Capítulo 10.

406 67 22
                                    

—Se hacen llamar hævner.— Anunció Samuel, dejando un libro sobre la mesa con cierta brusquedad.— Así llaman a los seguidores de La Hermandad.

—¿Hævner?— Inquirio Mangel.— ¿Qué significa eso?

—Vengador.— Respondió Luzu, alejándose del computador.— En Danés.

—¿Dijeron exactamente lo que quieren?— Preguntó Elizabeth, comenzando a repartir los cafés que había preparado a los chicos.

—No.— Respondió Manuel, apareciendo por la misma puerta por la que Samuel había entrado anteriormente, con sangre en las manos.— No parecen querer decir mucho.

—¿No es peligroso tenerlos aquí?— Indagó Rúben.

—¿Por qué lo dices?— Preguntó Guillermo.

—No sabemos si intentarán venir por ellos.— Respondió, a lo que Raúl rió.

—No creo que a La Hermandad le importe salvarlos, son asesinos.— Dijo Raúl, sonriendo irónicamente.

—No a salvarlos, a matarlos.— Corrigió Rúben.— Son cabos sueltos para ellos, no podemos arriesgarnos a nada.

—Le doy la razón.— Hablo David, ganándose las miradas de todos.— Si bien sabemos que La Hermandad no tiene problemas para entrar al pueblo cada que quieran, no podemos dejar que entren a la casa donde viven Mangel y Manuel.

—No podemos matarlos aún.— Objeto Alex.— Necesitamos repuestas.

—Y no creo que nos las den.— Respondió Elizabeth, señalando las manos de Manuel, las cuales tenían rastros de sangre.— Ni siquiera lo están haciendo por la mala.

—Debemos comenzar a movernos, más allá del pueblo, buscar en donde podamos.— Dijo Alex, ahora teniendo las miradas de todos sobre él.

—No podemos dejar el pueblo solo, porque ahora sabemos que no es seguro siquiera de día.— Respondió Rúben.

—Podríamos ir la mitad.— Propuso Mangel.— Así no dejaríamos el pueblo solo.

—Seríamos solo cinco en el pueblo, ¿creen que sea suficiente?— Preguntó Raúl.

—No es un pueblo tan grande.— Contesto Guillermo.— Creo se funcionaria si nos organizamos de la manera adecuada.

—Hablaremos de esto con Merlón, ¿os parece?— Hablo Samuel, a lo que asintieron con la cabeza.

—Merlón se niega a venir aquí sabiendo que están los otros dos abajo.— Comentó Luzu, acercándose a la mesa donde estaban los demás.— Y tampoco podemos dejar la casa sola.

—Vayan ustedes, yo me quedaré aquí.— Anunció Elizabeth.

—¿Sola?— Indagó Mangel, a lo que ella asintió.

—Se defenderme bien, así que no os preocupéis.— Replicó, sonriendo ligeramente.

—Vale, no tardaremos nada.— Dijo Samuel, mientras todos se levantaban y salían de la casa, camino hacía con Merlón.

Elizabeth bufo, levantándose de su asiento mientras comenzaba a recoger la casa, pues estaba un poco sucia. Finalmente, tomó uno de los cuchillos de Manuel y bajo hacía el sótano, donde estaba los dos miembros de La Hermandad.

—Sabía que serías tú la que se quedaría.— Comentó uno de ellos, mirando a la pelinegra desde los barrotes de la celda.— Y me sorprende que hayan dejado que estes sola.

—Se defenderme bien.— Respondió seca, sentándose en la silla frente a ambas celdas.

—Oh, lo se muy bien.— Siguió el mismo, arrastrando su cuerpo hacía la puerta de la celda, dejando ver su rostro con más claridad.

Wᴀʀʀɪᴏʀs || Kᴀʀᴍᴀʟᴀɴᴅ (EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora