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Quien no había descubierto demasiado tarde que su vida no era sencilla era Hinata. Sabía que iba a ser difícil adaptarse a su nueva situación, pero le estaba costando demasiado el hacer de madre y de padre a la vez. Sí, cierto era que contaba con la ayuda de Neji, pero una ayuda puntual no compensaba la ausencia de un compañero en su vida. No es que deseara volver a entablar una relación con alguien, porque ya había tenido suficiente con amar a Naruto y que la desechara; necesitaba alguien que estuviera para ella y sus hijos prácticamente de forma constante.

Hinata estaba sentada en el sillón, descansando un poco de su jornada tanto de trabajo como en su hogar. Daba gracias a que Hanabi se había llevado a sus hijos al zoo, porque así podría relajarse un poco de todo lo que había pasado en su vida en los últimos tiempos.

Por desgracia para Hinata, el timbre de su casa sonó con demasiada insistencia como para ignorarlo. Con la fuerza que le quedaba, fue a abrir la puerta, para encontrarse frente a frente con Sakura, que parecía muy triste y acelerada.

— Sakura, ¿qué...?

Sin que le dijeran nada, entró a casa de Hinata, cerrando la puerta tras de sí. Resopló con fuerza para calmar sus ánimos un poco. Cuando se fijó bien, pudo ver que la casa había dado un gran cambio: anteriormente pintada en colores cálidos, como amarillo o naranja, ahora todo estaba pintado de violeta o azules. Si Naruto entrara allí caería más hondo de lo que ya de por sí estaba, porque aquella casa ya no tenía nada de él.

— ¿Quieres un café? No tardo nada en prepararlo.

La señora Uchiha simplemente asintió ante el generoso ofrecimiento de Hinata. Entró al salón, totalmente cambiado con respecto a cuando estaba con su esposo. Nada era igual que antes, así que pensó que igual también nada era igual en su corazón. Pero eso era algo que valoraría por ella misma.

Cuando el café estuvo terminado, Hinata lo llevó al salón junto con unas pastas, para amenizar la charla que iban a tener. Porque ambas sabían que habrían temas muy importantes a tratar por parte de ambas féminas.

— ¿Qué te trae por aquí, Sakura? — preguntó Hinata, extrañada de verla así.

— ¿Cómo estás, Hinata?

A la Hyuga le sorprendió la pregunta, entendía que no iba exclusivamente por eso, y menos tan acelerada, porque eso se lo podía haber preguntado en una sencilla llamada de teléfono. No sabía qué decir: lo hablaría con Sasuke y éste se lo comentaría a Naruto, e Hinata estaba en un punto en el que quería hacerle ver a su ex lo que se había perdido. Pero tampoco podía mentir de forma tan descarada a su amiga.

— Hay días y días... — dijo Hinata, con algo de pesar. — Normalmente estoy muy cansada por las noches para dedicarme tiempo para mí, cosa que antes sí que hacía. Pero anímicamente estoy bien, ya no lloro y me estoy volcando en mis hijos.

Se vio tentada a preguntar cómo estaba Naruto, si estaba bien, si ya había encontrado un remplazo o si había tenido algún problema tras el divorcio. Porque estaba casi convencida de que el divorcio tan sorpresivo y el renunciar a sus hijos tenía que tener una causa oculta, y la única conclusión a la que llegó es que había conocido a otra mujer.

— ¿No tienes quien te ayude? — preguntó Sakura, interesada. — Tienes gente a tu alrededor que está contigo.

— No quiero molestar a nadie con mis problemas, me están ayudando cuando pueden Neji y Hanabi, pero aun así es difícil. — Hinata sonrió, haciendo de tripas corazón.

Sakura vio rápidamente la falsedad de esa sonrisa, intuyendo que no era feliz. Tampoco lo era Naruto, pero aún era pronto para sacar ese tema, pero la tarde era muy larga.

No hay vuelta atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora