Capitulo Quince

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No podía dormir, su cuerpo estaba muy despierto, excitado, ruborizado y un poco erizado. La adrenalina corría por sus venas acelerando los latidos de su corazón, sus orejas se sentían calientes y si se concentraba podía escuchar su propio pulso o la rapidez con que la sangre viajaba a través de su cuerpo. Su boca estaba seca y no paraba de mover las piernas de un lado a otro: nervios. Esa era la sensación que se estaba adueñando de su cuerpo, estaba muy nerviosa y así había estado todo el día después de salir de la habitación de Saúl.

Era buena en ajedrez y Dayden un asco, aun así la rubia le había ganado esa tarde quitándole los cinco bombones que habían apostado, Kala estaba tan absorta en la petición de Saúl que no pudo concentrarse en la partida. Lamentó haber perdido, esos bombones eran deliciosos, pero había estado tan perdida en sus pensamientos que no pudo concentrarse en nada en todo el día.

Miró el reloj con forma de corazón que se encontraba en la mesita de noche a su lado, las 12:00 a.m., ya era 24 diciembre y la hora exacta para ir a la habitación de Saúl sin ser descubierta, por su prima ni se preocupaba, dormía como un tronco y a la mañana siguiente cuando regresaba la encontraba en la misma posición.

Tomando una bocana de aire, sacó su cuerpo de debajo de las sabanas y cubrió sus pies con sus pantuflas, en silencio abrió la puerta de la habitación y segundos después se encontró en el oscuro y silencioso pasillo, por lo menos las ventanas daban paso a la luz de la luna que alumbraba su camino. Miró en ambas direcciones para asesorarse de que no había nadie y caminó hasta la habitación de Saúl que se encontraba a varios pasos de la habitación de Sarah—donde ella y Dayden se estaban quedando—.

—Cariño, ¿Qué haces despierta a estas horas? —Kala giró asustada al escuchar la voz de Aleksandra. La encontró parada a varios metros de distancia cubriéndose con una bata y llevando su teléfono en la mano, la miraba con curiosidad. Kala se sorprendió al ver la intensidad de sus ojos amarillos, brillaban con el reflejo de la luna, hubiese sido asombroso si sus hijos nacían con el mismo color de ojos.

—No podía dormir —mintió percatándose de que siempre que salía en la noche se encontraba con alguien, se estaba volviendo una rutina molesta—. Quería recorrer su hermosa casa.

—Oh, cariño —susurró Aleksandra humedeciendo sus labios con la punta de la lengua—, no me molestaría pero más tarde celebramos la Nochebuena, debemos despertar temprano para decorar la casa y el árbol —Kala asintió lentamente, se quedó parada en medio del pasillo. Cuando Aleksandra levantó una de sus cejas se dio cuenta de que permanecer allí era estúpido, Alek no se iría hasta verla entrar en la habitación. Decepcionada se despidió y dio varios pasos hasta llegar a su habitación, escuchó como Aleksandra se marchaba y se dispuso a cerrar la puerta.

Unos pasos detuvieron sus movimientos, a través de la puerta a medio cerrar vio como una cabeza roja se movía en silencio y con rapidez. Kala miró sorprendida como aquella figura entraba a la habitación de Saúl, la puerta fue cerrada y el "clic" de la puerta, le indicó había puesto seguro.

Se quedó allí, nerviosa y confundida esperando a que la pelirroja volviera a su habitación pero eso nunca sucedió y cuando dieron las 1:00 a.m. Kala supo que ella no saldría de allí. Con un nudo en la garganta volvió a la cama, toda la noche estuvo despierta esperando escuchar el momento en que Maritza volviera a su habitación pero desafortunadamente, ese ruido nunca llegó a los oídos de Kala. Saúl y Maritza habían amanecido juntos.

Saúl estaba nervioso y a la vez excitado, todos sus sentidos estaban alerta, cualquier ruido erizaba su piel y asustaba a su corazón. Relamió sus labios por quinta vez en la noche, tiró de su cabello y se removió incómodo en la cama. Quitó las sábanas de su caluroso cuerpo, lanzó un bufido. Estaba empalmado y su cuerpo transpiraba, esa noche estaría con Kala de una manera más íntima, estaba contento pero a la vez nervioso, hacía tiempo que no yacía con una mujer.

Aunque no pueda VerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora