No urdieron ninguna clase de plan para acercarse a él, simplemente, fueron cada uno a su ritmo, hablando con Naruto, para que no se sintiera solo. Parecía que todo iba mejor, puesto que el rubio estaba algo más animado al saber que no estaba solo, que los suyos estaban con él. Pero el rubio se extrañó con que, de repente, todos los que habían estado con Hinata, de repente, le estuvieran apoyando y animando. Era como si, de repente, todos hubieran cambiado de opinión sobre él y hubieran entendido que su intención nunca fue mala.
Pero le faltaba algo. Le faltaba el que estuviera alguien ahí las veinticuatro horas del día. En definitiva, le faltaba su familia. Aquella a la que él mismo alejó de sí para mantenerlos en la ignorancia sobre su estado de salud.
No pasó mucho tiempo hasta que su estado de ánimo volvió a decaer, dándose cuenta de que había cometido una estupidez dejando a Hinata, pero ya lo había hecho y no había vuelta atrás. Es verdad que ya no era una masa de tristeza y depresión, es verdad que incluso había mejorado algo su salud, pero aferrarse a sus amigos no era lo que quería en ese momento. Pero no podía pedirle eso a Hinata después de cómo la dejó.
Cierto día, Shikamaru fue a verlo junto a Temari. Estaba en su casa, reflexionando sobre toda su vida. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la pareja, que llevaba un bote.
— Hola, Naruto, te traemos un regalo para que, bueno, sigas adelante. — dijo Temari.
El rubio tomó la lata y la abrió, viendo un surtido de galletas muy apetecibles. Se llevó una a la boca, sin poder creer la mala suerte que había tenido. De todos los sabores del mundo, ¿por qué tendría que ser ese? Estaría mucho más tranquilo si fuesen galletas de chocolate, de fresa, de vainilla... Pero no esas en concreto.
— Son... Galletas de canela...
Se quedó estupefacto, triste, compungido, masticando aquella galleta. Una lágrima rodó por su rostro sin que pudiera evitarlo. Ese sabor le recordaba a los rollos de canela, que a su vez, le recordaban a una persona en concreto que amaba ese sabor.
— ¿Qué te pasa, Naruto? ¿Estás bien? — preguntó Temari, viendo preocupada a Naruto.
— Es que... Son de canela... — dijo Naruto, aún incrédulo con la casualidad tan macabra que se había dado.
— Están muy buenas, ¿verdad? Nos acordamos que te gustaba mucho ese sabor y...
Temari fue interrumpida por el rubio, que no podía hacer otra cosa que mirar con nostalgia por la ventana, simbolizando su estado actual de tristeza.
— No era a mí quien le gustaba mucho la canela. Era a Hinata... A mi Hinata, ella amaba la canela...
Shikamaru nunca penó que unas sencillas galletas le hicieran entrar en una especie de catarsis, una revelación, que se diera cuenta de una vez que todo lo que había hecho con el tema del divorcio era un error mayúsculo. Vista la reacción de Naruto, eso era lo que había conseguido. Comenzó a divagar, sabiendo que lo que había hecho no había servido para absolutamente nada. Se quedó sentado, metiendo su cabeza entre sus rodillas, tapándose la cabeza con las manos, totalmente hecho añicos.
— La echo de menos, la necesito aquí, conmigo. — dijo Naruto, totalmente abatido. — Pero no tengo derecho a pedirle que vuelva a mi vida después de tanto insistir en separarnos y de ocultarle la enfermedad...
Los ojos de Naruto, usualmente de color azul claro, se opacaron, volviéndose más oscuras, comenzando a derramar lágrimas de dolor. No por estar solo, sino por haber sido él quien había provocado toda aquella situación. Solo había tardado prácticamente cuatro meses y una leve mejoría en su enfermedad para ver que necesitaba de su amada Hinata y de sus queridísimos hijos para seguir adelante en la vida. Podría curarse de la leucemia, pero de la soledad no.
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No hay vuelta atrás
FanfictionCuando Naruto le pide el divorcio a Hinata, ella no entiende el por qué de la petición. De un día para otro, aquella pareja que parecía tan feliz se convirtió en dos perfectos desconocidos, a pesar de que a ambos les duele separarse. ¿Qué ha hecho q...