Capítulo VIII

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"Hago una promesa arriesgada..."

Blackjack me llevó volando a la playa, lo cual, debo reconocerlo, es siempre una pasada. Montar en un caballo alado, pasar rozando a ciento ochenta por hora con el viento alborotándote el pelo y la espuma rozándote la cara... Bueno, es un sensación que le da cien vueltas al esquí acuático.

"Aquí es"

Blackjack redujo la velocidad y descendió en círculo.

"Al fondo, en línea recta"

— Gracias. — me deslicé del lomo y me sumergí en el mar helado.

En los dos últimos años me había acostumbrado a ese tipo de acrobacias. Ahora ya era capaz de moverme a mis anchas bajo el agua, simplemente ordenando a las corrientes que se contentraran a mi alrededor y me impulsaran hacia delante. Podía respirar bajo el agua y la ropa no se me mojaba si yo no quería.
Me lancé hacia las profundidades.

Seis, nueve, doce metros. La presión no me molestaba. No sabía si también habría un límite de profundidad para mí; nunca había hecho la prueba.
Al acercarme al fondo vi a tres hipocampos nadando en círculos alrededor de un barco volcado. Eran preciosos, y algo los inquietaba.
Me aproximé y vi de qué se trataba. Había una forma oscura atrapada bajo el barco en una red: una de esas redes que usan los pesqueros de arrastre para llevárselo todo a la vez. Yo aborrecía ese tipo de artilugios; cuando las redes se enganchaban, siempre había algún pescador perezoso que las cortaba, dejando morir a las presas que quedaban atrapadas.

La pobre criatura habría estado deambulando por el fondo de Long Island y se había enganchado. Los hipocampos nadaban en círculos de modo frenético, con el deseo de ayudar, aunque sin saber muy bien cómo. Algunos incluso se habían puesto a mordisquear la red.

"Ayuda, señor", dijo uno nada más verme. Los otros se sumaron a la petición.
Avancé nadando a echarle una mirada de cerca a la criatura atrapada.

— ¡Muuuu!

Me acerqué más y vi que era una vaca. A ver, yo había oído hablar de las vacas marinas (como los manatíes y demás), pero aquella era una vaca de verdad, sólo que con los cuartos traseros de una serpiente. Por delante era una ternera, y por detrás tenía una cola negra y marrón con aletas en el lonl y el vientre, igual que una anguila gigante.

— Wow, pequeña. — dije — ¿De dónde sales?

La criatura me miró tristemente y mugió.
No podía captar sus pensamientos. Sólo hablo la lengua de los caballos.

"No sabemos qué es, señor", me informó uno de los hipocampos. "Están apareciendo cosas muy extrañas"

— Ya. — murmuré — Eso he oído.

Destapé a Anaklusmos y la espada creció hasta alcanzar toda su envergadura. Su hoja de bronce relumbró en la oscuridad.
La vaca-serpiente se asustó y comenzó a forcejear otra vez con los ojos desorbitados.

— ¡Oye! — traté de tranquilizarla — ¡Que no voy a hacerte daño! ¡Déjame cortar la red!

Pero ella se revolvió enloquecida y se enredó todavía más. El barco comenzó a ladearse, amenazando con venirse encima del pobre animal.
Tuve que guardar la espalda y ordenar a los hipocampos que me ayudaran a empujar en cuanto diera la orden.

— Ya casi está, Bessie. — le dije. No me preguntéis por qué empecé a llamarla así, me pareció un nombre adecuado para una vaca — Buena vaquita, vaquita linda.

Finalmente conseguí desprenderla de la red y la vaca-serpiente se deslizó bajo el casco y dio un salto de alegría en el agua.
Los hipocampos relincharon de contento.

𝐓𝐇𝐄  𝐓𝐈𝐓𝐀𝐍'𝐒 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄 || PJO 🔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora