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— ¿Porqué demoran tanto? — nuevamente preguntó. Su esposo le rodeó la cintura con uno de sus brazos y con el otro acarició su cabello.

— Es un proceso rápido pero recuerda que no es legal.

— Aún así— protestó — Se supone que son médicos profesionales.

— Y claro que lo son — le tomó el rostro entre sus manos. Su mirada reflejaba la inmensa angustia que sentía — trata de calmarte.

Asintió no tan convencida. Su esposo la había llevado a una de las mejores clínicas de el país para que se llevase acabo el análisis de ADN.

Aquella noche, cuando la joven se encontraba inconsciente, no lo dudó y con una pequeña jeringuilla extrajo un poco de su sangre.

Su instinto de madre, le decía, no, le gritaba que aquella niña que fue arrancada de sus brazos aún con aquel cordón umbilical, estaba frente a sus ojos. Era tan hermosa.

Ahora, un mes después, cuando ya había reunido el valor suficiente para enfrentarse a la realidad de unos resultados finales, en compañía de su esposo, esperaba impacientemente en aquella sala de espera de el laboratorio clínico.

— Señores — les llamó el doctor quien se quitaba la mascarilla y se secaba el sudor en su frente.

Kikyo de un salto se puso en pié y Naraku le colocó una mano sobre su hombro derecho y  apretó delicadamente siendo una señal para la mujer que se estaba volviendo loca con tanta espera

— Aquí tienen los resultados.

Extendió su miembro y en su mano había un pulcro sobre blanco. Kikyo lo tomó rápidamente y les dió la espalda a los hombres que le veían nerviosos.

Naraku le dió las gracias al doctor y también le entregó el cheque. El galeno se despidió con un fuerte apretón de manos.

Kikyo veía una y otra vez el sobre que sostenía entre sus manos temblorosas. Nuevamente la escena se repetía

¿Cuántas veces sostuvo un sobre con inmensa emoción y luego aquellos resultados negativos estrujaron su corazón?

Esta vez quería que las circunstancias fuesen diferentes y aunque no le fue para nada sencillo controlar el deseo de romperlo, le pidió a su esposo que la llevase a casa.

Quería estar en su habitación y de ser posible, desfallecer para siempre en su cama si los resultados no eran los esperados.

— ¿Estás segura? — la cuestionó Naraku viendo el sobre que se movía como una hoja seca azotada por el viento en las pálidas manos de su mujer.

Ella se limitó a asentir y se limpió las lágrimas negras con un pañuelo que él le tendió. Su maquillaje se había estropeado por completo

— Está bien, vámonos.

Su esposo le abrió la puerta y ella subió al vehículo, guardó el sobre en su bolso de mano y se abrochó el cinturón. Naraku rodeó el auto, subió y lo puso en marcha de inmediato.

Mantenía su mirada fija en la calzada aunque en ciertas ocasiones veía el perfil de su esposa...

Lucía abatida y sus ojos hinchados.

Colocó una mano sobre el muslo femenino y lo acarició lentamente. Kikyo suspiró hondamente y apoyó su cabeza en el frío vidrio de la ventana y cerró sus ojos. Naraku regresó su mano de nuevo al volante y condujo con el cuidado de no despertar a Kikyo.

Necesitaba descansar, toda la noche se la había pasado dándose vueltas y vueltas en la cama. Él también lo estaba, obvio que sí, era un ser humano con emociones, con sentimientos, con deseos y añoraba poder abrazar a aquella niña, aquel fruto de sus luchas, de sus tormentos, de sus desvelos.

Aquel vejete nunca lo aceptó, nunca estuvo de acuerdo que su única hija se hubiera enamorado de un don nadie, como solía llamarle.

Ahora, siendo el segundo empresario más reconocido en todo Japón, después de los Taisho, se reía de cómo cambiaron las cosas...

Al llegar a casa, bajó de el auto y abrió la puerta de el copiloto, cargó a Kikyo de manera nupcial y entró a casa. Yuka, la chica de el servicio le ayudó a acomodarla en la cama, la arroparon y luego Naraku le ordenó que preparara el almuerzo mientras él se daría una ducha rápida.

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— Sabes, te diré lo que pienso — la albina rodó los ojos. Conocía perfectamente a su amiga y sabía que de su boca no saldría nada positivo — Estás completamente loca si piensas que Sesshomaru te verá como una mujer.

— Vaya — Kanna se incorporó y tomó un poco de su bebida —  gracias por tu comentario tan directo.

— deja el sarcasmo. Es la realidad — Abi le dió un trago a su jugo de naranja— para Sesshomaru solo eres su cuñada.

— Mi hermana está muerta — recalcó con los dientes apretados. Abi asintió.

— Y por esa misma razón es que sigues bajo su techo.

Kanna nuevamente se recostó en su silla playera y se colocó las gafas de sol. Obviamente la estúpida de Abi tenía toda la razón.

Ella simplemente estaba en casa de Sesshomaru porque él le seguía viendo y tratando como su dulce cuñadita... Eso hacía que su sangre viajara por sus venas como si fuera agua.

Kagura había muerto y ella ya no era una escuincla. Se sentía lo suficiente capaz como para complacer a Sesshomaru en todo el significado de la palabra, sin embargo, las cosas no eran tan sencillas con la presencia de la estúpida chica de largos cabellos negros y ojos azules.

No se requería ahondar en el asunto para saber que traía demasiado colado a Sesshomaru ¿Su prometida? Eso era lo más estúpido, ridículo y mientras ella estuviera bajo el cuidado de él jamás le permitirá a Kagome ser la señora de Taisho... Eso jamás.

— ¿Qué pasaría si me embarazo de Sesshomaru?

Dijo rompiendo el silencio tétrico que se había formado. Abi arrojó bruscamente el trago de jugo que había llevado anteriormente a su boca.

Giró su cabeza y la quedó viendo como si lo que tuviera en frente fuera un aliens. Kanna se encogió de hombros ignorando la mirada perpleja de su mejor amiga.

— Espero que lo que haz dicho solo sea una ocurrencia loca.

— ¿Y si no?

— Entonces no sé cómo pretendes lograrlo. Sesshomaru jamás te haría el amor.

— Eso ya lo veremos Abi... Ya lo veremos.

Sexo, Sudor y Lágrimas (Versión Sesshome) TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora