Capítulo Veintidós

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Por dos semanas mantuvieron su relación, al principio fue incómodo para Kala volver a estar en los brazos de Saúl recibiendo su calor, besándolo cuando se le venga en gana y tocando su cuerpo cada vez que quería, pero pronto se acostumbró y amó cada momento. Saúl era divertido, amoroso y a veces un poco infantil, nadie imaginaría que esas personalidades se encontraban debajo de aquel chico tan oscuro y prepotente. En pocos días Kala se enteró de varias cosas:

1. Desde el accidente Saúl salía muy pocas veces de casa puesto que solo salía a la biblioteca o a tomar un poco de sol.

2. No sabía hacer nada. Mientras que algunas personas con discapacidad visual se acostumbraban a su discapacidad y aprendían a trabajar con ello, Saúl prefirió ignorar lo que le ocurría, por ello no sabía cómo cocinar, lavar o hasta aprender a usar el braille.

3. Se encerraba bastante fácil. Existían momentos en que la mente de Saúl se alejaba y se quedaba lejos por mucho tiempo.

A pesar de eso, Kala sabía que algún día podría llegar a amarlo con todo su corazón, por el momento solo tendría que trabajar algunas cositas con él. Ya lo había inscrito en un grupo de apoyo para discapacitados y programado una cita con un psicólogo para que pudiera hablar de su trauma, Dean estuvo de acuerdo y le ayudó. Una semana después, Kala veía los cambios en su novio. Era más comunicativo, ayudaba en casa y poco a poco estaba aprendiendo a desenvolverse.

— ¿Cómo te fue en tu última sección? —preguntó lamiendo su helado y observando a Saúl. Ambos se encontraban en el parque que quedaba cerca de la universidad, allí Saúl le había comprado un helado y se buscaron un lugar debajo de un árbol. El día estaba frío y el cielo un poco oscurecido pero era una buena mañana.

—Bastante bien, me siento más relajado —susurró sacando la lengua para que Kala le diera un poco de su helado.

—Me alegro que en solo una semana ya te sientas mejor —Saúl asintió y se relajó cuando Kala apoyó la cabeza de su hombro, continuó comiendo de su helado y algunas veces dándole un poco a él.

—A mí también —admitió luego de varios segundos en los que se mantuvieron en silencio—. Debo decir que estoy bastante agradecido de que hayas llegado a mi vida —giró el rostro y depositó un suave beso en sus labios, Kala se sonrojó de inmediato.

—Acá no, hay gente mirándonos —anunció dejando de lado el helado y limpiando las esquinas de su boca, Saúl sonrió y chasqueó la lengua.

—Yo no veo a nadie —Kala rodó los ojos divertidas, acarició su cabello ya un poco crecido y en el tronco rubio, y después le dio un jalón.

—Tus chistes de ceguera no son graciosos —Saúl se encogió de hombros para luego acercarla a su cuerpo y colocar ambas manos en sus mejillas.

—Si lo son —lentamente se acercó al rostro de Kala y tomó los labios de la morena entre los suyos. En esas semanas había descubierto que le encantaba besar a Kala, era sorprendente la rapidez con la que la morena se derretía en sus brazos. Le encantaba mordisquearlos y saber que eso le sacaría algún gemido a su novia. "Novia" Kala era su novia, se repetía eso todos los días y era sorprendente. Luego del accidente pensó que no estaría con nadie más, pero llegó está loquita y tiró todos sus planes por la borda.

Le gustaba Kala, y le encantaba saber que lo que sentían era recíproco, a veces tenía sus bajones y solo quería detenerse por un momento, se preguntaba continuamente si lo que estaba haciendo era correcto, si debía continuar su vida como si nada mientras había arrebatado la vida de dos personas, pero su psicólogo le comentó que era normal, algunas veces se sentiría de ese modo y que siempre habrá un día en que se sentirá como la peor persona del mundo. No era agradable saber que seguiría sintiéndose de ese modo algunas veces, pero con la ayuda que Kala le había buscado creía que podría superar las cosas.

Aunque no pueda VerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora