Capitulo 2: Pensamientos desde el abismo

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La fría brisa de la noche sondeaba el interior del orfanato con una presencia abrumadora, los huérfanos se envolvían celosamente en las cobijas buscando un susurro, un solo sopló gentil de calidez pues sin encontrarla les era imposible dormir, los castañeos de los dientes, las fuertes respiraciones y los escalofríos creaban una melodía llena de inconformidad.

María, una de las hermanas del orfanato, era la encargada de velar el sueño de los niños esa noche. Inglaterra sufría de una de las noches más frías en los últimos años, un frente frío que llego sin previo aviso arrasando con todo a su paso, seguramente por las calles no se encontraría nadie vagando, los vagabundos buscarían refugio y aquellos con hogar ya sea estable o provincial se resguardarían dentro de cuatro paredes.

Al estar divagando en sus pensamientos no se dio cuenta que ya había dejado atrás aquel pasillo lleno de habitaciones. Un escalofrío desde la espina dorsal le recorrió al escuchar un fuerte toque en la gran puerta del orfanato, si hubiera sido otro día simplemente hubiera ignorado hasta escuchar un segundo toque pero era una noche fría donde daba por hecho que nadie estaría vagando a estas horas así que  guiándose por su curiosidad acudió al llamado.

- ¡Oh dios mío! - el terror e incredulidad subió por su garganta hasta abandonar sus cuerdas vocales en forma de grito al ver un bulto abandonado en la entrada, un bulto que temblaba con fuerza. Con rapidez se acercó un poco más para apreciar con más detalle lo que se encontraba fuera del orfanato. Sus ojos se ensancharon de sorpresa al ver un niño seguramente de pocos años de edad, parecía haber sufrido un accidente de magnitudes colosales, por lo menos para su pequeño cuerpo, un cuerpo menudo lleno de hematomas y sangre, hebras color carbón se asomaban con rebeldía sobre su rostro que se coloreaba de un color enfermizo, un pequeño botón como nariz y unos pequeños labios que en estos momentos estaban partidos de un color amoratado a causa del frío en el lugar.

Con lentitud y mucho cuidado tomó al niño en sus brazos notando que se encontraba helado seguramente esperando por ayuda casi toda la noche, era todo menos pesado tal vez sufría de desnutrición y su ropa se encontró sucia y hecha jirones, sus pensamientos fueron rápidamente opacados por la incesante sangre que salía del lado izquierdo de su pecho alertándola de sobre manera.

- ¡Dios mío!, ¡Necesitamos curarte! - la cuidadora con cuidado pero con rapidez tomó con un poco más de fuerza al niño para entrar corriendo al orfanato.

(...)

Una hora de su tiempo bastó para estabilizar el estado tan deplorable del niño, con sus vagos conocimientos de medicina hizo todo lo posible pero en su condición actual aún necesitaría atención médica, la herida que se encuentran en su pectoral izquierda era la más grave y estaba casi segura que dejaría una cicatriz, exceptuando a la última nombrada, varios golpes adornarían su cuerpo por un tiempo y pequeñas cicatrices se  tatuarían con disimulo en su piel dejando una historia que probablemente sería muy tortuosa de recordar así como de contar. Afortunadamente no debería que someterlo a un interrogatorio pues al dueño del orfanato no parecía importarle la historia de los acogidos.

El escrutinio en su mirada nunca  desapareció mientras analizaba con calma al ser humano tumbado en la cama de la enfermería, una pequeña nota se asomaba de la pequeña mano blanca la cual el niño tenía fuertemente cerrada.

- "Harrison" - las letras se deslizaron con algo de  extrañeza de sus labios, era sin duda un nombre algo extraño, se preguntaba si dejar ese nombre para el pequeño era lo ideal, probablemente ese nombre fue escogido por las personas que lo dejaron en ese estado y el solo pensarlo le causaba algo de repugnancia.

- ¿Qu... Qué? - unos penetrantes y salvajes ojos verdes la observaban con cautela como si pudiera ver a través de su alma, el tiempo pasó a segundo plano al ser consumida por la mirada esmeralda del niño, en la boca del estómago un sentimiento de preocupación y temor se hizo presente, sintió que su respiración se hacía poco a poco más errática, sus ojos comenzaron a nublarse, dos destellantes puntos verdes era lo único que le daba la certeza de seguir en la periferia del niño, el temblor en sus piernas se hizo notorio y estaba segura que estaba a punto de desmayarse, con pánico intentó apartar la mirada lo cual le fue imposible. Ya al punto del desfallecimiento sintió como sus sentidos volvían a su absoluto control solo para observar que aquel niño había sucumbido a la oscuridad de Morfeo. Por culpa del shock su cuerpo se quedó estático, quería creer que la situación se dio por seguir despierta a altas horas de la madrugada aunque algo dentro de ella le decía que este pensamiento era erróneo.

(...)

María no lo quería creer pero tenía sus sospechas, aquel niño que acogió fuera del orfanato era especial, ya sea de mala o de buena manera, desde sus grandes y enigmáticos ojos color esmeralda acogidos por unas gruesas y largas pestañas negras, ondulados cabellos obsidiana con reflejos azulados, hasta su extraña pero atrayente actitud ante todo el mundo.

Desde el gran ventanal podía observar a todos los niños del orfanato jugando y divirtiéndose ajenos a la crueldad del mundo a excepción de uno, más allá de todos ellos acostado en el tronco de un gran árbol se veía el pequeño Harrison que disfrutaba de la brisa matutina concentrado en un cuaderno viejo que descansaba en sus piernas, alejado de todos aquellos que no lo comprenden y lo aborrecían por ser tan diferente a ellos, por ser tan extrañamente atrayente, por ser tan tranquilo, por ser tan perspicaz, por no llorar, por no reír simplemente lo aborrecían por el sencillo hecho de ser Harrison, un niño de 7 años inefable un bohemio que brindaba por vencer los rigores del destino, por la esperanza, su dulce amiga, que las penas mitiga y convierte en vergel nuestro camino.

Lo odiaba, odiaba ser tan consciente de si mismo y de la situación en la cual se encontraba, sabía que en su posición no podría lidiar con el mundo entero, con este cuerpo infante la seguridad de estar encadenado era correcta.

Al principio la incredulidad lo habían consumido por completo dada la irónica situación en la cual se encontraba, después llegó la ira, un tornado arrasador de odio y tormento cediendo a lo más banal en él; con el tiempo la adrenalina y la ira lo abandonaron sin su consentimiento y antes de desfallecer, haciendo a un lado su orgullo, pidió ayuda; unos cuantos días más la negación continuo alzándose imponentemente en su cabeza, el solo pensamiento de creer que era de nuevo Harry Potter lo nublaba por completo tomando así una actitud defensiva ante todo el mundo sembrando una semilla de indeseado interés hacía su persona. Después de la negación viene la aceptación ya sea a largo o corto plazo, el trago amargo que descendió por su garganta no fue nada sencillo pero lo digirió con dignidad, estaba seguro que la queridísima muerte, véase el sarcasmo, tenía que ver con la situación hilarante y no iba a permitir que se vea afectado, más de lo que ya se le vio por tal situación. Tratar de pasar desapercibido era el pensamiento más sensato que bailaba en su trastornada y turbia mente, un sin fin de futuros se acentuaban frente a él y ya que se le había dado la opción de elegir tomaría su destino a manos desnudas, un destino que sería forjado por sus decisiones y convicciones, si triunfaba sabría que decisión lo llevó a la gloria y si fracasa sabría qué decisión lo llevó a la desdicha.

Desde el ventanal una penetrante mirada no dejaba de acecharle, la mirada de la hermana María comenzaba a molestarle de sobremanera por dos sencillas razones, primero le molestaba la atención, el mero pensamiento sobre alguien observándolo con detenimiento ya sea con miedo o fascinación le causaba inconformidad ; el haber sido el niño profetizado le había creado varios complejos por así decirlo y ese era uno de ellos, por último odiaba saber que esa curiosidad fue a causa de un descuido suyo, el haber mostrado descaradamente un silbido de su magia a causa de su propia desconfianza y reflejos había sido un error que hasta el día de hoy le estaba cobrando facturas, odiaba los cabos sueltos y María junto a algunos niños del orfanato eran más de uno, ¿Cómo lidiará con la tan desfavorable situación? Aún lo estaba pensando, había cosas que aún obstruyen su juicio y tomar una decisión precipitada sería ponerse la soga al cuello, debería ir con cuidado y tomar las decisiones que más le convenían porque en esta vida viviría para él y solo para él; por el momento reclamar su identidad es lo esencial si bien sabía que el cuerpo que habitaba era el de Harry Potter, con algunos cambios por supuesto, había algunas teorías rondando por su cabeza una mas loca que la anterior pero debería comprobarlas y para ello debía regresar al mundo al cual pertenecía, al mundo que lo abandonó, al mundo que alguna vez salvo, ingresar por primera vez al mundo mágico con este cuerpo sería una apuesta y esperaba que fallará a su favor.

He is the new black || Harry Potter ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora