Capítulo IV

2.8K 313 34
                                    

"Thalia incendia Nueva Inglaterra..."

Artemisa había asegurado que se acercaba el alba, pero nadie lo habría dicho: estaba todo más oscuro, más frío y más nevado que nunca.
Las cazadoras levantaron el campamento tan deprisa como lo habían montado. Ellas parecían tranquilas en medio de la nieve, pero yo permanecía tiritando mientras Artemisa escudriñaba el horizonte por el oeste. Skylar estaba en pie junto a los hermanos diAngelo y cargaba a Hécuba entre sus brazos mientras observaba los árboles del bosque, como si esperara que Hécate volviera a aparecer allí.

Thalia y Grover se me acercaron, deseosos de saber lo que había ocurrido durante mi audiencia con la diosa.
Cuando se lo conté, Grover palideció y Thalia frunció el ceño.

— La última vez que las cazadoras pisaron el campamento, la cosa no fue demasiado bien. — explicó el sátiro.

— Y Bianca se ha unido a ellas... — dijo Thalia, indignada — No me puedo creer que se lo hayan ofrecido a Skylar también.

— Toda una eternidad con Artemisa...

Thalia puso los ojos en blanco.

— Sois increíbles los sátiros. Todos loquitos por ella, ¿cuándo vais a entender que nunca os va a corresponder?

— Es que... le va tanto la onda de la naturaleza. — Grover parecía casi en trance — Me chifla, sí. Es cierto.

————— ψ ——————

El cielo comenzó a clarear al fin. Artemisa murmuró:

— Ya era hora. ¡Es tan perezoso en invierno!

— ¿Estás esperando eh... la salida del sol? — le pregunté.

— Sí, a mi hermano.

Yo no quería ser grosero. Es decir, conocía los mitos de Apolo conduciendo por el cielo con su carro del sol. Pero también sabía que era una estrella situada a no se cuantos millones de kilómetros.

— No es exactamente lo que crees. — dijo Artemisa, como si me leyese el pensamiento — No mires hasta que haya aparcado.

"¿Aparcado?"
Desvié la vista y vi que los demás hacía  lo mismo. La luz y el calor se intensificaron hasta que me dio la sensación de que mi abrigo iba a derretirse. Y entonces la luz se apagó.
Me volví. No podía creerlo. ¡Era mi coche! Bueno, el coche con el que soñaba para ser exactos: un Maserati Spyder descapotable rojo. Era impresionante. Resplandecía, aunque enseguida comprendí que relumbraba porque el metal estaba al rojo vivo.

El conductor bajó sonriendo. Parecía tener dieciocho años y, por un minuto, tuve la incómoda sensación de que era Luke. El mismo pelo rubio rojizo; el mismo aspecto saludable y deportivo. Pero no. Era más alto y no tenía ninguna cicatriz en su cara, incluso su sonrisa parecía más juguetona (Luke no hacía más que fruncir el ceño y sonreír con desdén últimamente). El conductor del Maserati iba con tejanos, mocasines y una camiseta sin mangas.

— ¡Hermanita! — gritó Apolo. Si hubiera tenido los dientes más blancos, nos hubiera dejado ciegos a todos — ¿Qué tal? Nunca llamas ni me escribes.

Artemisa suspiró.

— Estoy bien, Apolo.

— Bueno, ¿qué pasa? — la interrumpió — Tienes a todas las chicas contigo, por lo que veo. ¿Necesitas unas clases de tiro con arco?

Artemisa apretó los dientes.

— Necesito un favor. He de salir de cacería sola y quiero que los lleves al Campamento Mestizo.

𝐓𝐇𝐄  𝐓𝐈𝐓𝐀𝐍'𝐒 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄 || PJO 🔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora