III

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Habían pasado ya dos meses desde el divorcio y se podría decir que ambos habían avanzado un poco, o al menos eso parecía en el caso de Hinata, que buscó un empleo para poder mantener a sus hijos por sí misma. No necesitaba el dinero de Naruto: si fue capaz de renunciar a sus hijos, ella renunciaría a la ayuda que le ofrecía. Ella era lo suficientemente fuerte como para velar por sus hijos hasta que su cuerpo dijera "basta". Encontró trabajo como administrativa en una pequeña empresa, su currículum le permitió acceder fácilmente a esa empresa y pronto se vio haciendo números de nuevo por las mañanas, aprovechando que sus hijos estaban en la escuela. No ganaba un mal sueldo, lo justo para vivir de forma desahogada y sin apuros.

En cuanto a los niños, Boruto ya era mayor para aceptar que su padre había dejado de estar en sus vidas para siempre, pero a Himawari le costó aceptar la ausencia de su padre. Como niña que era Himawari, pues sólo tenía 10 años, no entendía por qué ya Naruto no estaba con ellos. Le dolía, pero su madre se esforzaba porque no notaran su ausencia, aunque era algo francamente complicado aceptar el papel de padre y de madre a la vez. Y ella siempre le tuvo mucho aprecio a su padre, con lo que mantenía una relativa esperanza de que todo podía tener solución.

— Mami, sabes que te quiero, ¿verdad?

A Hinata le enterneció esa muestra espontánea de cariño que manifestaba. Se había apoyado en sus hijos para salir adelante tras el traumático divorcio, pero cuando vio a sus niños tan preocupados por ella, fue cuando decidió que no volvería a dejar que la vieran así. Se levantó y comenzó a vivir por ella y por ellos.

— Claro que lo sé, Hima. ¿Por qué lo preguntas?

— Porque... Siento que no te lo digo mucho...

Estaba feliz, no podía mentir. ¿El divorcio le dolía? Sí, como no lo había hecho nada antes en su vida. Pero el que sus hijos valoraran sus esfuerzos la reconfortaba, y el saber que no le guardaban ninguna clase de rencor por no estar tanto tiempo con ellos le hacía relajarse, habían días en los que no se sentía como si estuviera haciendo su labor de madre bien, pero esos momentos disipaban esos miedos.

— Hima, sé que me quieres, tanto como yo te quiero, no te preocupes por eso. — dijo Hinata, con una sonrisa tan cálida que calmó el corazón de su hija.

Si su padre no quería compartir esos momentos con sus hijos, a Hinata ya le daba igual. Ella viviría por los dos.

Mientras que Hinata disfrutaba de las mieles de una vida relativamente normal, Naruto estaba prácticamente solo. Poco a poco, todos se fueron posicionando del lado de Hinata, sin entender el punto de vista de Naruto, que comenzó a dudar de si había sido la decisión correcta. Pero después de tanto insistir, tampoco podía pedirle que le diera una nueva oportunidad de ser una familia de nuevo. Solo le quedaban como apoyos Sasuke y Shikamaru, y ninguno de los dos estaba de acuerdo con lo que había hecho.

— Naruto, todos te dijimos que no era lo correcto y que estabas cometiendo un error. — dijo Shikamaru, que siempre se mostró muy cerebral, analizando la situación. — Pero, como siempre, actuaste por impulsos y no pensaste.

— Shikamaru, estoy jodido. — dijo Naruto, triste y extremadamente demacrado. — Todo esto me está superando...

— ¿Qué esperabas, idiota? Tu familia debía haber sido tu motivo para luchar, y ahora que la has alejado, y con ello a tus amigos, no tienes nada por lo que vivir. — dijo Sasuke, sentenciando a Naruto. — Nadie lloraría tu muerte a día de hoy.

— ¿Qué hacéis aquí entonces? — ya al Uzumaki no le quedaba nada de rabia en su cuerpo, ni de fuerza. Era un zombi que malvivía, pasando los días y esperando a que su cuerpo se desconectara de la realidad. — No necesito...

No hay vuelta atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora