14 - Después de la tormenta

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Rich abrió los ojos, poco a poco. Encima de su cabeza, miles de ramas de árboles se enredaban entre ellas y sus hojas verde oscuro tapaban el cielo nublado. Rich se frotó los ojos, mientras se sentaba en el piso y miraba a su alrededor. Las hojas del suelo crujieron bajo su peso, y un trueno resonó a lo lejos mientras se levantaba.

Comenzó a caminar. Un viento frío soplaba, haciendo que las ramas sobre su cabeza tararearan una melodía singular. Rich restregó sus manos contra sus brazos, en un intento por sentir algo de calor.

Otro trueno resonó, un poco más cerca. Y al mismo tiempo, una risa y el sonido de hojas siendo aplastadas por alguien corriendo, justo detrás de él.

Rich se dio vuelta, asustado. Pero no encontró a nadie.

Suspiró, aliviado, así que giró sobre sí mismo y continuó su camino. Y el rostro de Isabel le devolvió la mirada, con una sonrisa.

–Hola, amor –dijo, e intentó echarle los brazos al cuello.

– ¡Joder! –exclamó Rich, y dio un salto hacia atrás.

– ¿Qué te pasa? –la mirada de Isabel cambió y su rostro se oscureció–. ¿No estás feliz de verme?

Rich empezó a correr hacia el otro lado, intentando escapar. Pero ella comenzó a perseguirlo. No, no solo ella: eran más, muchas más. Las risas de todas ellas lo seguían, trepaban por los troncos de los árboles, se movían con el viento...

– ¡Ven aquí, joder!

¡Bang!

Y Rich cayó.

Cerró los ojos, preparado para el impacto de su cuerpo contra el suelo. Pero nunca llegó. De hecho, sentía calidez en vez del frío del bosque.

Abrió los ojos poco a poco. Estaba en una cama, y una persona estaba acostada a su lado. Los ojos de Killer lo observaban, transmitiéndole un cariño infinito. Una de sus manos estaba alrededor de su cintura, y la otra acariciaba su pelo lentamente, provocándole unas leves cosquillas. Sus piernas estaban entrelazadas.

–Isabel... –dijo Rich, intentando levantarse.

–Tranquilo, tranquilo –dijo Killer, obligándolo a acostarse de nuevo–. Solo fue una pesadilla.

Rich miró a los lados, desconfiado. Se dio cuenta que estaban en la casa de Killer, y el otro empezaba a mirarlo con preocupación.

Sin dejar de desconfiar, volvió a acostarse. Killer lo atrajo hacia sí, poniendo un brazo sobre su cintura, y dobló el otro brazo debajo de su cabeza. Rich suspiró, y se refugió en el pecho de su amigo. El lento latido de su corazón lo tranquilizó, y su perfume lo invadió. El otro empezó a acariciar su espalda.

– ¿Quieres decirme qué soñaste?

–Soñé con Isabel... que me perseguía... y escuchaba un disparo.

–Tranquilo, eso ya pasó –dijo Killer, apoyando su cabeza sobre la de Rich–. Solo fue una pesadilla para ambos, nada más que eso.

–Pero se sintió tan real...

–Sí, suele pasar cuando soñamos cosas que no nos gustan.

–Estoy tan feliz de que no te haya pasado nada –murmuró Rich, cerrando los ojos.

–Te lo prometí –respondió Killer, sonriendo, aunque el otro no lo viera.

–Pero te puse en un riesgo innecesario... ¿vas a poder perdonarme algún día por eso?

Killer se apartó, y puso su rostro entre sus manos, obligando a Rich a que lo mirara a los ojos–Rich, tendrías que hacer algo muy malo para que no te perdonara. Y solo recibí un disparo, pasé un tiempo en el hospital, y después seguí con mi vida como si nada. Bueno, a veces me duele, pero no importa –un par de lágrimas resbalaron por las mejillas de Rich–. Además, de no haber ido, quizá tú habrías terminado con un disparo. Y tal vez, podrías haber... podrías haber... –Killer negó con la cabeza, desviando la mirada. Era un pensamiento demasiado horrendo como para ponerlo en palabras.

Te quiero, capullo - KillerRichDonde viven las historias. Descúbrelo ahora