◇ Cocinando juntos

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—Bien, Morita, hora de cocinar— me llamó Camilo

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—Bien, Morita, hora de cocinar— me llamó Camilo

—¡Sí!— me levanté del mueble, caminé tras él

—Te ayudaré a ponerte el delantal— dijo, tomó uno de los delantales que estaban colgados, se colocó detrás de mí, de inmediato me puse nerviosa

—¿Q-qué cocinaremos?— cuestioné

—Uhmm— sentí como amarraba ambos extremos a la altura de mi cintura, mi cuerpo temblaba—. Arroz de zanahoria, pollo en salsa blanca de champiñones

—Ah, vi esa receta en un libro— comenté girándome, quedé frente a él

—Es muy sencilla, a mi mamá le gusta el plátano amarillo, pero no quiero arruinar mi elegante plato con tajadas

—Creo que quedaría muy bien un puré de papas— sugerí

—Ella no es muy amante a las papas— se acercó al mueble, sacó algunas ollas

—Entonces puré de plátanos— dije riendo, pero, él en cambio me miraba serio—. Sólo era un chiste

—¿Segura? No es mala idea hacer un puré de plátano para mi madre, igual ella siempre come sin darle importancia a lo bonito que se ve el plato— solté una carcajada, él también reía

—Bueno, intentemos entonces.

Comenzamos a cocinar de inmediato, primero rallé las zanahorias, mientras el lavaba el pollo, era uno entero, vi como lo limpiaba, le quitaba toda la piel, luego lo desmembraba, era tan ágil con los cuchillos, lo dejó remojado en agua de limón, para que no oliera mal a la hora de prepararlo, luego pusimos a sofreír la zanahoria rallada, olía tan delicioso, el olor mejoró cuando le puso dos ajos picados para sofreírlos, yo agregué el arroz mientras él mezclaba todo, el arroz se pintaba de naranja, era muy divertido cocinar con Camilo, porque me explicaba paso a paso, hacía muchos chistes, escuchaba mis comentarios, respondía mis preguntas, era imposible no estar cómoda con él.

Dejamos que el arroz se cocinara a fuego alto, entonces cortamos algunos champiñones, no era algo que probaba todos los días, al verlos no me apetecían para nada.

—Vamos, Morita, pruébalos— insistió

—No, no

—Ya están precocidos, a ver, cierra los ojos— me tomó de la barbilla, me paralicé otra vez, cerré los ojos, él no soltaba mi barbilla todavía—. Ahora, abre la boca y confía en mí

—Bueno... — abrí la boca, Camilo colocó el champiñón sobre mi lengua, comencé a masticarlo—. No sabe tan mal

—¡Es delicioso!— gritó, acarició mi cabello, lo miré emocionada, amaba como era conmigo, tomó otro pedazo de champiñón, lo acercó a mi boca—. Tu premio

—¿Premio? Que buen premio— atrapé el champiñón con mis labios y me lo comí como el primero—. Me encanta, ya es mi comida favorita

—A mí también me encanta, bueno, veré si el pollo ya está bien marinado, busca la crema de leche en la nevera

—Sí

—Uy, Camilo y Morita, juntitos— la voz de Lucía nos hizo sobresaltar, la verdad si estábamos muy cerca, di dos pasos hacia atrás

—Que lindos, cocinando juntos— esta vez dijo Marta

—¿Qué dicen, mocosas? Morita es como ustedes, como una hermana— refutó él, nuevamente el vidrio rompiéndose

—E-es cierto— lo apoyé, me acerqué a la nevera, saqué una pequeña bolsita de crema de leche, volví con Camilo y se la entregué

—Bueno, como sea— respondió Marta— ¿Ya casi terminas, Morita? Queremos jugar un rato

—Ah, ya nos falta poco— respondí

—Tranquila, ve, yo me encargo del resto— me ordenó Camilo

—Ay no, yo te ayudo a terminar, las chicas me pueden esperar, ¿cierto?

—No, queremos que estés con nosotras, no con él— espetó Lucía, yo arqueé una ceja con confusión

—Así son ellas, no les gusta compartir— comentó mientras salteaba los champiñones

—Nos iremos a cambiar y volvemos— anunció Marta, ambas salieron de la cocina

—No te preocupes, la verdad no soy un... objeto el cual deciden si compartir o no— espeté con algo de burla—, quiero ayudarte un poco más y lo haré

—Que tierna eres, está bien, pásame el pollo— me pidió, tomé el tazón que contenía cada presa de pollo, se la entregué, Camilo las agregó a los champiñones y mezclaba todo con aquella agilidad; yo les agregué sal y pimienta, luego continué mirando su habilidad al saltear—. Bien, ve poniéndole la crema de leche

—Enseguida, chef— respondí burlona, él sin dudarlo soltó una carcajada, tomé la bolsita, la destapé y agregué la crema lentamente

—¿Te gusta el olor?

—Uhmm sí, esto huele mejor que la comida del orfanato

—Ese orfanato es horrible— dijo, yo sólo me reí.

Luego de eso, hicimos nuestro famoso puré de plátano, le puso algunas especias para que luciera elegante, sirvió todos los platos, muy bien tapados, los acomodamos en el comedor.

—Ufff me encantó cocinar

—Já, sí— se rascó la nuca—. Ya van a ser las cuatro, si quieres comemos juntos— sugirió—. Por cierto, ¿no desayunaste?

—Yo... no— susurré

—¡¿Qué?! ¡Yo te dejé servido el desayuno!

—Lo siento, yo me desperté tarde, luego... Aseé la casa, en ese momento llegaste tú

—Carajo Morita, eres muy descuidada— dijo negando—. Siéntate, buscaré a las chicas— me ordenó, escuché algo de enojo en su voz, la verdad si era descuidada; sentí curiosidad, entré a la cocina, me acerqué al microondas, lo abrí, allí había un plato con tostadas dulces, huevos revueltos, aunque los huevos parecían tener especias como las del puré, también tenía una nota de Camilo.

"Buenos días, Morita, disfruta este desayuno especial."

Guardé la notita en el bolsillo del vestido, regresé al comedor, me senté en mi lugar, los tres hermanos entraron minutos después, parecían estar peleando.

Guardé la notita en el bolsillo del vestido, regresé al comedor, me senté en mi lugar, los tres hermanos entraron minutos después, parecían estar peleando

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