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Tokio.

Se habían prometido que no habría más secretos, pero se sorprendieron a sí mismos mintiéndole al otro. ¿Problemas en el paraíso?

Su vida había sido difícil.

Más difícil de lo que ella pudiera pensar, aquello se lo había dejado en claro. Su madre había muerto cuando él era demasiado joven, mientras que su padre había seguido el mismo destino a una edad en donde se suponía que debías obtener herramientas para llegar a ser un buen hombre.

Y lo era, a pesar de las adversidades, Sergio era un buen hombre.

—Sé que Andrés no es santo de tu devoción, pero, él sigue siendo mi hermano y su muerte me sigue doliendo — Sergio le había alzado la voz, una vez mientras trataba de tranquilizarlo bajo un montón de libros tirados por todas partes, sin embargo, esas palabras llenas de veneno no iban en contra de ella.

Sergio aun sentía culpa por la muerte de su hermano, lo que es peor, sentía que el había apretado el gatillo.

Raquel se recargo en la pared, todavía confundida, aguantando las ganas de abrir la maldita puerta y gritarle lo que sentía, ella había sido paciente, se sentía al límite, simplemente no lograba entenderlo.

Simplemente esta vez no podía.

Se sentía inútil, como si fuera inservible y aquello le dolió mas cuando se dio cuenta que Sergio la hacía sentir así, como si apartándola de todo lograran solucionar sus problemas. Sergio tenía miedo, Raquel sabia eso, pero no comprendía porque simplemente no hablaba con ella, por qué se encerraba en sí mismo cuando podía hablarlo.

Raquel estaba cansada de luchar contra el muro de contención que protegía los sentimientos de Sergio.

Estaba cansada de ser quien diera el primer paso.

Raquel paso el resto de la tarde en compañía de Mónica, en poco tiempo se habían vuelto confidentes, en casi amigas. Por un lado, Mónica se sentía segura de estar con alguien que no fuera ladrón ni que tuviera pensamientos demasiado violentos y por el otro lado Raquel estaba cómoda con alguien que no tenía la menor intención de juzgarla.

Si ambas se hubieran conocido en circunstancias diferentes, podrían haber sido buenas amigas.

— ¿Habéis discutido? — Mónica preguntó luego de un rato en completo silencio. Raquel siempre hablaba primero, pero no esta vez.

—Algunos problemas con la planificación del atraco, pero se solucionarán pronto — mintió y bajo la vista hacia la taza de té, que ya se encontraba casi vacía.

—No deberías aguantar tanto — Raquel se removió incomoda, sintiéndose atrapada — Si no le dices tus pensamientos con respecto al atraco, él no las tomara en cuenta. A veces los hombres son un poco lentos en cuanto a las indirectas — la rubia sonrió, Raquel la miro y bajo los hombros, aliviada.

—Claro, lo haré — Raquel bebió de su té hasta que no quedo nada —Duerme bien, Mónica. Te veo en la mañana — Raquel se levantó y le guiño un ojo, amigablemente.

—Igual tú, Raquel. Fue una agradable tarde.

La noche inminentemente había caído bañándola con una medialuna que se elevaba con lentitud. Raquel sonrió con melancolía, con la sensación de que algo en su relación con Sergio se había roto, se preguntó por un instante si esa fisura se había partido en dos, separándolos tanto así que ninguno de los dos pudiera volverse a unir.

Entró a la habitación en silencio, sin siquiera mirarlo ni una sola vez. Mientras que Sergio escribía en su libreta, él tampoco se atrevió a mirarla.

"𝕷𝖆 𝖚𝖓𝖎𝖈𝖆 𝕱𝖎𝖘𝖚𝖗𝖆"©(SERQUEL) «La Casa De Papel»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora