p r o l o g u e

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El tiempo pasa lento cuando pierdes todo por lo que debes preocuparte. Los días se confunden los unos con los otros, el día y la noche parecen volverse uno solo. 

Todo se vuelve tan uniforme.

Un trueno retumbante hizo que Yoongi se exaltara en la cama de aquella impoluta habitación de paredes blancas. Su respiración seguía un poco agitada por el repentino despertar, y su corazón latía pesadamente. Por un momento se sintió perdido, no recordaba dónde se hallaba hasta que su vista poco a poco fue adaptándose a la oscuridad de la habitación.

Su vista se topó con el mismo techo blanco, parpadeó lentamente, soltando lentamente un suspiro. Su mirada viajó a la ventana sin barrotes, la lluvia torrencial que azotaba el ventanal hacia vibrar el cristal. El cielo no dejaba de iluminarse con rayos, mientras el viento batía el vidrio.

Comenzó a contar hasta diez, recordando ese viejo consejo que su hermano mayor le había dicho alguna vez para saber qué tan lejos estaba una tormenta.

Uno, dos, tres, y el rayo retumbó de nuevo contra la estructura de hormigón de aquel edificio. Yoongi suspiró lentamente, intentando ignorar los griteríos alterados de sus peculiares compañeros de piso en las habitaciones aledañas, inquietos por la tormenta.

Las noches tormentosas eran las peores en los psiquiátricos.

Yoongi sabía eso como el antiguo doctor que alguna vez fue, entendía la histeria que debería estarse presentando a lo largo de esos amplios pasillos de paredes blancas y luces incandescentes.

Nada podía hacer él para ayudar.

Los pacientes no deben inmiscuirse con los demás pacientes.

Yoongi giró sobre su costado, tirando de la carrasposa cobija para cubrirse lo suficiente, intentando buscar conciliar el sueño nuevamente, pero la lluvia arreciando contra la clínica no ayudaba con el insomnio natural de aquel pobre hombre.

Intentó seguir con su conteo mental, tratando de trazar qué tanto iba a durar la tormenta sobre aquel sitio en específico. Y aunque pasó veinte minutos en ese vaivén, la tormenta seguía arreciando.

Otro punto más para odiar Japón, los tifones hacían grandes actos, y él sólo era una víctima más de la ira de la naturaleza.

No pudo evitar sentirse triste de nuevo; extrañaba Corea, más aún Seúl, aquella ciudad que lo había acogido durante toda su vida, era sólo un recuerdo que añorar. En Seúl, amaba las tormentas porque le permitieron dar los primeros pasos a la mejor etapa de su vida.

Cerró sus ojos con fuerza, intentando disipar ese recuerdo amargo y denso. De nuevo el olor a durazno y aquella hermosa silueta de ella, con su cabellera castaña, intentó inundar su mente. Se sintió de nuevo en casa, en su cama de sabanas negras y mullidas almohadas; la luz cálida de su habitación delineando el contorno de ella a su lado, acostada junto a él.

Pero como todas las noches, Yoongi no podía ver el rostro de aquella chica que inundaba sus recuerdos.

Sus ojos volvieron a abrirse a causa de un estruendoso rayo, el alboroto en los pasillos se enardeció.

Ya estaba resignado, esa noche tampoco podría dormir.

Su mente se desconectó de su entorno; mirada fija en un punto muerto, pensando en nada. Parpadeaba por mera necesidad; inhalaba y exhalaba de manera mecánica, ya era fácil para Yoongi desaparecer de sí mismo.

Es fácil no sentir nada cuando ya lo has perdido todo.

Sin darse cuenta, ya había amanecido.

No había sol. Las nubes grises y cargadas seguían liberándose sobre la clínica, las gotas golpeteaban contra el video haciendo un sonido quedo. Gris, fría.

Redención; Min Yoongi [Segundo Libro de Extrema Obsesión] [TERMINADA] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora