¿Los caminantes? Bueno, a estas alturas, ya son efectos secundarios del apocalipsis. Las personas son una amenaza aún más grande que los muertos.
Han transcurrido varios meses después del último ataque a la prisión por parte del Gobernador y su ejér...
DARYLYBOBSEGUÍAN dándose una increíble vuelta por el interior de la gasolinera, cuando de pronto se encontraron con dos cadáveres, muy muertos y de la mano; qué bonito.
—Los capullos de las plantas —dijo Daryl. Evidentemente, no iba a decir: "Oh, pero que romántico". No, para nada... —. Se suicidaron de la manita. Menudos idiotas.
—Querían morir juntos como vivieron, ¿por eso son idiotas? —cuestionó Bob.
—Si podían escapar, sí.
—Todo el mundo escapa... hasta que muere —Dixon le lanzó una mirada llena de fastidio, volviéndose a centrar en la "compra" que estaba realizando —. Somos como fichas de dominó. Lo que hicieron fue para no verlas todas caer.
—Vale —cogió el agua destilada y alumbró al frente, sin hacer demasiado caso a Bob —. Vamos.
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Ambos "excursionistas" habían salido ya hacia un par de minutos de la gasolinera y ahora se dedicaban a abastecer el coche –que habían sacado por completo de la enredadera– para poner rumbo finalmente a la puñetera veterinaria.
Tyreese se encargaba de la guardia, siendo Daryl el que le hacía las reparaciones necesarias al vehículo, con Bob observándole –aunque parecía estar en su mundo– y con Lynn por ahí a lo suyo.
—No nos has hablado del grupo en el que estabas —Daryl habló con el cigarrillo entre sus labios, sin parar de ejercer su "máster apocalíptico" de mecánico. Lynn se cruzó de brazos, mirando despectivamente al arquero; que insensible, fumar cerca suyo... sin ofrecerle. Bien, estaban algo... peleados, pero ese no era motivo para no compartir siquiera un preciado cigarrillo.
—¿De cuál? —preguntó Bob, perdiendo sus ojos en un punto fijo de la nada —. Cuando me encontraste en aquel camino, pensé en no parar.
—¿Por qué?
—Porque estaba harto de presenciar eso —contestó —. Dos veces, dos grupos distintos. Fui el único que vivió. Tenía que ver cómo ocurría una y otra vez, como una maldición.
—Que deprimente —soltó Lynn, deteniéndose por allí cerca. Bob la miró de reojo, soltando un suspiro.
—¿Qué hubieras hecho tú en mi lugar? —cuestionó —. ¿Hubieras seguido adelante tras verlo?
—Uno sobrevive siguiendo adelante —repuso Lynn —. Si no querías parar, es que pensabas en vivir. ¿Qué hay de malo en eso?
—No es bueno cuando te persigue una y otra vez. Cuando estás solo... ahí, con el silencio... Me bebía cualquier cosa para poder cerrar los ojos por la noche y pensé que en la prisión, con más gente, sería más fácil.
Daryl observó a Bob con desconcierto. Sin embargo, el ex-médico no podía aguantarlo más, debía soltarlo.