Capitulo 01

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Miré por la ventana del bar comenzaba a nevar nuevamente, mi café estaba frío y el libro de Stephen King estaba cerrado, marcado en el episodio quinto de Carrie. Mis ojos grises se inundaban de lágrimas que no merecían caer por la ausencia de Bill Winster, mi novio. Sabía que trabajaba seguido, que lo único que le importaba era eso. Su puto trabajo en informática. Borré las lágrimas juntadas en los bordes de mis grandes ojos, algunos decían que me parecía a un gato. Llame al camarero, había esperado mucho por Bill. Deje el dinero, y le indique al chico que se quedara con el cambio, solo eran diez dólares. Tomé mi bolso, guardando la novela y salí del lugar.

Al estar en la esquina, metí mis manos dentro de los bolsillos de mi chamarra negra caminando tras tener el cruce. Iba pensando en que excusa tendría Bill para fallarme por quinta vez en la semana, no quería imaginarme que estaba coqueteando y acostándose con su secretaria, Lorraine. Me herví la sangre de solo pensarlo. Pase por delante de un grupo de jóvenes que intercambiaban bolsitas por dinero. Drogas. Intenté no mirar, fijando mi vista en mi camino e ignorarlos. Seguí caminando, cuando sentí un tirón y un crujido cercano. Tardé unos segundos en enterarme que uno de ellos, había robado mi bolso. Pegué un grito para que lo detuvieran, fui detrás de él y seguí gritando. El chico giró por un callejón, ¡Maldita sea! Corrí, cuando alguien más se sumo a la carrera e iba más rápido que yo, como si fuera una fecha lanzada por un buen arquero. Seguí corriendo, ya que no sabía si este nuevo tipo era amigo del otro, o venía a ayudarme.

El nuevo chico tomó una tapa de un cesto de basura, se detuvo para lanzar el objeto como un disco volador tan rápido, que alcanzó al ladrón y pegó contra su cabeza, logrando que perdiera el equilibrio y cayó al piso. Volví a correr y el otro se sumo a mi lado. Ya no podía respirar, me dolía el pecho y sentía toda mi garganta quemar de la falta de aire. Me recompuse, tomando mi bolso con las cuerdas rotas.

-Imbécil-gruño el nuevo chico, mirando al otro reincorporarse algo aturdido. Lo miró desafiante- Tienes suerte que no haya sido una oz, ya estarías acabado.

-Lo siento...Solo, quería algo para comer-se excuso el ladrón, creo que tenía unos quince años.

-¿O, dinero para tus negocios sucios?-repuso el chico. Sus ojos mostraban desprecio, le dio un empujón- ¿Por qué no vas a la escuela y haces algo productivo con tu patética vida?

-Yo lo siento-murmuró, parecía que iba a llorar.

Me quede en un plano omitido, mientras uno y otro discutían. Pegué media vuelta, comenzando a caminar despacio. Aun sentía mi corazón latir con fuerza, hace tiempo que no corría tanto. Solía hacer maratones con mi hermano, Austin, desde que se mudó a Chicago, dejamos de vernos con regularidad.

-Oye, tú-escuche que mi salvador se acercaba a mí, me detuve y él me alcanzo- ¿Cómo estás?

-Gracias-dije, él tenía una mirada verde, firme e intimidante- Creo que no lograría atraparlo.

-Sí, es obvio. Corres como un anciano.

-Bueno...

-¿Cómo te llamas?-me pregunto con compromiso.

-Soy Georgia...Bettencourt.

Nos quedamos en silencio. Noté su rostro juvenil, tendría unos veinticinco años como mucho. Su cabello era rizado, de un castaño oscuro que caía sobre sus ojos intimidantes. Era de estatura promedio, bastante atlético pero sin músculos exagerados. Solo, que corría como un experto y lanzar esa tapa del cubo de basura, tan preciso que desequilibrio al joven ladrón parecía estuvo en situaciones similares.

- Y, mi nombre es Ares.

GeorgiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora