Las Hijas De Izalith

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Quelana y Eengy, se habían encontrado seis años después del inicio de La Era Oscura, ambas sobrevivieron en Oceiros al unirse al ejército, en el que creían, pues no tenían que pasar hambre ni necesidades, y aunque no creían en nada de lo que decían Vendrick o Sulyvahn, ambas hacían lo que fuera necesario para tenerse una a la otra, pues antes, Quelana solo era una elfa adoptada por su madre para Eengy, pero después de encontrarla con vida, era su única familia.

Las dos vivían en una de las casas de piedra de Oceiros, eran muy respetadas, pues Eengy portaba la espada que Gwyn le dio hace muchos años, y Quelana, que pidió la ayuda de Sulyvahn, tenía la espada de Midir, esta vez completa, reparada con magia, y podía invocar hielo.

Un día ambas entraron al templo de Oceiros, donde Sulyvahn, Zallen y el rey Vendrick las esperaban.

- Ya estamos aquí mi rey - anunció Eengy.

- A buena hora - respondió Vendrick.

- ¿En qué somos buenas majestad? - preguntó Quelana.

- Sulyvahn - dijo Vendrick - cuéntales.

- Si mi rey - acató Sulyvahn - verán, tenemos una manera de conquistar Aldia de una vez por todas.

Las dos hermanas guardaron silencio y dejaron que Sulyvahn siguiera.

- Estuve estudiando cuál es la fuente del poder oscuro y después de tantos fallos, lo encontramos, Oolacile…

- ¿El Reino Maldito? - preguntó Eengy, a la cual la idea no le parecía muy agradable.

- Necesito que ustedes escolten a Sulyvahn a Oolacile - dijo Vendrick.

- Si hay manera de ganar la guerra contra Aldia… está en Oolacile.

- ¿Sólo nosotras dos? - preguntó Quelana.

- Pueden reclutar a quienes necesiten - dijo Vendrick.

- ¿Para cuándo necesita que partamos? - preguntó Eengy.

- Lo más pronto posible.

Eengy y Quelana estaban en su hogar planeando lo que podrían necesitar.

- ¿Qué dices de Chester? - propuso Quelana.

- Es una rata, ha traicionado a muchos - dijo Eengy.

- Es buen arquero, además dudo que quiera enfrentarse a nosotras, o a Sulyvahn.

- Sí, ese mago es inquietante.

- ¿Entonces?

- Chester de arquero… de acuerdo… también necesitamos un rastreador.

- ¿Qué tal Leeroy?

- Es mal guerrero.

- Pero buen rastreador, parece un perro.

- Eso no sonó exactamente muy amable.

- El punto es que es buen rastreador.

- De acuerdo, ¿nada más?

- Entre menos seamos, menos posibilidades de traición, todo debe salir bien.

- De acuerdo Quelana, entonces ¿en cuánto partiríamos?

- Supongo que Sulyvahn tiene suficiente alimento en su templo, y si no, pues Vendrick proveerá, calculo que en dos días.

- ¿Crees que Leeroy y Chester acepten?

- Leeroy haría lo que fuera por mí, asi que no es problema, y Chester moriría por llevarse algo de Oolacile, asi que querrá ir.

A los dos días todo estaba listo, Eengy, Quelana Leeroy y Chester esperaban en sus caballos a las afueras de Oceiros a Sulyvahn, el cual llegó acompañado de Zallen.

- Creí que vendría solo - dijo Eengy.

- Me ofrecí - aclaró Zallen - mejor dos magos que uno.

- Claro…solo no nos retrases - dijo Eengy con algo de disgusto.

- Tu turno Leeroy - dijo Quelana.

Leeroy era un joven que nunca conoció nada más allá del domo, sus padres fueron rastreadores de bestias en el gran pantano, fue criado por ellos en Oceiros, y aunque era más un joven que se dedicaba a vender manzanas, aprendió el arte del rastreo de sus padres; y acepto ir por su amor Quelana a pesar de que fuera mayor que él.

- Todos deben seguirme - dijo Leeroy - si hacemos alguna desviación será por su propia seguridad, mi trabajo es evitar en lo más posible enfrentamientos con bandidos o bestias, sin embargo, no descuiden sus alrededores.

- Gracias Leeroy - intervino Quelana - mi hermana Eengy irá junto a Leeroy, ya que él no es muy experto en combate.

- Que desgracia - dijo sarcásticamente Chester.

Chester desde que tenía memoria, fue huérfano, vivía de asaltos y robos, y su puntería como arquero era implacable, lo que le había dado fama, una que hacia que debes en cuando, la gente solicitara su ayuda, pero el solía tener siempre razones ocultas por las cuales traicionaba.

- Sulyvahn y Zallen…- continuaba Quelana.

- Señor Sulyvahn - interrumpió Zallen.

- Ella no sabe de formalidades - dijo Sulyvahn.

- Decía…- continuó Quelana sin darle importancia al comentario - ustedes irán en el medio, y espero sepan defenderse.

- Debieron traer más caballeros - interrumpió Zallen.

- Serás idiota - interrumpió Chester.

- Haré que te decapiten bandido - contestó Zallen.

- ¡Silencio! - gritó Eengy, y todos se callaron.

- Gracias hermana - agradeció Quelana - continuando, no traemos más soldados para no llamar la atención, no queremos que Aldia se entere, ¿o sí?

- No…- contestó algo en desacuerdo Zallen.

- Bien, yo y Chester escoltaremos sus espaldas.

- Yo te cuidare el trasero hijito del rey - bromeó Chester - no me culpes si te doy accidentalmente, mis flechas suelen dar en idiotas.

Los seis comenzaron su travesía hacia Oolacile.


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