Mis primeros meses de vida no fueron nada especiales, en mis primeros meses de existencia me la pasaba durmiendo y chupando tetas.
Si, tuve que lidiar con eso eventualmente. Lo logré llegando a un compromiso y cediendo terreno, cerraba mis ojos mientras me alimentaba y trataba de pensar en otras cosas. Cuando estaba despierto me movía constantemente y trataba de ejercitar los músculos de mi cuello para poder mantener mi cabeza erguida sin ningún apoyo.
Antes de darme cuenta mis funciones motoras se volvieron mucho más delicadas. Por lo visto constantemente mover y afinar el control de mis dedos no fue en vano. Lo siguiente fue mi equilibrio, cuando me ponían en la cuna lograba pararme apoyándome por las barras que me rodeaban, me daba la sensación de ser un prisionero, pero de nuevo, todo esto era mejor a que estar rodeado de oscuridad, sorprendentemente, o quizá no fuese tan inesperado tomando en cuenta mis experiencias anteriores, le perdí completamente el miedo a la oscuridad.
Cuando aprendí a gatear noté que me cansaba fácilmente, mis músculos realmente son débiles, je.
Bueno, todo se resuelve con ¡Ejercicio y consistencia! Escapaba de mi cuna con facilidad, es decir ¿enserio creen que una tranca para niños me detendrá? Abría esa cosa como si fuera una decoración, no era nada ante mi poder adulto.
Recorría toda la casa, tratando de familiarizarme nuevamente con mi primer hogar, y mira que, mis padres realmente no estaban preparados para tener un niño, eso pensé cuando encontré un destornillador tirado en el piso del depósito que se encontraba en el patio trasero de la casa.
Gatear fue divertido, pero aprender a caminar era importante, me tropecé. Muchas veces. Tantas que me daba vergüenza contarlas luego de mi vigésima caída, pero con eso aprendí una nueva habilidad.
¡Aprendí a caerme!
El truco era entrenar en mi cuna o encima de una alfombra con bastante grosor, y al caer simplemente girar sobre mi eje evitando partes blandas, como mis hombros, mis manos, mis pies y mi cabeza, prácticamente caía de barriga o de espalda, tratando de mover mi cuerpo con la caída para no recibir tanto impacto.
Lo hacía a escondidas, mientras todos estaban durmiendo y mi mamá me dejaba solo para cuidar de la casa.
También pasé mi tiempo entrenando mi lengua y tratando de pronunciar las bocales y letras adecuadamente, luego de tres meses de haber nacido y de entrenamiento continuo conseguí pronunciar mis primeras palabras con un vocabulario entendible.
"¡Inútil!" le grité a mi papá mientras lo abrazaba cuando este me alzó para darle la bienvenida a la casa, mi mamá echó un plato que estaba lavando y mi papá casi me aprieta lo suficientemente fuerte como para romper mis aún flexibles huesos.
Jajaja, si, quería sorprenderlos, pero realmente no esperaba esta reacción.
Ehmmm ¿podrían alegrarse un poco por favor?
Sobra decir que tardaron unos minutos en recuperarse, y solo horas después, y luego de que constantemente los estuviera llamando "¡Mamá!" e "¡Inútil!", me felicitaron.
No sé porque exageran, pero bueno.
El hablar me resolvió un serio problema.
El maldito chupete, por fin entendí su estúpida función, y comprendí porque en otras culturas lo llaman pacificador.
¡Era para engañar al bebé para que piense que está chupando una teta! ¡Es un puto engaño!
Nunca lo olvidaré, cuando de las pocas veces que el hambre me venció lloré para que mi madre me diera de comer, y me metió un chupete en la boca.
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Reviviscencia: Como no ser pobre en mi segunda vida.
Novela JuvenilGilt era un hombre sencillo, vivió su vida en forma simple. Convencido por películas e historias que algún día encontraría su destino, pero a medida que maduró fue superando todas esas fases, uno tras otros sus sueños fueron convirtiéndose en fantas...