Capitulo Doce

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—Nunca imagine que te gustarían los autos y las carreras —Saúl acariciaba el largo cabello negro de Kala que descansaba sobre su pecho, le causaba cosquillas en el cuello y la barbilla pero no era molesto, su mano viajaba desde el cráneo hasta las puntas del suave cabello de la morena, se sentía liso y suave sobre su enorme mano, si se concentraba podía imaginar que lo que tocaba era una bola de algodón en vez del cabello de aquella chica tan linda y divertida.

Acostados en su pequeña cama y con ella descansado su cabeza sobre su pecho se sentía muy bien, demasiado bien para ser honesto a tal punto que lo asustaba de maneras inimaginables, le gustaba estar allí, se sentía en paz y eso era lo que le aterraba, no quería sentirse de esa manera y tampoco tenía ganas de acostumbrarse a una nueva persona que acababa de entrar en su vida, no era bueno acostumbrarse, al final todos terminaban marchándose y dándote la espalda.

Era extraño pensar eso, no conocía del todo a aquella chica pero muy profundo de sí mismo sabía que ella nunca haría eso, quizás quien se estaba reflejando en sus pensamientos era sí mismo, quizás quien se marcharía y no miraría atrás seria él.

Ya había admitido que le gustaba Kala, había sido honesto con sus palabras, le gustaba su olor, su voz le calmaba y le brindaba paz, con ella entre sus brazos sentía que estaba en su hogar, y le encantaba que no lo tratara como a un discapacitado, desde el primer día que se conocieron lo había puesto en su lugar ignorando su estado, eso le había gustado, otra persona se disculparía y hasta cambiaría su tono de voz y le trataría como un niño; odiaba eso, era una persona como cualquier otra con una pequeña discapacidad, eso no significaba que todos a su alrededor tendrían que hacer cosas para complacerlo, y eso era lo que más le gustaba de Kala, que no veía su discapacidad sino que miraba a través de ella a la persona que allí se encontraba, pero a pesar de gustarle todas esas cualidades de ella, no era suficiente, no era suficiente para abrirle su corazón o para darle todo su amor porque lamentablemente no era Kyara y nunca lo sería.

—Sí, siempre me gustó la adrenalina y el viento en mi rostro... antes participaba en carreras clandestinas —respondió el rubio alejando aquellos pensamientos de su cabeza y prestando atención a la chica que se encontraba descansado a su lado. Kala asintió lentamente con la cabeza y con las yemas de sus dedos acarició el abdomen de Saúl, sonrió con timidez cuando notó como su abdomen se contraía por el contacto con su mano.

— ¿Algo así como rápido y furioso? —preguntó curiosa la morena deleitada por estar tan cerca de Saúl, era bastante agradable poder descansar a su lado, y sobre todo sabiendo que sus sentimientos eran mutuos, era una de las mejores sensaciones del mundo y ella las estaba experimentando en ese momento, quizás no era muy sano de su parte ilusionarse tan rápido pero a su cerebro no le importaba y ya estaba imaginando casas e hijos, hasta el color del perro que tendrían, sonrió.

—Sí y no —admitió acariciando la muñeca de su acompañante y recordando los años en que se escapaba de casa y robaba el auto de Dean para competir, casi siempre ganaba y se había hecho de un nombre en el lugar, todos querían competir con él pero pocos se arriesgaban, no tenía aires de grandeza pero tenía que admitir que era muy bueno frente al volante y allí todos lo sabían. Vamos, que es imposible conducir como esa gente... pero si quitamos todos esos efectos pues es parecido.

—Me gustaría algún día participar en algo así —murmuró Kala acurrucándose más al caliente cuerpo de Saúl, tenía ganas de subir la pierna pero se contuvo, siempre lo hacía cuando se encontraba con Aiden pero debía recordar que Saúl no era Aiden. Muchos le habían comentado que luego del accidente de sus padres no tenía que tenerle tanto amor a los autos, pero en vez de temerle a los autos disfrutaba los paseos en ellos y como el viento le alborotaba el cabello.

— ¿Crees que ganarías? —preguntó el rubio bajando la cabeza en dirección a la pequeña morena hasta que sus narices estaban tan cercas que al aliento de cada uno le acariciaba las mejillas. Kala disfrutó observar el lindo color de sus ojos, agradecía que se hubiera quitado esas horribles gafas de sol porque gracias a ello podía deleitarse viendo la profundidad de esos hermosos ojos que le recordaba el océano.

Aunque no pueda VerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora