Capítulo 2

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Astrid

Resoplé cuando cerré mi block. Estábamos terminando dibujo técnico, el profesor estaba escribiendo en la pizarra la tarea para casa. Selina y yo coincidimos en todas las materias menos en educación física. Ella va a básquet y yo a natación.

Conocerla a ella únicamente me ha hecho bien, creo que ya no me hace falta conocer a más nadie aquí. Me súper basta con Selina. Aunque, aquellos chicos, los hermosos Dubrovnik, Ángel se llevó mi atención por completo.

Aún me acordaba de su perfil, de lo guapo y enigmático que era. Se veía completamente oscuro. Como un chico malo. Dada la casualidad que también los hermanos iban a mi mismo bloque. Alguna materias sí y otras no, pero me los topé en historia, biología, arte, química y teatro. Los observaba de lejos, más a Layne, que parecía ser un poco torpe—o se hace—, y extraño.

¿Los Dubrovnik eran así de raros? Me causó mucha confusión al saber que ellos no eran populares y que jamás se hablaban de ellos aquí en Saphiro, ¿y entonces? ¿No eran nadie? Eso era muy raro. En mi otro Instituto, Blake era el chisme de todos. El mujeriego, bah, ya saben.

Cabe decir que sí era guapo, pero éstos chicos son los propios modelos de Calvin Klein. Lo podía asegurar. Lo que me causaba tanta curiosidad es saber el porqué hacen de que ellos no existen. Claro y el saber de porqué Ángel es tan callado y parece estar ensimismado en su mismo mundo.

Lo estoy observando justo ahora. Hace un rato salí del salón, copié la tarea y vine a la cafetería. Era la hora de la merienda. Estaba con Selina haciendo la cola para pedir nuestra comida.

Ella estaba hablándome de lo bien que se sintió actuar frente a un público haciendo el papel de Rapunzel, mientras que mis ojos estaban puestos fijamente en Ángel. Él estaba dándole vueltas y vueltas a su comida. No había probado un sólo bocado desde que le vi servirse.

Dios, parecía una acosadora. Dicho y hecho, por mala suerte que tenía, aún mantenía mi vista en él cuando giró su rostro y me observó directamente. La sangre se me agolpó en el rostro y desvíe la mirada rápidamente.

¡Cielos!

Eso fue... Cielos.

Terrorífico. Me observó seriamente. Y directamente a mis ojos. ¡A mis ojos! Mis mejillas estaban muy rojas. Qué vergüenza, quizá él sabía que llevaba un muy buen rato mirándolo.

—¿Astrid? ¿Me escuchas?

Me dirijo a Selina, que me observa ahora con los ojos entre cerrados.

—Estás ruborizada—asegura y trago saliva—. ¿A quién veías? ¿A Layne? ¿Leonardo? ¡Ajá! Ya sé, a Ángel.

Abrí los ojos y le siseé que bajara la voz.

—Me miró—musité bajito. La cola avanzó y nosotras también avanzamos—. Fue inesperado y volteé rápidamente. ¡Aaay! Seguro pensará que soy una acosadora o algo por el estilo, ¿te imaginas? Que vergüenza, ya hice una de las mías, pasé...

—Shhhh—dijo y me callé—. Relájate Astrid. No puedes ser su acosadora porque no llevas viéndolo, ni siguiéndolo un año, ¿o sí?—enmarca su ceja con descaro.

Yo hago una mueca.

—No—respondí cruzándome brazos.

—Entonces no eres su acosadora—vuelve a adoptar su sonrisa contagiosa—. Entiendo totalmente porque lo miras tanto. Es realmente guapo.

Asiento y, de nuevo, me dirijo a Ángel. Él ahora está de espaldas. Dioses, gracias al cielo. Aunque me frustra un poquito no verlo directamente.

Poso mi vista en la cola y me doy cuenta que ya casi estamos llegando.

El secreto de Ángel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora