
—¿A qué te referías con que soy virgen? —Preguntó inclinándose hacia mí.
—Eh... ¿Qué? Yo no he dicho nada — dije vacilando en cada palabra.
—Vale, vale —se volvió a su lugar.
—¿Qué haces aquí? –Añadió.
—Ah, sí..., escuché que estarás sólo con tu madre —murmuré para mí.
—Sí, lo estaré —sonrió.
—Bueno... Mi padre dijo... Eh... ¿Puedo pasar?
—Vale, entremos —le seguí por la espalda, y lo tomé de su camiseta.
—Vamos pasa —añadió cuando abrió la puerta de su casa.
—Sebastián —murmuré abrazándolo.
—Lilina —dijo colocando sus brazos alrededor de mi cintura.
—Oh, has llegado, hijo —una voz destrozó el momento. Sebastián me soltó y con rapidez hizo su mirada a dentro de la casa.
—Buenas tardes, Lilina –añadió la madre de Sebastián, sonriente.
—Señora Sellers, buenas tardes —dije sin darle la mirada.
—Madre, aquí está —intervino Sebastián dando una bolsa a su madre.
—Vamos, adelante Lilina —añadió. Me tomó de la mano y me llevó al sofá. Me senté y vi cómo se alejaba de mí.

No lo entiendo, no suelo ser mable con él y, sin embargo, es bueno conmigo, no logro entender su forma de pensar, puede ser que eso me haya cautivado de él, su forma inocente de tratarme, esa que inspira una gran confianza. Han pasado tres años, nunca pensé que mis sentimientos por un chico serían así.

Que suerte, ahora que recuerdo hemos quedado en la misma preparatoria, nuestras graduaciones fueron hace una semana y, tristemente fueron en distintos lugares. La Señora Sellers es muy buena, me sorprendió en la noche después de la graduación con su regalo, un anillo que hacia juego con el de Sebastián.

—Este hermoso anillo de plata, con su piedra color azul, reluciente a la luz —sonriente murmuré para mí.

—Lilina —escuché la voz de Sebastián y levanté la mirada a él.
—Sabes —se sentó a mi lado—, tú padre, de alguna manera sabe lo que pasa, me incomoda un poco con la verdad.
—¿A qué te refieres, Sebastián? —Pregunté curiosa.
—Creo que tu padre es bueno suponiendo cosas, es sólo eso.
—Ya veo —volví mi mirada a él, estaba confundida de sus palabras.
—Lilina, te quiero —me dijo tocando mis mejillas y mirando a mis ojos.
—¡Sebastián! —Grité exaltada de sus palabras.
—Baja la voz, mi madre podría escuchar —dijo con una voz tan suave que me enredó en sus palabras.

¿Por qué pasa esto? No te entiendo, Sellers Sebastián. Tus palabras son tan lindas, no entiendo este sentimiento, quisiera abrazarte y hacerlo, no sólo pensarlo —Sebastián, idiota... —dije con mis ojos cristalinos.

—Lilina, voy a darme un baño, ya vuelvo —se levantó rápidamente y corrió a la ducha. Como el idiota que es.

Ahora que recuerdo, el regalo que me dio mi padre para Sebastián, tengo curiosidad de qué será, aunque estoy segura de que será un libro. Después de todo, a él le encanta leer.

En su pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora