Capítulo 11

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Astrid

Llegué a casa. Me sentía agotada, había estado haciendo muchas tareas hoy en el salón, el Instituto  Saphiro era el mejor y definitivamente también un agotador.

Dejé mi mochila en el sofá de la sala y desde la cocina, escuché a mi mamá hablar con alguien. Podía ser el tío Zack. Fui a la cocina, y lo más inesperado fue ver a Ángel sentando en uno de los bancos, apoyando sus codos en el mesón, viendo con atención a mi madre.

—¿Ángel?

Mi madre volteó rápidamente tanto como él.

—¡Astrid! Ya llegaste cariño, ¿cómo te fue?—mi madre se acercó a besarme a mi mejilla, pero no reparé en ella aún, seguía observando a Ángel, sentando en mi mesa.

En mi casa.

—Bien...—hablé en voz baja.

—Ángel quiso venir a verte, le dije que estabas por llegar—nos sonrió a los dos—, los dejaré solos.

Acarició mi brazo y salió de la cocina.

Éste momento para mí era muy incómodo, ya que no lo veía desde el domingo, luego de que íbamos a compartir  un momento íntimo. Ahora él estaba en mi casa, se veía relajado aunque sé que por dentro debía estar pensando miles de cosas malas y buenas. Se veía un poco tenso igual que siempre, su rostro seguía sereno y portaba la delicadeza de su belleza. Su piercing en la nariz, le daba ese toque de chico malo que me gustaba.

¿Qué me había hecho Ángel que me tenía casi a sus pies? Y no nos conocíamos de toda la vida, apenas hemos compartido un momento y siento que ya quiero estar con él siempre. Ayudarle.

—¿Qué haces aquí? Pensé que estabas en el Instituto—hablé por fin en cuánto había conseguido el control de mi voz.

—No quería—dijo sin más.

No quería moverme, me quedé parada en mi lugar,mirándole desde aquí.

—¿Cómo supiste dónde vivía?

—Leonardo me dijo.

Asentí a su dirección.

Nuevamente habíamos quedado en silencio. Las palmas de mis manos sudaban de los nervios que Ángel causaba en mí y había un leve tembleque en ellas que me hizo resguardarlas detrás de mi espalda.

Pasé mi peso del la pierna izquierda a la derecha. Me estaba cansando de estar parada y si me sentaba frente a Ángel o a su lado, iba a perder el control por al menos tocarle, o rozarle.

—Ángel, ¿qué viniste hacer? Estoy agotada y...

—Quería verte—me interrumpió. Se levantó del banco y caminó hacia mí, se quedó justo delante, a pocos centímetros—. Cada que te veo aumentas mis latidos y sentidos. Pensé que eran cosas mías, quería volver a intentar sí es verdad y lo es—sus palabras calaron lo más profundo de mí. Tenían doble sentido.

—Eso es...

—Abrumante—volvió a interrumpirme.

Negué la cabeza.

—Para mí, no—admití. Sus ojos negros brillaban, él no sonreía, se mantenía igual de serio—. ¿Nunca sonríes?

—No.

—¿Quieres sonreír?

—¿Me harás sonreír?

Mis latidos aumentaron.

—Sí quiero—confesé.

Ángel estaba abriéndose hacia mí más de lo normal. Me gustaba eso, en éste instante estava ansiosa, nerviosa y feliz. Alegre.

El secreto de Ángel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora