Capítulo 9

717 104 32
                                    

Astrid

Tomé asiento junto a  Leonardo. Había una silla disponible entre él y Layne y no dudé en sentarme ahí. Tenía una cierta seguridad y confianza con él, creo que se debía a que era más tratable y gentil.

Estaba nerviosa.

Mamá, el tío Zack, el señor Tayser ser y la abuela hablaban sobre algo que no llegaba a escuchar, pero sí se veían interesados y entretenidos.

Podía escuchar las voces idénticas de las gemelas reír, y su hermano Dasher maldecir por lo bajo a lo que creo era su teléfono aún.

Estábamos esperando la comida. Lo único que yo hacía era observar y escuchar. Observaba de vez en cuando a mi madre, me quedaba mirándola por segundos y me alegraba verla reír y volver a ver que obtenía aquel brillo en sus ojos que siempre tenía.

En momentos que mi corazón lo pedía, veía a Ángel a pesar que Leonardo estuviera obstruyendo prácticamente mi vista hacia él. Como siempre, él estaba callado, en su mundo, mirando algún punto del comedor pensando, ensimismado. Quisiera saber qué pasaba por su mente.

Éstos momentos para mí eran incómodos.

—Y, ¿cómo dormiste?—escuché a Leonardo preguntarme y levanté mi vista. Sus ojos azules eran muy bonitos, aunque también de ser azules contenían verde. Su mirada siempre parecía ser graciosa, divertida y simpática. A mi parecer, Leonardo era el que tenía más sentimientos que de los dos.

Carraspeé antes de hablar. Tenía la garganta seca y podría ser que mi voz saliera rasposa.

—Bien—mentí. Toda la noche no pude dormir casi, cada que cerraba mis ojos, Ángel aparecía frente a mí. Me vine quedando dormida una hora antes que sonara la alarma.

Leonardo achicó sus ojos, descubriendo mi mentira.

—Hiciste un buen trabajo con el maquillaje—bramó y ladeó una sonrisa—. Es una verdadera molestia lo que hizo Layne en ese rostro tan precioso—volteó su mirada hacia su hermano, no supe ver cómo lo observaba o qué le decía.

Así que, reí entre dientes y volteé mi mirada al frente.

—Selina me ayudó—dije y volví a fijarme en Leonardo. Noté una leve reacción diferente en él, en el momento que escuchó el nombre de mi amiga. Enarcó su ceja.

—Pues muy bien le quedó el trabajo—halagó a su favor y asentí de acuerdo—, por cierto, ¿cómo está ella? ¿Recordó alguna cosa? Porque si es así, en gran lío que nos metimos.

Mordí mi mejilla interior.

—Ella está bien. No recordó nada—soné muy dura con mi tono de voz.

Pero con lo referido de anoche, aún me molestaba un poco, me fastidiaba. Estar en este lugar lo revivía todo. Y más teniendo a Ángel a pocos metros de mí.

—Hey, lo lamento mucho, de verdad.

Leonardo posó una de sus manos en mi hombro y le dió un suave apretón. Le devolví una sonrisa algo forzada.

Él no tenía culpa de nada, más bien, me ayudó a salir de ahí creyendo en mí.

Cinco muchachas del personal salieron de la cocina con platos en una bandeja grande y los platos lo fueron posados a cada uno de nosotros. El aroma a pasta envuelta en salsa bechamel, con champiñones, trozos de carne y tocino, inundó mis fosas nasales haciendo mi boca agua.

—Huele exquisito, ¿no?

—Sí—contesté de inmediato.

El plato que tanto esperaba fue posado frente a mí y el aroma se hizo más fuerte y agradable. Mi estómago rugió y en ese mismo momento Leonardo se carcajeó.

El secreto de Ángel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora