Te encontramos.

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EMILIO. 

Llegamos al pueblo dejando atrás a los devoradores de calor. 

Algunos salieron de sus casas, mirándonos con odio. 

-¿A dónde vamos? - pregunté. 

-No lo sé, busquemos a Joseph entre esta gente. 

-¿Seguro que es buena idea? - mire a los pueblerinos. Sus ojos ardían en odio. 

-No, pero no se que hacer. 

-Bien, solo con mantenernos juntos. 

-Sí.

Sin soltarnos las manos comenzamos a caminar por las casas. Algunas zonas parecían ser de ciudad. 

-Es de ciudad. ¿No? 

-Sí. 

Comenzamos recorrer la zona de ciudades. ¿Cómo sabremos cuál es la casa? 

Una mujer salió de su casa, vestía con un vestido de novia con salpicaduras de sangre empapando casi todo su vestido. Las canas en su pelo negro resplandecían por la luz de la luna. 

-¿Se encuentran perdidos? 

-Bucamos a alguien. - dije. 

-Les puedo ayudar. - se acercó tanto a nosotros que sentí su respiración sobre mi rostro. 

-Estamos bien. Gracias. - dijo Joaquín. 

-Yo los veo perdidos. - sujeto mi brazo con fuerza. - Los guiaré a su destino, solo díganme a quien quieren encontrar. - sonrió de par en par. 

Mire a Joaco indeciso. Él también me miró. 

-¿Conoces… - comencé a decir. - A Joseph? 

-Joseph - sonrió aún más ampliamente - ¿el hijo del diablo? 

-¿Hijo del diablo? - preguntó Joaco. 

-Los dos gemelos creados con los huesos del diablo. 

-¿A que se refiere? - pregunté. 

-Puedo llevarlos hasta él. 

-¿Dónde está? - pregunté. 

-Se perderán si no los acompañó. 

-Lo encontraremos, gracias. 

Me quité su mano de encima. Apretó tan fuerte que me dejó una marca. 

Agarré la mano de Joaco y nos fuimos lejos. 

La mujer solo se quedó observandonos. 

Recorrimos las calles oscuras. Tiniebla se extendía por todos lados. La luz de un faro se encendió cuando pasamos, solo que en vez de ser blanca era roja. 

Una risa se escuchó al fondo. 

JOAQUÍN. 

La luz roja nos iluminó. Emilio comenzó a temblar ligeramente. 

-¿Dónde perteneces? - era un voz gruesa. 

Mire a Emilio para ver si lo escucho. Por su expresión, no fue así. 

-Un vivo que renació de entre los muertos. 

Apreté con fuerza la mano de Emilio. 

-A menos que devores el calor de un vivo permanecerás tan frío como si estuvieras muerto. 

Seguimos caminando mientras las luces de los faros se encendían en un color rojizo. 

Pasos pesados comenzaron a escucharse en esa tranquila noche. 

Perfecta Obsesión. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora