Tenía arena en los labios. Cuando quiso escupirla, se dio cuenta de que estabatendido con el rostro sobre la tierra. Cuando quiso moverse, se dio cuenta de queestaba atado. Alzó ligeramente la cabeza. Escuchaba voces.
Estaba tendido en una cama de hojas secas, junto a un tocón de pino. A unosveinte pasos había varios caballos desensillados. Los veía a través de las hojas deunos helechos, bastante borrosos, pero uno de aquellos caballos era sin duda layegua castaña de Jaskier.
—Tres sacos de maíz —escuchó—. Bien, Torque. Muy bien. Has cumplido.
—Y eso no es todo —dijo un balido que sólo podía ser la voz del diablo silván—. Mira eso, Galarr. Son judías, pero completamente blancas. ¡Y qué grandes! Yesto, esto se llama colza. De ella se saca aceite.
Geralt apretó fuertemente los párpados y los abrió de nuevo. El diablo yGalarr, quienquiera que fuese, utilizaban la Antigua Lengua, el idioma de loselfos. Pero las palabras « maíz» , « judía» y « colza» las habían pronunciado enla lengua común.
—¿Y esto? ¿Qué es esto? —preguntó el llamado Galarr.
—Semillas de lino. Lino, ¿comprendes? Para hacer camisas. Es mucho másbarato que la seda y más resistente. La forma de usarlo es, me parece, muycomplicada, pero me enteraré de cómo hacerlo.
—Sólo con que lo pudiéramos emplear, este lino tuyo, sólo con que no se nosechara a perder como los nabos —le acusó Galarr, utilizando de nuevo aquelextraño volapük—. Intenta conseguir más esquejes de nabo, Torque.
—No tengas miedo —baló el diablo—. Aquí no hay problema con eso, aquícrece todo de la leche. Os los conseguiré, no te preocupes.
—Y todavía algo más —dijo Galarr—. Entérate por fin en qué consiste esesistema suyo de los barbechos.
El brujo levantó la cabeza con cuidado e intentó darse la vuelta.
—Geralt... —escuchó un susurro—. ¿Te despertaste?
—Jaskier... —respondió—. Dónde estamos... Qué nos ha pasado...
Jaskier sólo le chitó que se mantuviera en silencio. Geralt estaba ya harto.Blasfemó, se tensó y se dio la vuelta hacia el otro lado.
En el centro del claro estaba el diablo que tenía, como ahora sabía, el sonoronombre de Torque. Estaba ocupado en cargar en un caballo sacos, costales yalforjas. En ello le ayudaba un hombre delgado y alto que sólo podía ser Galarr.Éste, al escuchar el movimiento del brujo, se dio la vuelta. Sus cabellos erannegros, con un tono visiblemente granate. Poseía unos rasgos agudos y unos ojosgrandes y brillantes. Y unas orejas terminadas en punta.
Galarr era un elfo. Elfo de las montañas. Sangre pura de Aén Seidhe, unrepresentante del Antiguo Pueblo.
Galarr no era el único elfo al alcance de la vista. Al borde del campo estabansentados otros seis. Uno se ocupaba de rebuscar en las alforjas de Jaskier, otrojugueteaba con el laúd del trovador. El resto, alrededor de un saco abierto, seocupaba en devorar ávidamente nabos y zanahorias crudas.
—¡Vanadáin, Toruviel! —dijo Galarr, señalando a los prisioneros con unademán de la cabeza—. ¡Vedrái! ¡Enn'le!
Torque dio un salto y berreó.
—¡No, Galarr! ¡No! ¡Filavandrel lo prohibió! ¿Lo has olvidado?
—No, no lo he olvidado. —Galarr echó dos bolsas atadas por encima dellomo de un caballo—. Pero hay que comprobar que las ataduras no se hanaflojado.
—¿Qué queréis de nosotros? —gritó el trovador mientras uno de los elfos,poniéndole de rodillas, comprobaba las ataduras—. ¿Por qué nos atáis? ¿Québuscáis? Soy Jaskier, poe...
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El Ultimo Deseo (The Witcher)
FantasiGeralt de Rivia, brujo y mutante sobrehumano, se gana la vida como cazador de monstruos en una tierra de magia y maravilla: con sus dos espadas al hombro -la de acero para hombres, y la de plata para bestias- da cuenta de estriges, mantícoras, grifo...