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PAULINE
Lo amé desde el primer momento. Siempre amé a Tanner.
¿Cómo no hacerlo?
Estaba destinado a pasar. El que yo me enamorara de Tanner tanto o más de lo que él se enamoró de mí. Fui tan feliz cuando me pidió matrimonio. Demasiado. Sentía que estaba en una nube de algodón, viviendo mi mayor sueño. El lugar, la decoración, las hermosas flores, mi vestido de princesa, nuestra luna de miel y la casa que Savannah hacía para nosotros.
Todo era perfecto.
Todavía lo recuerdo como si fuera ayer.
El momento en el que pasó lo inevitable.
*****
—Mi menstruación se retrasó.
Al principio simplemente pensé que era un retraso común, pero no.
Dos semanas después, confirmé que ese retraso era porque había quedado embarazada.
Un bebé de Tanner y mío. Por un momento fui feliz. Muy feliz. Pero la felicidad no dura para siempre: Tanner y yo somos portadores del gen de fibrosis quística, una terrible enfermedad hereditaria. Mi hermana desgraciadamente la tiene y sé lo mucho que ella sufre. Yo no quiero traer mi bebé a este mundo para que sufra. No podría soportarlo. Hay altas posibilidades de que nuestros hijos padezcan esta enfermedad. Y nuevamente repito no puedo traer a mi bebé a éste mundo si va a sufrir. No puedo y no lo haré.
Con enojo, rabia, y tristeza tiro las pruebas de embarazo, todas positivas, al suelo.
¿Por qué no puedo ser normal?
Es lo único en lo que pienso cuando toco mi vientre y siento las lágrimas caer por mis mejillas. Nunca podré traer un bebé de Tanner y mío al mundo. No porque no quiera, sino porque no puedo condenar a un bebé inocente a sufrir. Tal vez en un futuro, cuando superemos esta pérdida podamos adoptar, pienso con ironía.
No creo que Tanner quiera adoptar.
*****
—¿Pauline? —Me llama Tanner cuando entra en nuestra habitación.
Con tan solo verlo lágrimas descienden por mis mejillas junto con sollozos. Debo estar roja e hinchada por llorar tanto, pero no puedo parar. Sé que cuando le diga las cosas cambiarán, pero no hasta qué punto.
—¿Pauline, qué sucede? —dice acercándose a donde estoy e inevitablemente su vista se dirige al suelo, donde todavía están las pruebas de embarazo.
—Tanner... —susurro, pero me ignora y recoge una de las tantas pruebas.
—¿Seré papá? —pregunta luego de que la ve y no puedo pasar por alto la emoción en su voz.
Sollozo y niego. Tanner me mira sin entender y en mi desespero salgo de la cama para abrazarlo. Necesito sentirlo. Necesito que sus brazos me sostengan. Necesito que me diga que me ama. Necesito que diga que siempre estará conmigo. Necesito que él me apoye. Pero, sobre todo, necesito que me diga que todo estará bien.
Pero no lo hace.
—No, Pauline —dice cuando se da cuenta de lo que voy a hacer y yo solo puedo llorar más.
—Sí.
Niega.
—Te amo y porque amo la idea de formar una familia contigo, no te dejaré abortar.
—No me odies. No lo hagas.
—¡No hagas esto! —exclama, dejando de abrazarme y de tocarme.
Como si quemara.
Como si sintiera asco.
—Entiende, Tanner. ¡Sufrirá, tendrá una vida llena de sufrimiento! —exclamo cuando veo que él no me está entendiendo.
Necesito que me comprenda. No que me mire así.
Y justo en este momento, muy dentro de nosotros se arma un grieta muy pequeña e imperceptible, la cual se agranda cuando me hacen exámenes para saber si el bebé que crece en mi vientre tendrá fibrosis quística y cuando la respuesta es positiva en vez de negativa, tomo una decisión: no va a nacer.
*****
Fuimos a terapia de pareja y según lo que nos dijo la terapeuta, lo superaríamos.
Eso no sucedió.
Tomar yo sola esa decisión fue algo que creó desconfianza, algo que nos destrozó tanto a él como a mí. No éramos los mismos. Él lo sabía. Yo lo sabía. Yo diría que nuestra relación se rompió con mi decisión pero, a pesar de eso, estábamos juntos. Nos amábamos.
Estábamos rotos, pero aún había amor.
Aún pienso en cómo sería ese bebé que aborté, si se parecería a Tanner o a mí, si tendría su cabello o mis ojos, si sería niña o niño. ¿Me arrepiento? Por supuesto, pero sé que hice lo mejor. Hice lo que debía hacer y que, sinceramente, repetiría, pero no pienso que vuelva a pasar por ello. Con respecto a Tanner, le lloré, le suplique, le pedí que me entendiera o que por lo menos lo intentara, pero no. Nada de lo que hice y dije hizo que cambiara de opinión.
*****
—Tanner, por favor.
—No.
—¡Deja de decir que no! ¡Tú ni siquiera te estás esforzando por entender por qué hago esto!
—¡Pauline, dije que no! No te apoyaré con esto.
—Tanner... por favor
—¡Por favor nada! ¡Tenemos dinero, a ese bebé no le faltaría nada! ¡Pagaría a los mejores médicos para que aliviaran su sufrimiento porque un hijo es lo que siempre he deseado tener contigo! —Me mira con odio—. Pero lo único que haces es matarlo. Ya mataste a uno y ahora matarás a otro —dice con voz rota para luego tomar su blazer y dirigirse a la puerta.
—En serio lo siento Tanner. Lo siento muchísimo —respondo sintiendo mi vista nublarse por culpa de las lágrimas que a duras penas contengo.
—Yo también lo siento, Pauline —sisea antes de salir e irse a no sé dónde.
*****
Y me vuelvo a arrepentir cuando llamo a Savannah para que me acompañara.
Y me vuelvo arrepentir cuando ella toma mi mano.
Me vuelvo a arrepentir cuando le explico por qué no podía traer a ese bebé al mundo.
Me vuelvo a arrepentir porque sé que estoy lastimando a Tanner y me molesta que a pesar de que él me ame, me dejó sola en este y en el otro aborto. Yo estaba asustada, nerviosa y desolada, pero eso a mi esposo no le importó.
Me arrepiento, pero ya lo hice y sospecho que lo volverá a hacer de haber otro bebé.
*****
Pero me arrepiento más cuando, semanas más tarde, Tanner me da unos papeles.
No tengo que leerlos para saber de qué se trata.
Ya lo sé: el fin de nuestro para siempre porque con mis decisiones había mandado mi matrimonio a la mierda. La grieta se había agrandado demasiado y no había manera de repararla. No cuando esos papeles son los papeles de nuestro divorcio.
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Concurso (Tanner Reed)
De TodoConcurso para las lectoras de Tanner Reed, by Oscay Arroyo ♡