FLASHBACK
Aquella tarde de sábado decidí salir del cuarto, se escuchaba la algarabía de los niños que corrían por todo el lugar, jugando y saltando con felicidad; deseaba volver a esa inocencia, disfrutar mi infancia sin saber en que lugar me encontrara. Ya estaba exhausta de estar encerrada, llorando por todo lo que me pasaba en la vida, tenía que seguir adelante, mi meta era hacer amigos, quería socializar un poco con alguna chica con la que pudiera encajar.
Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no pude ver un carrito de plástico al final de las escaleras, resbalé con este logrando perder el equilibrio, para que mi cara no chocara contra el piso apoyé mis manos recibiendo todo el golpe en estas, chillé de dolor que algunas lágrimas salieron, quería gritar de impotencia, peor cuando escuché risas detrás de mí.
Sentí que alguien se colocó delante de mí, al levantar mi rostro me encontré con el chico más lindo que mis ojos hubieran visto antes, sus ojos café eran tan claros, su cabello castaño un poco escaso, parecía militar, su rostro denotaba preocupación, nuevamente bajé mi rostro con vergüenza, estaba cubierta de lágrimas y mocos.
—¿Estás bien?— preguntó
—Sí, estoy bien— me arrodillé en ese mismo lugar, moví un poco mis manos hasta que el dolor fue disminuyendo, él sin preguntar ni decir nada más, comenzó a levantarme sin aplicar mucha fuerza, simplemente cedí como si fuera una muñeca de trapo
—¿Segura que estás bien?— volvió a preguntar, tomando mi barbilla para que lo mirara, era bastante hermoso, me daba vergüenza mirarlo fijo, pude ver que tenía labios delgados, de un tono rosado, su porte era tan rudo, seguramente podría intimidar a cualquier persona—. Hey... — llamó mi atención
—Sólo tengo pena por haberme caído— aún escuchaba las risas de los chicos, los miré de reojo, el chico frente a mí giró su cabeza
—¡Ya cállense, hijueputas!— gritó exasperado, abrí mis ojos sorprendida por aquel acto, él pasó su brazo sobre mis hombros y caminó a mi lado—. Perdón, ellos son unos idiotas que se ríen de todo— comentó mientras nos alejábamos, pude escuchar los insultos de los chicos hacia él
—Tranquilo, no pasa nada— dije con vergüenza, su tacto me tenía nerviosa
—Por cierto, me llamó Hugo Núñez— se presentó con una gran sonrisa, esas que te demostraban confianza
—Un gusto conocerte, Hugo, también gracias por ayudarme a levantar— dije con tanta sinceridad, me sentía mucho mejor en ese momento
—No hay de qué— respondió
—Yo soy Carmen García— me presenté de vuelta
—Es un gusto conocerte Carmen— dijo Hugo, podría acostumbrarme a ver esa sonrisa todos los días, finalmente salimos al patio, había muchos niños jugando por allí, ya casi anochecía, en ese momento sólo pude admirar el atardecer.
Hugo y yo hablamos un poco más, de diferentes temas, ninguno habló de cosas personales, ni siquiera nos preguntábamos porque estábamos allí, él me dijo que desde mi llegada al orfanato me sentaba en la mesa dónde él también se sentaba en el comedor, los idiotas que se reían de mí por la caída, eran sus amigos y también pertenecían a la misma mesa.
—Hey Hugo— una chica conocida se acercó a nosotros, seguíamos en el patio, bajo el cielo estrellado, algunas maestras ya estaban allí, supervisando a los niños que jugaban fútbol
—Hola Sandra— la saludó Hugo— ¿Conoces a Carmen?— me señaló, ella sonrió
—La había visto por allí— comentó—, la chica solitaria
—Ya no lo estará— avisó Hugo mirándome con ternura, de inmediato me sonrojé, de verdad era lindo
—Bueno, Carmen, ¿juegas fútbol?— me preguntó Sandra
—No, soy muy mala en cualquier deporte— espeté arrugando la nariz, todo lo que tuviera que ver con deportes me fastidiaba
—Qué lástima, estoy haciendo un equipo de chicas, para jugar este fin de semana— relató
—Ah... lo siento— murmuré, Sandra sonrió, fue una sonrisa que no pude comprender
—¿Y tú qué?— miró a Hugo mientras revolvía su cabello
—¿Qué de qué?— repitió alejando su mano—. Deja mi cabello en paz
—No le gusta que le toquen el cabello— me aclaró Sandra, yo sólo reí— ¿No te parece lindo su cabello?— cuestionó, me ruboricé en cuestión de segundos, asentí nerviosa, su cabello no era lo único que me parecía lindo
—Que tierna eres Carmen— comentó Hugo— ¿No tienes chicas a quién molestar?— preguntó él, Sandra soltó una carcajada
—Oigan, hora de comer, pasen al comedor— nos llamó una profesora desde dentro, los tres nos levantamos y nos dirigimos a la cocina.
Sandra extrañamente se sentó en la mesa de los chicos, quienes se volvieron a reír de mí, hasta que Hugo los volvió a insultar. Me sentí muy cómoda a su lado, además que Sandra era más agradable de lo que parecía, me sentí mucho mejor que días anteriores con su compañía, desde esa tarde nos volvimos inseparables los tres.
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Algo Inesperado
Roman d'amourCarmen no tuvo una buena infancia, sin embargo, tuvo momentos buenos que la mantuvieron de pie, cuando salió del orfanato, comenzó la búsqueda de una mujer que la apoyó mucho años atrás. Cuando pudo encontrar a esa gran amiga, le pidió ayuda para re...