Episodio 5

274 12 1
                                    

— ¿Nos casaremos?

— Supongo que sí. Hace años que me cuentas que en la época de la que vienes estás casada conmigo. - Es demasiado. Esto es demasiado. Cierro los ojos y me obligo a no pensar en nada; lo último que deseo es desaparecer en este momento.

— ¿Fernanda? Fernanda, ¿estás bien? — Noto que Mariana se desliza en el asiento de al lado. Abro los ojos y veo que toma mi mano con fuerza entre las suyas. Se las miro y advierto que son las manos de una trabajadora, duras y agrietadas.

— Fernanda, lo siento. Es que no logro acostumbrarme. Es tan diferente... Quiero decir que durante toda mi vida tú has sido la única que lo sabía todo, y yo, de algún modo, he olvidado que esta noche quizá debería haber ido más despacio. — Mariana sonríe.

— En realidad, lo último que me dijiste antes de marcharte fue: «Ten piedad, Mariana». Lo dijiste como si pronunciaras una cita, y ahora que pienso en ello creo adivinar que me citabas a mí. - Mis manos siguen entre las suyas, y me mira con deseo, con amor. Me siento profundamente humilde.

— Mariana.

—Dime.

—¿Podríamos retroceder? ¿Podríamos fingir que estamos viviendo nuestra primera cita como si fuéramos dos personas normales?

— De acuerdo. —Mariana se levanta y vuelve a ocupar su lugar en la mesa. Se sienta recta e intenta no sonreír.

—Humm, muy bien. Veamos... Sí... Ah... Mariana, cuéntame algo de ti. ¿Tienes aficiones?, ¿animales domésticos?, ¿tendencias sexuales poco corrientes?

— Descúbrelo tú misma.

— Bien. Veamos... ¿A qué facultad vas? ¿Qué estás estudiando?

— Estudio en la facultad de Bellas Artes; he estudiado diseño gráfico, escultura y ahora empiezo con la elaboración de papel.

— Fantástico. ¿Cómo es tu trabajo? - Por primera vez Mariana parece incómoda.

— Es un poco... Cómo te diría..., grande; y tiene que ver con los pájaros... — Desvía la mirada hacia la mesa y toma un sorbo de té.

— ¿Con los pájaros?

— Bueno, en realidad yo diría que más bien se trata de la añoranza. - Sigue sin mirarme, así que cambio de tema.

— Cuéntame más cosas de tu familia.

— De acuerdo. —Mariana se relaja y sonríe. — Bien. Mi familia vive en Michigan, cerca de un pueblecito que se llama South Haven y que está junto a un lago. Nuestra casa se encuentra en una zona que no está integrada en el pueblo. En su origen perteneció a los padres de mi madre. Mi abuelo murió antes de que yo naciera, y mi abuela vivió con nosotros hasta su muerte. Yo tenía diecisiete años. Mi abuelo era abogado y mi padre también lo es; conoció a mi madre cuando empezó a trabajar para el abuelo.

— Es decir, que se casó con la hija del jefe.

— Sí; aunque a veces me pregunto si en el fondo no se casaría con la casa del jefe. Mi madre es hija única, y la casa es increíble; aparece en un montón de libros

sobre el movimiento Arts and Crafts.

— ¿Tiene algún nombre? ¿Quién la construyó?

— Se llama Casa Alondra del Prado, y la construyó Peter Wyns en 1896.

—¡Caray! He visto fotografías de la casa. La hizo construir un miembro de la familia Henderson, ¿verdad?

— Sí. Fue un regalo de boda que les hicieron a Mary Henderson y Dieter Bascombe. Se divorciaron dos años después de haberse instalado; entonces vendieron la casa.

— Es una bonita casa

— Creeme lo es.

— ¿Tienes hermanos?

— Baby tiene veintiséis años, está apunto de salir de la universidad. Caro tiene dieciocho, apunto de entrar a la universidad, le gustan los videojuegos. — Percibo un tono de afecto cuando habla de su hermana Caro, y una cierta monotonía en su voz cuando, en cambio, se refiere a su otra hermana.

—¿No te llevas bien con tu hermana...Baby?

—Baby es igual a papá. A los dos les gusta ganar, decir la última palabra.

—¿Sabes? Yo siempre envidio a la gente que tiene hermanos, aunque no se lleven demasiado bien.

—¿Eres hija única?

—Sí; pero ¿no eras tú quien lo sabía todo de mí?

— A decir verdad, lo sé todo, y no sé nada. Sé cuál es tu aspecto sin ropa, pero hasta esta tarde desconocía tu nombre completo. Sabía que vivías en Chicago, pero no sé nada de tu familia, salvo que tu madre murió en un accidente de coche cuando tenías seis años. Sé que posees muchos conocimientos de arte y que hablas francés y alemán con soltura, pero no tenía ni idea de que fueras bibliotecaria. Hiciste lo imposible para que yo no te encontrara en el presente; dijiste que sucedería en el momento indicado, y ahora estamos aquí. 

The TravelerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora