Capítulo 10

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Astrid

Mi mente estaba procesando lo que había dicho hace unos segundos. ¿Sentía vacío? ¿Se sentía sin amor, a falta de eso? ¿Él quería que lo llenaran de mimos y amor?

Muchas preguntas sin respuestas. Preguntarle, le ocasionaría un caos en su mente, porque si es así como él dice, que se distorsiona... no quería volverlo un lío.

Lo único que se escuchaba en la estancia del baño eran nuestras respiraciones y gotas de agua caer del grifo mal cerrado. Ángel aún tenía su mano en mi brazo, reteniéndome, impidiendo que cruzara esa puerta.

¿Por qué? ¿Por qué lo hacía? Pensé que me odiaba. Aún lo pienso. Su mirada destilaba puro odio y maldad anoche, pero ahora era diferente. Se veía cansado, triste, débil, abrumado, adolorido. Me causaba cierto mal verlo así.

Me dolía también.

Quería... quería ayudarlo. Pero era complicado, él es diferente al resto, es una persona peligrosa, no sabría cómo tratar con él. Tampoco sabía si Ángel quisiera ser mi amigo o dejarme ayudarle.

Estaba vuelta en un gran problema.

Tenía mi mente dando vueltas y vueltas, me sentía nerviosa, ansiosa. No sabía qué decirle aún, él espera una respuesta, algo,lo sé, porque me mira con esos enigmáticos ojos negros que me atrapan esperando algo.

Él espera alguna respuesta de mí. ¿Qué debería hacer? ¿Olvidar lo que sucedió anoche y aceptar lo que él es? ¿Guardar su secreto? No podía hablar de ésto con la policía, ¿me creerían? No. ¿Delataría e hundiría la familia de mi madre? Tampoco.

Creo que me callaría mejor.

—Astrid—me llamó. Mi nombre en sus labios fue lo más precioso que escuché en toda mi vida. No podía creer que, él me haya llamado en busca de que dijera algo.

Pero yo estaba como en un trance. Sin palabras. Quería hacer algo descabellado y loco.

—¿Quieres sentir? ¿Te gustaría sentir, Ángel?

Mi pregunta pareció descolocarlo un poco. Parpadeó varias veces y, su mano dejó de estar en mi brazo. Dejó ambos brazos al lado de su cuerpo y me observó en silencio, como siempre. Me gustaría saber qué pensaba justo ahora.

Me moví en mi lugar, echándome atrás. Terminando de cerrar la puerta al haber recostado mi espalda en ella. Mordí mi labio interior del nerviosismo, porque la pregunta que le hice fue muy personal, profunda.

—¿Sentir qué?

Mordí mi mejilla interior. Me columpié  en un pie sin quitarle la mirada de sus ojos.

—Amor—dije al fin y Ángel no hizo ninguna expresión negativa ni positiva. Se mantuvo sereno.

—No lo sé... —pareció confundido de nuevo. Desvió su mirada a la ducha y ahí se quedó—, ¿quiero?

Sonó a pregunta. Fruncí el ceño al tiempo que negaba con mi cabeza.

—¿Qué quieres realmente, Ángel? —pregunté en un susurro.

Ángel. No debería llamarse así. Porque por dentro, si te fijabas bien en sus ojos podías ver la maldad y oscuridad en ellos, le quedaría mejor Lucifer.

Escuché un resoplido de su parte.

—Lo siento—murmuró. Hice una mueca de confusión al no entenderle, pues, no sabía porqué se disculpaba.

—¿Qué sientes?

—Anoche. Te golpeé y Layne también—admitió y impulsé mis cejas hacia arriba de la pequeña sorpresa.

El secreto de Ángel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora