Hora de respuestas

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¿Qué es todo esto? Ya me han confundido, y ¿qué es lo que tengo que recordar? No estoy entendiendo nada, así que hay un libro que pasa por distintas generaciones ayudando a los sentimientos de sus poseedores, ¿eso quieren decir? Sólo queda confiar en ellos y ver qué sucederá.

—Ya hemos llegado a casa —dijo mi madre.
—Vale, ¿tardará mucho en llegar mi padre?
—Es muy probable que no —bajamos del auto y entramos a casa.
—Sebastián —llamaron a la puerta.
—Madre, yo voy —caminé hasta la puerta y la abrí—. Vaya no han tardado casi nada en llegar. Adelante pasen.
—Sebastián, ¿estás bien? —preguntó Lilina.
—Dejando fuera que tengo amnesia, estoy perfectamente bien—sonreí.

Hemos citado a la familia Stone para seguir con el tema del libro, los cambios de cuerpo y el accidente que me ocurrió. Al parecer estoy dependiendo de Lilina, pero ¿por qué Lilina se esfuerza tanto? ¿No sólo he olvidado cosas diarias como leer?

Al final si fuese por mí nunca saldría de la cama, pero si sigo tratando de vivir como los demás adolescentes es por ella. Bien creo que es momento de empezar a escuchar todo lo que me tienen que decir acerca de lo que he olvidado después del accidente.

—Y bien, ¿cómo empezamos? —pregunté.
—Cómo mencionábamos en el hospital, ese libro trata de arreglar el desorden sentimental de sus poseedores, al terminar cada conflicto, aparecen las hojas de su historia con él —dijo mi madre.
—Al final ustedes deciden si poner sus nombres, iniciales o firmas —añadió el Señor Stone.
—Entonces de alguna manera todo lo que está sucediendo es a base de que como adolescentes somos muy indecisos, inseguros y poco entendedores de nuestros sentimientos, ¿es lo qué quieren decir? —preguntó Lilina.
—Sí, es eso —afirmó el Señor Stone.
—Ustedes sabían esto, entonces ¿por qué no nos dijeron antes de que todo esto sucediera? —me dirigí a ellos un poco molesto.
—Sólo yo era la que sabía, Sebastián—respondió mi madre.
—Es posible que sepa cosas las cuales Lilina y tú hicieron a causa de los cambios de cuerpo —añadió.
—Entonces, Sebastián y Lilina... —dijo un poco exaltado el Señor Stone.
—Tranquilízate Joel, al final fue igual con nosotros.
—¿A qué se refiere Señora Sellers? — preguntó Lilina sonrojada y con voz temblorosa mientras su mirada recaía sobre mí.
—No creo que sea buena idea decirlo aquí de forma tan liberal —mi madre giñó el ojo a Lilina.

¿De qué estarán hablando? ¿Es malo? ¿Es bueno? ¿Por qué el Señor Sellers se exaltó? ¿Por qué Lilina se avergonzó? Creo que han sucedido cosas más extrañas de las que pude haber imaginado, al parecer todo esto es en realidad muy serio.

—Buenas noches... Oh, ¿qué les trae por aquí, Joel? —entró mi padre.
—Buenas noches, Jonathan —dijo el Señor Stone.
—¿Ahora qué han hecho estos niños? —preguntó mi padre dirigiéndose hacia nosotros.
—No, es sólo que nos preocupa la salud de Sebastián —dijo Lilina.
—Cariño, hay algunas cosas que debemos contarte —intervino mi madre.
—¿Está bien si les invito un café en mi casa?
—Claro no hay problema, Joel —respondió mi padre.
—Vale, entonces vamos ahora. Chicos, creo que ustedes deben arreglar algunos asuntos, ¿me equivoco? —dijo mi madre.
—Sí... —asintió Lilina.

Todos se fueron hasta dejarnos solos. No sé qué clases de asuntos debemos arreglar yo y Lilina, pero tengo curiosidad principalmente porque es posible que todo eso que he olvidado es lo que haya acortado esa distancia que había entre nosotros. Por otro lado, eso cambió un poco la actitud de Lilina.

Bien, el libro se llama "En su Piel", tuve que leerlo de camino para poder tener una idea de todo lo que me han dicho, y sí ya tiene un poco de sentido, la mayoría de los patrones coinciden perfectamente hasta de alguna manera con todo lo que nos está sucediendo. Para no parecer real, tampoco parece coincidencia.

—Sebastián... —Lilina se acercó a mí.
—¿Qué sucede? —pregunté con voz temblorosa. ¿Qué es esta sensación? En el hospital sentí algo parecido, pero esto es más fuerte. Su calor y su aroma me envuelven... Es una sensación nostálgica, aunque ¿por qué nostálgica?
—Puedes borrar memorias, pero al final no los sentimientos —susurró.
—Sentimientos... —repliqué con voz baja.
—Sí, sé que tienes muchas preguntas—puso su mano sobre mí pecho—. Las respuestas de esas preguntas están aquí.
—Repuestas... Sentimientos... —me acerqué a ella y sin más la besé. No pude pensar, sólo una gran calidez envolvió mi ser, una calidez nostálgica que gritaba para ser escuchada. Pero, ¿qué quería que escuchará?

Mis mejillas empezaron a empaparse, con un gran desorden en mi cabeza no lograba entender por qué no podía detener esas lágrimas saladas que brotaban sin cesar una tras otra. Me detuve y allí estaba una linda mirada que pedía más y que no deseaba abandonarme.

De pronto se escuchó un golpe... Era el libro, había caído del sofá y estaba hojeándose así mismo. Se detuvo y las manecillas del reloj de detuvieron.

—¿Qué sucede, Sebastián? —preguntó sorprendida.
—Es lo que quiero saber —me levanté a coger el libro y entonces una luz nos cegó. Cuando la luz cesó, había una linda mujer con cabello largo...
—Madre... —dijo Lilina sin dejar de mirarla. Así que ella es la Señora Stone... ¿qué está sucediendo aquí?
—Disculpe Señorita, pero sólo he tomado esta forma para poder mostrarme a ustedes sin que tengan que estar muertos —dijo con una voz suave y aguda.
—¿Qué dices, madre? Sí hasta tu voz es igual... —Lilina hizo su mirada al suelo mientras sollozaba.
—¿Eh? ¿Puedo saber qué sucede?—pregunté a aquella mujer.
—Bien, creo que te devolveré algo que te pertenece —caminó hasta mí y tocó mi frente...
—Madre, ¿Qué le haces a Sebastián? —Lilina estaba llorando.

Ya veo, así que era eso... Ya recuerdo, ella... No, él no es la madre de Lilina, esa es la deidad que creó este libro. Así que a todo esto se refería con ver si vale la pena seguir ayudando a los humanos. Las deidades son crueles, jugar así con los humanos, entiendo que tienen poder, pero eso no les da el derecho.

—Tienes razón, Sebastián —se dirigió hacia Lilina y puso una mano sobre su cabeza—, no tenemos derecho de jugar con ustedes a pesar de que tenemos poder. Sin embargo, no puedo afirmar que seamos crueles. Nosotros carecemos de entender los sentimientos, así que por ello nos interesamos por los humanos.
—¿Entonces por qué arrebataste la mitad de la vida de esa pareja que te pidió el libro? —pregunté enojado.
—Esa forma de hablar, la llaman ira, ¿me equivoco?
—Sí y, deja de torturar a Lilina.
—Tranquilo, busqué esta forma para compensar que me han demostrado que la vida humana vale la pena. Y yo sólo tomé la mitad de sus vidas porque ellos insistieron en que así fuera. Creo que es una historia muy famosa, ¿no te suena, una pareja que para ser felices eligieron la muerte?
—Romeo y Julieta... —respondió Lilina.
—¿Estás bien, Lilina? —me acerqué a ella y la abracé.
—Sí, perdón por preocuparte. Tardé en comprender, pero ya estoy bien —dijo secándose las lágrimas.
—Sí, una persona escribió la vida de esas dos personas, pero sólo a lo que sabía, y en eso no entraba yo ni el libro —dijo la deidad.
—Entonces, ¿por qué nos elegiste? — pregunté.
—Porque, aunque suene sin sentido, les he tomado interés a las parejas que han poseído mi libro. Y también porque Joel y Sofía fue la única pareja que no terminaron juntos. Ella se tuvo que ir porque su abuela había enfermado de muerte, y ambos sabían que las posibilidades de volverse a ver eran bajas.
—Y quieres remediar tú error—añadió Lilina.
—¿Qué sería del mundo sin el amor? —se dirigió a mí.
—No habría sentido de vivir...
—Durante años he visto como los humanos se matan los unos a los otros sin piedad sólo por el poder. Pero, también he visto muchos humanos entregando hasta su vida por el amor. Eso fue lo que me empezó a interesar de los humanos. La primera pareja me llamó Cupido Dios del Amor.
—¿Para qué te has mostrado? —preguntó Lilina aún con algunas lágrimas en su rostro.
—Para terminar su historia. Me han demostrado que sus sentimientos son verdaderos, así que ya pueden volver. Sin embargo, las reglas son simples, si llegan a conocer próximos poseedores del libro, no mencionen como mostrarme que vale la pena su existencia.
—Es la misma regla que impusiste a nuestros padres, ¿cierto? —me dirigí a Cupido, creo que de alguna manera si merece ese título.
—Eres muy intuitivo —sonrió.
—Por eso no nos ayudaron casi en nada —explicó Lilina.
—Bueno, creo que es momento de escribir la última página... Tal vez nos volvamos a ver Lilina Stone y Sebastián Sellers. 

En su pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora