¿Los caminantes? Bueno, a estas alturas, ya son efectos secundarios del apocalipsis. Las personas son una amenaza aún más grande que los muertos.
Han transcurrido varios meses después del último ataque a la prisión por parte del Gobernador y su ejér...
CARLDIVISÓ en la distancia a Asher, Patrick y varios chicos más. Se acercó, habiéndole dado un gesto militar como despedida a Lynn.
Los niños parecían estar hablando con los caminantes. Carl miró a sus dos amigos en busca de alguna respuesta y frunció el ceño.
—Creen que los zombis quieren ser nombrados —explicó rápidamente As —. Y encima van y se creen que les gusta porque se echan contra la verja —el rubio abrió los ojos con desespero —. Y yo que creía que Lynn estaba mal...
—¿Les ponéis nombre? —les preguntó Carl, llamando su atención.
—Bueno, uno lleva una chapa así que... —respondió Mika, la más pequeña —se lo hemos puesto a todos.
—Tenían nombres cuando estaban vivos, ahora ya no.
—No están muertos —intervino Lizzie, mirando a As con una sonrisa siniestra. El chico trató de no darle demasiada importancia; aquella rubia había estado acosándole ocularmente desde que supo sobre él y eso le inquietaba —, son distintos.
—¿Qué coño quieres decir con eso? —preguntó Carl.
—Está claro, tío —susurró As —. Están pirados.
—Ellos no hablan, ni piensan: devoran personas —recalcó Carl.
—Mucha gente mata y tienen nombres —repuso Lizzie.
—¿Tú has visto lo que hacen? ¿Has visto a alguien morir así?
—Sí, lo he visto.
—No son personas, ni mascotas. No les pongáis nombre.
—Tenemos que leer, vamos —sentenció Lizzie, al resto de niños. Parecía ser la cabecilla de todos ellos —. Adiós, As.
—Adiós... —devolvió un tanto confuso. Carl rió con burla y Patrick le siguió.
—El gran As, invencible en las apuestas, tiene una admiradora... —exageró Carl.
—Tío, ¿cómo lo haces? —preguntó Patrick —. Ni siquiera lo intentas.
—No os burléis —amenazó —. Ser guapo es un lastre. Ahora tengo a la acosadora más pirada encima mía.
—Lizzie tiene su punto —intentó Patrick —cuando no le pone nombres a esos bichos.
—No me jodas... —susurró Asher —. Vamos a hacer algo interesante. Me aburro.
—No, Patrick tiene que leer cuentos —siguió riéndose Carl.
—Solo voy aveces —se defendió el chico, As se cruzó de brazos —. Soy un inmaduro, ¿qué se le va a hacer?
—Está bien, está bien —asintió Asher, acercándose malignamente a su mejor amigo —. Carl... ¿te apuestas...
—Ni de coña —le interrumpió. No quería escuchar más.
—Ni sabes lo que te iba a decir, idiota.
—Era una apuesta —dijo —. Bastante me la jugaste la última vez. No pienso pasearme en ropa interior por el patio de nuevo: mi padre creyó que había pasado algo... fue todo un papelón y fue gracias a una puta apuesta. Así que no, no sigas.
—Que rencoroso...
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