¿Quién es ella?

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JOSEPH. 

Después de un buen tiempo de esperar por fin Darío consiguió los archivos eliminados. 

Al parecer no eres tan listo mente maestra o quizá nos subestimas.

Amplíe la foto del camarero pasándola a una pantalla grande. 

-Aquí - señalé donde se había retocado - El espejo del retrovisor. 

La figura que aparecía, su asesino. Un figura muy familiar. Camila. 

-¿Quién mierda es ella? - pregunté con desesperación.

-No lo sé, no encontré nada sobre ella en algún archivo. Como si no existiera. 

-Uso otro nombre. Tal vez colocando su rostro en la base de datos… 

-¿Cómo harás eso? 

-Aún no lo sé. Es lo único que se me ocurre. 

-De acuerdo. Intentaré buscar su verdadera identidad. 

EMILIO. 

Flotaba en el espacio. Me hallaba sentado en la luna menguante. Brillaba con intensidad por diminutas estrellas pegadas a la superficie. Mire a mi alrededor. Todo es tan bello. Los planetas resplandecían a su modo. Mire a mi izquierda. El espacio oscuro y frío. Volví a mirar a los planetas. A lo lejos veía el gran aro de Saturno. Tan inmenso que casi cubría la vista a los demás planetas. 

Saturno apareció. Sentado en el aro del planeta con su mismo nombre. 

Sonreía de lado a lado. Miró a la tierra absorbiendome dentro de ella. 

Me encontraba en el mismo bosque y el mismo lago negro. El hilo rojo casi invisible atado a mi dedo, dio un tirón. Mire de nuevo el lago, de ella sobresalía unas manos pidiendo ayuda. El hilo conducía a aquellas manos. Di un paso. 

Desperté por el ruido del metal. Todos comenzaron a reunirse en el comedor. Me levanté mareado. Talle mis ojos y lave mi rostro antes de ir a comer. 

Después de un desayuno silencioso me diriji a las regaderas. Abrí una de las llaves comenzando a bañarme. El agua cayó por todo mi cuerpo. Cerré los ojos sintiendo cada gota sobre mi cuerpo. 

-Matalo, matalo. Una vida a cambio de otra. 

Abrí los ojos. Mire mi alrededor. Todos estaban en lo suyo. ¿Qué fue eso? 

Salí lo antes posible. 

Me estaba volviendo loco. 

Regresé al patio. Frank se acercó. 

-Parece que viste un muerto. 

-¿Qué corazonada fue? 

-¿Qué? 

-Ya me has rescatado dos veces. ¿Por qué? 

Me miró a los ojos. No había alguna pizca en sus ojos que me dijera algo. Solo unos ojos vacíos. 

-¿A qué viene todo eso? 

-Sentí, cuando me iban a golpear que algo se desprendía, una sensación inexplicable. 

-Ya veo. - pensó unos segundos - ¿Piensas que fue Joaquín quién me aviso? - Asentí - Deberías reconciderar si realmente Bondoni está aquí. Tal vez sea otra cosa jugando con tu cerebro. 

-No, debe ser él. Siempre está para mí en mis momentos oscuros. 

Frank me miraba de una forma que me hacía sentir incómodo. Como si viera a un loco. Quizá lo hacía. 

-Hay una línea muy delgada entre amar a alguien y obsesionarse. Ten mucho cuidado. 

Se levantó para irse. ¿Qué trata de decirme? 

¿Joaquín está a mi lado? Si no es él. ¿Quién o qué? 

Los bellos de mis brazos se erizaron con lo último pensado. 

Miré el cielo. El sol brillaba con intensidad pero por alguna razón comenzaba a tener mucho frío. 

JOSEPH. 

Por muy buenas razones fracasamos en intentar que alguien con mayor autoridad nos permitiera colocar el rostro de Camila y más por no ser parte de la policía ni ninguna investigación oficial. 

Lo haríamos a la antigua. Preguntar a todas las personas conocidas y por los alrededores si vieron algo. 

Viajamos hasta llegar al vecindario donde se supone murió la familia de Camila. 

-¿Como piensas preguntar sin ser policía? 

-Tengo contactos. 

Saqué unas placas falsas y le entregue a Darío la suya. 

-No me sorprende - comentó. 

-Vamos, eres igual o peor. 

-Tienes razón, no soy quien para juzgar. 

Caminamos hasta la casa más cercana a la de Camila. 

Fue Darío quien tocó la puerta. 

Una señora de unos treinta años abrió. En cuanto nos vimos nos miró preocupada. Llevaba una coleta de caballo desarreglada junto con un mantel algo sucio por harina y grasa. Supongo que hacía la comida. 

-Buenas tarde, estamos investigando un caso - dije. 

-Hay no puede ser - Llevó su mano hasta su frente. Sus ojos se humedecieoron - Le dije que se alejara de sus amigos revoltosos que no se metiera en problemas - su voz se rompió. 

-Señora - comenzó a decir Darío - No estamos aquí por su hijo, si no por el suceso de la casa de a lado. 

-No puede ser. -su semblante cambió por uno aliviado - Claro pasen. 

Entramos. No era lujoso u ordenado pero era un hogar. Nos sentamos en las sillas de la mesa que rechinaron ante nuestro peso. 

Una cosa pequeña pasó rápidamente a esconderse debajo para subirse a las piernas de la Señora. 

-Joseph Cowart - dije. - Darío Méndez, mi compañero. 

-Miranda Gutiérrez. ¿A qué debo su visita? 

-La casa de a lado - comencé - Abrimos el caso por algunas anomalías, decidimos volver a preguntar todo lo relacionado. ¿Qué me puede decir sobre el día del asesinato? 

-Bueno, fue hace mucho pero algo así nunca se olvida - frotó sus manos - Fue en la noche, estábamos por cenar, mi esposo se quejaba como siempre de sus compañeros de trabajo. Estaba colocando los platos hasta que oímos un pequeño grito, nos quedamos en silencio pero no escuchamos nada y es que los gritos eran frecuentes en esa familia. - miró sus manos - Eso fue todo, no nos enteramos de lo ocurrido hasta el día siguiente cuando llegó la policía. 

-¿Qué me puede decir sobre la familia? 

-Tenían muchos problemas. Su hija era muy problemática y sus padres siempre estaban peleando. Intentamos ayudarla pero - apretó su mantel - comenzó a decirle cosas a mi hijo. 

-¿Qué clase de cosas? 

-A manipularlo, le hizo tomar drogas, fueron tiempos difíciles. Esa niña hizo que mi hijo casi… - su voz se quebró - casi se suicidara. 

Perfecta Obsesión. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora