Capítulo 5

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Astrid

Habíamos estado pasándola bien juntas sin siquiera tomar un trago. Nos colamos en un grupo de chicos y chicas que fueron amigables con nosotras, estuvimos bromeando, riendo y pasándola bien. Incluso, un chico que se llama Dan, me invitó a bailar y acepté.

Creo que alrededor de dos horas estábamos aquí, pasándola bien, sin saber de los hermanos. En ningún momento habían aparecido y yo ya no estaba tan interesada buscando a Ángel.

Era mi primer fiesta y a decir verdad, con el grupo en el que estaba, era tranquila y cool.

Selina estuvo bailando con otro chico y llegó el momento en que nos cansamos, fuimos a sentarnos en unos pufs cercanos para descansar los pies. Hablamos de lo bien que la pasamos.

—Quiero ir al baño—musita Sel mirando el pasillo de la planta baja, que suponía yo habían habitaciones y baños ahí—. Esperame aquí.

Frunzo el ceño.

—¿No quieres que te acompañe?—soné preocupada.

—Si estuviera borracha, claro que sí—rió y me guiñó un ojo—, vuelvo enseguida.

Pasaron treinta minutos y Sel aún no aparecía. Quería creer que de camino o salida se topó con el chico que bailaba e iban a enrollarse, hasta que pasó más de treinta minutos y ella seguía sin aparecer.

Saqué mi celular y empecé a marcarle. Éste me enviaba automáticamente a buzón. Había una espinita en mi corazón y pecho hincándome, diciéndome que algo estaba mal. Algo malo sucedería. Pero, no sabía qué.

Me levanté del puf y caminé al pasillo en el que ella entró,por suerte, éste no estaba tan oscuro. Había una ventana al final en la que entraba luz del patio. Habían tres puertas, en dos no pude entrar, y la última, era el respectivo baño pero no había nadie. Y sí, me arriesgué a encontrar a alguien aquí haciendo sus privadas necesidades, pero lo valía para encontrarla a ella.

Dudé en subir.

Así que, volví a marcarle  a su celular y seguía mandándome a buzón.

—Demonios Sel—quise estrellar mi cabeza contra el espejo del baño.

Sin más, emprendí mi camino a la segunda planta. Subí las escaleras de caracol de dos en dos, y rogué no encontrarme con alguien aquí arriba, más con los hermanos. Habían dos pasillos, que guiaban  mínimo a seis puertas de cada pasillo.

Por un carajo, son muchas puertas. Pero seguía latiendo algo en mí preocupante. Esperaba encontrarla aquí, enrollándose con el tipo, interrumpiendo su hora feliz por solamente haberme preocupado, pero tenía una justificación de que ella me había dicho que volvía enseguida.

Giré a la derecha y abrí la primera puerta. Era como una  oficina así que cerré.

—¡Selina!—llamé y no hubo respuesta. Aquí arriba se escuchaba solo.

Las otras puertas restantes seguían siendo habitaciones, un baño, y algo así como una sala de videojuego. La última puerta, que era de color negro, tenía el cartel «no pase» en letras rojas. Supuse, que era la habitación de Ángel.

Las manos me picaban por girar del pomo y entrar a ver qué me conseguía. Pero sería invadir privacidad y yo estaba buscando a mi amiga.

Caminé rápido al pasillo izquierdo. Todas las cuatro puertas de este lado estaban cerradas y pegué el grito al cielo.

La sensación palpitante de que algo malo iba a pasar no se iba. Ella me lo había dicho, que tenía un mal presentimiento. Y le dije que nada malo podría pasar.

El secreto de Ángel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora