Introducción

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Bogotá, Colombia

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Bogotá, Colombia.


Aquél diecinueve de julio del año 2007 en la Autopista norte con calle 100 ocurrió un grave accidente, una camioneta negra se pasó el semáforo en rojo arrollando a una pareja que se movilizaba en motocicleta en otro sentido, sucedió por la noche, la pareja regresaba de trabajar, la camioneta huyó de inmediato del lugar convirtiéndose en un carro fantasma. A pesar de los esfuerzos de los paramédicos de la ambulancia y los médicos en el hospital, la pareja murió, ella a las 11:14 p.m. y él a la 1:09 a.m.

Ellos pudieron haber sido los hijos de alguien, los hermanos de alguien, los primos de alguien, los tíos de alguien, los padres de alguien, ellos fueron mis padres.

Nadie respondió por sus muertes, el conductor de la camioneta no fue encontrado, nadie cubrió los gastos, solamente el seguro de la moto de mi padre. Aquél hecho quedó como un accidente más de tránsito de la ciudad, como un homicidio más, impune.

Fui reclamada por mi abuela paterna Yolanda de García Cruz, era una mujer muy tierna y la única familia que me quedaba en el mundo. Tan sólo tenía cinco años cuando ella tuvo que explicarme lo sucedido, lloré en sus brazos por tantas horas. Se fue a vivir a mi casa, la que mis padres levantaron con tanto esfuerzo, mi abuela Yolanda me cuidaba muy bien, siempre era tierna, siempre era atenta; desafortunadamente se enfermó, cáncer de mama y problemas del corazón, por lo tanto, tuve yo que cuidarla.

A los doce me di de baja del colegio, debía trabajar por las dos, la enfermedad la estaba deteriorando demasiado, las medicinas eran costosas, comencé a trabajar en el salón de belleza de una buena amiga de mi abuela Yolanda, ella era Maritza Méndez Navarro, siempre fue amable, no me dejaba trabajos duros, me ayudaba con un buen sueldo, siempre estuvo pendiente de mi abuela, con el seguro de salud que ella misma pagaba, le dieron los tratamientos necesarios. Se encargaba también de llevarme a casa, me compró algunos libros para que pudiera estudiar en mis tiempos libres.

En el salón de belleza conocí a Karlota Suárez, una mujer joven y hermosa; ella me ayudaba mucho también, me enseñó tanto, como ser fuerte, como manejar el dolor, como lidiar con las pérdidas. En el salón de belleza debía barrer el cabello, organizar los productos, alejarme de las planchas calientes, luego de un tiempo Karlota y sus amigas me enseñaron a arreglar el cabello: lavarlo, secarlo y hasta peinarlo.

Karlota también me llevó un par de veces a almorzar a su linda casa, tenía una hermosa familia, ellos me hacían sentir mejor, con ellos olvidaba todos mis problemas, Jhon López era su marido y sus hijos eran Camilo, Marta y Lucía López.

Cuando cumplí catorce mi abuela murió mientras dormía, me dijeron que había sido un paro cardíaco, quizá lo hubiera evitado, si hubiera estado despierta; de inmediato me llevaron los de "Familia y bienestar": era un instituto encargado de resguardar a los niños en estado de vulnerabilidad, sí, a los pobres huérfanos de la ciudad.

Estaba sola, me había quedado sola finalmente, ya no volvería a ver a mis amigas, no volvería a ver a Karlota y no volvería a almorzar en su casa. La muerte de mi abuela había sido un suceso tan inesperado que no pude ni siquiera despedirme de ella, no pude despedirme de Karlota, no pude despedirme de nadie.

La bienvenida en el orfanato había sido cálida, aunque noté miradas hipócritas como todo, de desagrado y otras más curiosas; me sentía extremadamente triste, la única familia que me quedaba estaba muerta, yo estaba sola, completamente sola en un lugar lleno de desconocidos, bastardos sin padres al igual que yo.

Me encerré en la oscuridad de mí no privada habitación, tenía que compartirla con tres chicas más, tenían mi edad, pero, las notaba más maduras, quizá más rudas, me cubrí completamente con la sabana de Morita, la frutita y comencé a llorar el deceso de mi querida abuela, mi segunda madre.

◇ ◇ ◇ ◇

Mi nombre es Carmen García Sosa, tenía cinco cuando murieron mis padres, doce cuando comencé a trabajar,  catorce cuando murió mi abuela y me llevaron al orfanato; yo era una solitaria chica de cabello enredado, ojos marrones y un corazón lleno de dolor. En aquél mismo corazón conservaba la esperanza de que un día vendría un príncipe azul, me sacaría del orfanato, subiría a su caballo, cabalgaríamos hasta su castillo y allí, me haría feliz el resto de mi vida.

Así era yo, una chica con tanta inocencia, con tanta ilusión y una dañina obsesión por los cuentos de hadas.

◇ ◇ ◇ ◇

Hola, esta historia no volverá a salir de esta plataforma, empezaré a editarla una vez más, espero puedan disfrutarla hasta el final.

Muchas gracias

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