Primera Parte

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La mujer que escapaba al tiempo

Oh, no porque la dicha exista, ese provecho prematuro de una próxima pérdida.

Sino porque es mucho estar aquí, y porque, en apariencia, todo lo que es de aquí nos necesita, esa fugacidad, que tan extrañamente nos incumbe. A nosotros, los más fugaces.

... Ay, a la otra condición,

¿Qué se lleva uno allí? No el mirar, lo aprendido
aquí con tanta lentitud. Ni nada de lo ocurrido aquí. No, nada. Quizá, pues, los dolores. Y también, sobre todo, lo que oprime, quizá la larga experiencia del amor, quizá tan solo lo indecible.

«Elegía novena», de Elegías de Duino

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