31. Ryland.

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♡ Palabras: 1021

♡ Autor: Katerin Gutierrez

RYLAND

Hace ya unos pocos días que Savannah decoró el club y fue un éxito. A todos les encantó la barra con su toque impreso por todos lados, siendo sutil y elegante a la vez.

Quedó increíble.

No tengo nada que hacer esta noche y ella ciertamente es linda, por ello la invito a salir. Casi olvido que la relación que tenemos es únicamente de negocios. Por eso cuando escucho lo que sale de sus labios, no me decepciono tanto o, al menos, eso aparento.

—Creo que no. —Arruga un poco su nariz al hablar—. No junto los negocios con el placer, pero si tus intenciones son que hablemos de lo que quieres para tu bar, creo que Isla y yo podríamos ir.

Junto las cejas con sorpresa.

Al llegar esa chica se puso tan nerviosa que pensé que le daría un ataque.

Esto quizá sería interesante.

—¿Quién es isla? —pregunto intentando no lucir como un idiota, aún más.

—Mi asistente —responde Savannah poniendo los ojos en blanco.

¡Alerta! Conocía es expresión. Estoy a punto de quedar como un tremendo idiota.

—Oh. —Coloco una sonrisa en mis labios para tratar de parecer casual. Estuvo mal que no le preguntara si quiera su nombre—. Claro. ¿Puede ser mañana? —Vuelvo mi tono de voz algo más serio—. Podría pasarlas buscando por aquí cuando terminen, adelantar la visita al bar y discutiríamos su diseño en la cena. No es lo que buscaba, pero suena mucho mejor compartir mi noche con dos mujeres hermosas en lugar de que una sola.

Mi madre tenía un dicho que solía repetir siempre, así que casi puedo escuchar su voz en mi cabeza diciéndomelo: Hijo mío, no intentes nadar en contra de la corriente. Lo que es para ti ha de llegar tarde o temprano.

—Por supuesto que sí —dice Savannah.

Con las palabras de mi madre siendo susurradas dentro de mi cabeza, asiento satisfecho y me inclino para besar su mejilla. Aunque ya ahora no con las mismas intenciones.

—Bien, muchas gracias, señorita Campbell. —Me voy, pero no sin antes girar sobre mis talones y hacerle un guiño a Isla—. Isla —pronuncio su nombre y me despido.

Camino al ascensor, no puedo evitar pensar que esa chica lucía un tanto pálida. Quizá había de sentirse mal estando en sus días o algo. Podría ser divertido pasar tiempo con ambas.

*****

—Lo siento. Sé que no hay mucho espacio detrás, pero no tuve tiempo para alquilar un auto. —Me disculpo sinceramente mientras abro la puerta del asiento copiloto—. Lo siento, en serio.

Dentro del auto no dejo de pensar en lo exquisito que es el perfume de Isla. Intuyo que es el de ella ya que en las reuniones con Savannah nunca olí algo así. Huele como a canela y coco. Me hace querer ir a la playa. Vamos de camino a mi nuevo local, ya que tomarán las medidas y harán bosquejos de eso de decoraciones, de las que yo no sé nada. Ya que estaba muy ocupado disculpándome cuando las recogí, no tuve oportunidad de apreciar sus atuendos hasta que nos bajamos: Isla luce un vestido rojo tan pegado a su silueta y que la acentúa en las zonas correctas que por un momento dejo de caminar y asiento en aprobación detrás de estas dos hermosas mujeres. Me cuesta un poco pensar que esta chica es la misma del día de ayer. Su cabello color caramelo esta suelto sobre sus hombros y con esas gafas tengo que desviar la vista ya que mis pensamientos quieren cambiar de rumbo y aun no pueden ir ahí.

Me aparece un tanto gracioso que aun con las máquinas de tortura que utiliza a lo que ellas llaman tacones, escasamente llega a mi barbilla. Cuando terminan nos dirigimos ahora a un restaurant de comida asiática. Ordenamos arroz thai de mariscos y rollitos primavera para esperar mientras llega el platillo principal. Mientras tanto comienzo a hacerle unas preguntas casuales a Isla, puesto que ayer la ignoré deliberadamente. No sé cómo, pero en un momento nos encontramos ella y yo conversando abiertamente, Savannah siendo solo una espectadora.

Isla me comenta donde realizó su colegiatura y cómo casi no logra completar uno de sus últimos proyectos en la facultad cuando una figura conocida aborda de pronto a Savannah.

—-¿Savannah? —Escucho decir a Tanner Reed, uno de mis socios más recientes—. ¿Es por esto que no me contestas?

Esto se pondrá incomodo, pienso.

—No te contesto porque no quiero, Tanner. Tan simple como eso —dice ella.

Auch. Mantengo intacto mi orgullo ahora gracias a su actitud con él.

Frunzo mi seño, ya que se para abruptamente entre Savannah y yo.

—Savannah es muy poco profesional de tu parte dejar de trabajar conmigo por cualquier cosa que esté sucediendo entre nosotros. —No puedo evitar asombrarme cuando Reed dice esto—. Te pagaré mejor de lo que nadie alguna vez te pagará. Lo sabes.

—Vete —espeta Savannah con furia.

—No —replica el inclinándose hacia ella con una mirada que al ser un hombre, intuyo lo que siente por ella—. Te dejare comer, pero estaré esperándote en el estacionamiento. Tengo algo importante que enseñarte.

Savannah luce descolocada y molesta, pero trata de dejarlo ir con una sonrisa a modo de disculpa en su rostro cuando dice.

—Espero que el arroz Thai valga la pena.

Se nota de sobra que existe una historia entre ellos por lo que comento.

—Pensé que no mesclabas los negocios con el placer —digo intentando que mi tono no le moleste.

Savannah se encoje de hombros y responde.

—Acabas de ver por qué.

Esa es la suficiente respuesta la que necesito, puesto que ya no es en ella sobre quien se encuentran mis intenciones. Seguimos con nuestra cena y en el proceso converso abiertamente con Isla, quien ya se muestra más relajada y con confianza como para dejar de esquivar mi mirada en el proceso, cosa que he de confesar, me excita un poco.

Es como un conejillo asustado saliendo de su zona de confort.

Quizá quiera hacerle ver que no me la voy a comer, no aun.

Concurso (Tanner Reed)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora