Prólogo

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— El día de ayer, el conejo de la clase murió. Al parecer comió algo que no debía. — Se escucharon murmullos y exclamaciones por parte de los niños, algunos realmente con muestras de tristeza en sus rostros y otros, con simple sorpresa.

—Esas niñas de ahí se quedaron ayer a lo último, ¡Estoy seguro de que fueron ellas!— Gritó un pequeño niño desde el fondo del aula.

—Y-Yo... ¡Louis! ¡Louis fue el que me dijo que el conejo podía comer de todo! — Meredith, su amiga desde que comenzó el ciclo escolar, lo señaló con una seguridad y cinismo poco visto en un infante.

¿Él? Él no habia dicho eso... Él ni siquiera estaba con ella a esa hora ¿Por qué miente? ¿Por qué le acusa así? Se suponía que eran amigos.

La mirada de los niños parecía querer acribillar todo su pequeño cuerpo, siempre había pensado que los adultos son los que más hacen daño... Pero ese día, incluso él mismo se creyó el malo de la historia.

Durante ese día y lo que restó del año se habia quedado solo, pero estaba bien. No los necesitaba. No necesitaba amigos que lo traicionaran de esa manera.

¡Asesino!

Tú fuiste el culpable de todo esto...

¿Pasabas tanto tiempo con el conejo y no sabias que podía morir así? ¡Lo hiciste a propósito!

Varios papeles con dibujos mal hechos de sus compañeros habian caído a su pupitre con furia, y días después encontró su mesa fuera del aula de clases.

—¡No! No fui yo. —Sus ojos azules se llenaron de lágrimas y sus pequeñas manitas temblaban de impotencia ante las críticas de los que se suponían que eran sus amigos. Él no habia sido, ¿por qué lo culpan? ¿Por qué?

Abrió los ojos sofocado por la mullida sábana que lo envolvía como a un pequeño burrito. Estaba completamente sudado y no necesitaba un espejo para saber que parecía un tómate, odiaba la primavera tanto como la amaba. Dormía como un bebé por el frescor de la noche pero amanecía cocido entre su colchón.

Con ligeros pasos caminó hacia al baño y se lavo la cara frente al espejo, siempre que hacía esa rutina pensaba lo mismo.

Era alguien demasiado simple. No era alto, pero tampoco bajo. Tenia caderas anchas pero muslos delgados, sus ojos eran azules, igual de promedios como la mayoría de personas en su pais y cada día luchaba con su irritable voz que en algún momento de su pubertad pensó que maduraria, pero no, se quedó así. Como escremento de perro en tu zapato.

Sus rasgos destacables no eran muchos, solo era eso, un omega promedio.

Después de tomar un baño, se puso el uniforme de la escuela. No le incomodaba, por lo regular no ponía mucho empeño en su forma de vestir así que, a diferencia de otros alumnos, no le molestaba el uniforme. Consistía en una camisa blanca con corbata azul y chaleco amarillo. Los omegas usaban faldas, y a él le gustaban, eran prácticas para el verano ya que el soplo de aire fresco se paseaba por tus piernas en días calurosos.

Por supuesto que no olvidaría su collar, era obligatorio llevarlo al colegio después de presentar su celo, y aunque no estuviera en las reglas, lo llevaría de todas formas. Sabia que no tenía un físico agradable para los alfas, pero cuando su instinto les dominaba, poco les importaba.

Se acomodó su cabello y ajustó sus calzetas antes de salir al comedor. De inmediato se rodeo del aroma a frutilla con canela de su madre y de hot cakes recién hechos.

—Buenos días, marshmallow. —Acarició el pelaje del gato blanco, y algo demasiado gordo a decir verdad, que se paseaba por sus zapatos mientras le dirigía una sonrisa a su madre.

—Regresando del trabajo compre ese carrillon de viento. Es lindo, ¿no crees? Da la sensación de que es verano. — La omega mayor suspiró de manera dramática, casi como una colegiala enamorada. Su madre era muy fan de las artesanias locales y recientemente se vio muy inspirada en las decoraciones de casas asiáticas, veía demasiados novelas.

—Un poco tarde ¿no? — Louis se metió un gran pedazo del pancake a su pequeña boca.

— Deja de meterte más de lo que puedes tragar Louis, y ¡Nada comienza sin que tú estés listo! — La ceja del menor se alzó en confusión haciendo esfuerzo en tragar el pedazo de masa que se habia metido.

—Es la letra de una canción, Louis. ¡Actualizate!

—Sí, sí — tomó su bebida de avena con chocolate, bebida que era indispensable para su organismo tomar todas las mañanas, y después de tragarse el supresor de aroma habitual, se levantó despidiéndose de su madre con un beso en la mejilla para dirigirse al metro que lo conducía hacia su escuela.

El tiempo estaba fresco, pero le gustaba el frío, así que se abstuvo de ponerse su sueter. Llegó al pasillo del metro con su boleto en mano empezando a escuchar murmullos desagradables de chicas que no estaba del todo seguro, pero por su uniforme debían ser de su colegio.

—¡Ah! Mojigato a la vista —La voz chillante de una omega rubia resonó entre el grupo de amigas, desencadenando un par de risitas agudas. Como odiaba esas voces, lo que era el colmo es que él tenia el mismo timbre de voz, pero nunca chillaria de esa manera, demasiado odioso.

Se colocó sus audífonos ignorando los murmullos que de seguro no contenían nada agradable a hacia su persona. Siempre era así, gente criticando a los demás a sus espaldas, incluso a sus propios "amigos".

Banda de hipócritas, para qué tener personas a tu lado si sabes que en algún momento de tu vida te lastimaran. Pareciera que a todos les gustará el masoquismo.

Al llegar a la escuela hizo el mismo recorrido de siempre, caminó hacia su casillero y sacó los libros de su primera clase. Algun día debería cambiar la rutina, se estaba haciendo muy monótona y cansada.

Talvez debería rentar una bicicleta y cambiar el rumbo para ir a la escuela, sentir el viento contra la cara debía ser bueno por las mañanas.

— Louis ~ — Alargando su nombre de manera juguetona, una omega de aspecto algo ruda se acercó al nombrado rodeada de su grupo de amigas.

—¿Hace cuánto no has tenido novio? — Un tono burlón salió con prepotencia de la contraria. Nunca habia tenido problemas con ellas, habia escuchado que hablaban de él varias veces pero nunca de frente. Le sorprendió. Al menos ya no se estaba escondiendo.

No sabría decir cual crítica era más dolorosa, se habia vuelto una costumbre para él. Habia aprendido a la mala que las amistades verdaderas solo existían en los programas de televisión. Pasó de ellas siguiendo caminando por el pasillo con paso firme. Si les ponías atención más se pavoneaban entre sus aromas demasiados densos, de seguro también usaban perfume barato.

—¿Me ignoras?

—Bah, déjalo. La repuesta es 16 años, amiga.— Unas estrepitosas risas salieron de sus bocas llenas de bálsamo labial, incluso podría decir que una le escupió saliva a su cara de lo grande que abrió su boca.

Louis se limpió la mejilla asqueado con el dorso de la mano y siguió caminando, como siempre. Era cierto, nunca en sus 16 años habia tenido novio, y pensaba seguir con el récord.

No veía el porqué de tal necesidad, después del historial de amistades falsas que tenía, dudaba que un novio hiciera la diferencia entre ellas. Todo termimaba en traición y falsos halagos.

No necesitaba de eso, estaba convencido. Ya había aprendido la lección.

Say I love you [Larry/Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora