Leone

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Habían pasado dieciséis años desde el inicio de La Era Oscura, una pequeña cabaña lejos del resto de lugares, el más cercano, Aldia. Hecha de madera y paja, allí vivían dos personas, de la caza de bestias y el intercambio con Aldia.

Leone tenía la misma edad que La Era Oscura, ella jamás había salido de la zona, no podía estar muy lejos de la cabaña, además, siempre tenía que usar la máscara que su cuidador le obligaba a tener, y que solo se la quitaba para dormir o comer.

Lorian, quien la encontró cuando tenía días de nacida, la cuido y la crio, le enseño como pelear, como defenderse en aquel mundo cruel.

Lorian, de vez en cuando, iba a Anor Londo, pues varios rumores de que su hermano Lothric seguía vivo lo motivaban a ir, y dejaba varios días sola a Leone. La joven además no era igual al resto, desde que era más niña, El Ojo del Caos que su madre le colocó a la fuerza cuando era recién nacida, la hizo más fuerte, más hábil, y aunque no lo tenia permitido usar, no lo necesitaba, pues sus capacidades físicas eran impresionantes.

Lorian le ocultó sus orígenes a Leone, lo único que le decía además de que era de Anor Londo, era que fue bendecida con un don, y que no debía mostrar su cara, pues su madre fue alguien muy odiada, y que ella se parecía mucho, asi que era mejor ocultar su identidad, pero jamás le dijo quien era su madre ni su padre.

Todo era tranquilo en aquella cabaña, hasta que un día Lorian, fue a Anor Londo como lo hacía cada vez, pero pasaron dos meses y no volvió, luego tres, al año Leone pensó que algo le había pasado, y empezó a escuchar que en Anor Londo rondaban tanto Lorian como Lothric.

Leone se preparó, y uso la única armadura que había, incompleta, que Lorian había llevado de Anor Londo, su capa negra y su bufanda azul, pues era lo único que tenia de sus padres, aunque no supiera quienes eran, tomó el espadón viejo de su padre, y viajo a Aldia, en el camino muchos bandidos y bestias trataron de matarla, pero su entrenamiento y su don, no tenían rival.

Leone solía tener sueños con un rey, aunque no sabía quién era, un anciano de barba larga, sentado en un inmenso palacio, con su corona y armadura imponente, el anciano le decía que reclamara su lugar en el mundo, y que honrara su nombre, luego el hombre le clavaba una lanza llena de rayos, y ahí despertaba.

Ella no entendía el sueño, que era muy repetido, asi que solo lo ignoraba, pues no sabía nada sobre su pasado.


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