Capítulo 9. (FINAL)

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Cansado de correr y correr, Samuel sentía que la consciencia se escapaba de él. Luego de la violenta confrontación con su padre, percibía que sus heridas se tornaban más profundas, dejando rastros de sangre por la espesa hierba, ahora salpicada con nieve. El invierno estaba muy cerca, y él sabía que no sobreviviría por mucho más. Cuando detuvo su errática carrera tratando de rastrear el aroma de Nickolas, llevó la cabeza hacia atrás y aulló. Intentó que su voz se extendiera lo más lejos posible, como solía hacerlo, pero esta vez, fue solo un murmullo en comparación, luego cayó al suelo, jadeando, dejándose llevar por la oscuridad. Por una vez, no sintió frio ni miedo, sino un calor placentero que lo recorrió de la cabeza a la cola, segundos después, escuchó una voz grave y gentil cerca de su oído.

–Aguanta ahí, muchacho. Voy a ayudarte.

No supo cuánto tiempo pasó, ni lo que sucedió. Quizás esta era una versión moderna del paraíso, una muy cálida, cómoda, con aroma a hierbas frescas y madera. Eso lo hizo fruncir el ceño, antes de abrir sus ojos, pestañeando varias veces debido a la intensa luz solar, pero esta fue cubierta momentos más tarde, para alivio de su vista sensible.

–Hey Wolfie… ¿Estás vivo? –de nuevo esa voz… la deliciosa cadencia inundó sus oídos y vibró por su cuerpo, como un bálsamo reparador.

Pero esperen… Sam recordaba haber dejado atrás su forma humana, tras internarse en el bosque, y ahora estaba seguro de que había vuelto a cambiar… ¿Qué rayos? ¿Acaso este hombre le había hecho algo, con esas manos cuidadosas, con aroma a hierbas? Una vez más, su cuerpo se movió, esta vez, pudo abrir los ojos e incorporarse… sólo para sentir cómo toda la habitación bailoteó delante de él, amenazando con hacerlo desmayar.

–Hey, no tan rápido –el extraño se acercó y lo tomó de las axilas, para impulsarlo hacia arriba– no voy a hacerte daño, lo juro– dijo, alzando ambas manos en el aire.

–¿C-Cómo…? –hasta ahí llegó el intento de Sam por tratar de comunicarse con su rescatista, su garganta parecía como si estuviera hecha trizas.

–¿Cómo te encontré? Estaba cazando, cuando de repente escuché el aullido más triste y hermoso que oí en mi vida, entonces corrí para ver de quién se trataba, te vi en el suelo, hecho una maraña de pelos ensangrentados y trozos de carne a medio curar… ¿Qué demonios te pasó? –el guapo extraño preguntó, para nada sorprendido por su inusual hallazgo.

–Desafié a mi alfa, y gané –Sam carraspeó.

–Wow… ¿Mataste a tu padre? Porque era tu padre, ¿No? Pareces muy joven aún para vivir sólo, o tener tu propia familia.

En ese momento, Sam se quedó mudo, solo mirándolo. Apenas había visto a este hombre, y él ya parecía conocer los secretos más íntimos de su vida, aunque se veía como un hermoso humano normal… esperen, ¿Había pensado que era hermoso?

–¿Wolfie? –ahí estaba, ese maldito tono de voz que podría derretir un glaciar, pero Sam no contestó, en su lugar, acarició su garganta.

—Ah, entiendo… espera un segundo, volveré con algo de miel y jengibre–el extraño se incorporó y salió.

Estando solo en el habitación, Sam miró hacia abajo, notando varios parches en sus costados y su bajo vientre, donde las heridas infringidas por su padre todavía sanaban, luego de todo ese daño, a pesar del dolor, le fue fácil respirar y moverse. Sintiéndose más estable, echó una mirada a su alrededor, notando cuan pequeño se veía en la cama Queen Size situada contra la pared, entre dos ventanas muy grandes, una antigua colcha perfectamente doblada a sus pies, que le dio la tentación de tocarla, pero no se atrevió, por miedo a la reacción del dueño de la casa, también había un par de mesitas de noche a ambos lados de la cama, además de un armario en el lado derecho de la habitación, con una cómoda junto a él.

Cuidando de Ezra (Lazos De Almas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora