XIII

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Hinata no sospechaba el vendaval que se aproximaba a su casa: un rubio totalmente decidido a recuperar su posición en el corazón de la mujer que amaba, a reparar todo el dolor que había causado y a hacer que volvieran a ser una familia de nuevo. Con una seguridad que recordaba al Naruto de tiempos pretéritos, antes incluso al fallecimiento de sus padres, se plantó en la casa de su amada ex esposa. Abrió la puerta y estaba sentada en el salón sola, degustando un té. Agradecía que los niños estuvieran con Hanabi, disfrutando de una afectuosa visita a su abuelo Hiashi, porque tendría tiempo e intimidad para hablar con ella.

Naruto no dijo nada, simplemente se sentó en el sofá, lo más cerca que podía de Hinata para poder ver mejor sus reacciones y poder decir lo adecuado en cada momento si le era posible; el problema era que Hinata lo alteraba con su sola presencia.

— ¿Cómo te fue en la primera sesión?

Naruto se quedó prendado de la dulzura que impregnaba la voz de Hinata, le hablaba con ese tono de voz que ella ponía siempre solo para él. Siempre se dio cuenta de cómo cambiaba el tono en función de con quién hablara; con los niños tenía un tono de voz más serio y fuerte, con sus amigos se mostraba más alegre y aguda; con Neji, Hanabi y su padre se mostraba tranquila y calmada. Pero con él la entonación se volvía extremadamente suave y dulce como la miel, el tono de una mujer profundamente enamorada.

— Bien, tuve un leve dolor de cabeza, pero la enfermera me dio un paracetamol y se fue aliviando poco a poco. Estoy bien ahora mismo.

Hinata se levantó a llevar la taza al fregadero y la limpió porque no le gustaba que hubieran cosas sin limpiar en la cocina, tenía esa manía. Siempre que hubiera algo que limpiar, lo hacía de buena gana. Cuando se giró tras fregar todo lo utilizado para prepararse la bebida, se vio aprisionada entre la encimera y Naruto, y flanqueada por los brazos de el Uzumaki. Hinata lo miró totalmente extrañada, incluso con algo de miedo, no esperaba que se acercara tanto a ella.

— ¿Naruto...?

— Yo lo siento, Hinata, pero no aguanto más... — dijo Naruto, casi suplicando por una oportunidad de hablar. — Tú eres lo único que me motivaba a aguantar la sesión, me pasé todo el rato mirando nuestras fotos, las tengo en el móvil y nunca quise borrarlas, no quiero borrarte de mi vida...

Las piernas de Hinata parecían de gelatina, la cercanía del rubio la intimidaba en exceso ya que sabía que le había costado mucho ser fuerte ante él, pero lo cierto era que cada vez se estaba mostrando más débil e insegura ante el poderío natural y la pasión que manifestaba en sus palabras.

— Naruto, estoy aquí, apoyándote...

— Hinata, lo quiero todo de ti. — la desesperación que impregnaba la voz de Naruto hizo que Hinata se tensara. — No quiero saber que me estás ayudando por lástima, quiero saber que me apoyas porque me amas tantísimo como yo lo hago. Porque sé que mis actos te indican lo contrario, pero te amo como siempre lo hice, mi amor.

Su voz estaba tan cargada de sentimiento y emoción que llegó directamente al corazón de Hinata, pero también sabía que ella tenía que intentar que no consiguiera doblegar su voluntad, debía mantenerse impasible, cosa que le costaba cada vez más. Los avances del rubio eran lentos, pero efectivos, y estaba consiguiendo hacer mella en Hinata.

— Naruto... Yo... No puedo... — a Hinata le dolía el negarse, pero no podía dejar de pensar dos cosas: que ya le había destrozado el corazón con el divorcio y que estaba luchando contra algo tremendamente serio, y volver a ilusionarse con él, que podía irse en cualquier momento, ya fuese porque se separara de ella o porque pudiera suceder lo impensable era algo que la mataría.

Naruto estaba desesperado, Hinata no atendía a razones. En dos semanas había hecho de todo para revivir la llama, pero esta parecía totalmente apagada, a pesar de que Hinata le había dicho que lo amaba. ¿Había malinterpretado las señales? Vista esa situación, solo podía hacer una cosa.

No hay vuelta atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora