t r e s (3)

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La incandescente luz del balcón lastima en mis ojos. Ah... ¿por qué tanta luz?

Me remuevo, quejándome por lo mucho que mi cuello duele. Los huesos de mi espalda se quejan contra la rígida superficie donde estoy acostado. Sigo removiéndome con los ojos cerrados, hasta que, de la manera más torpe del mundo, caigo hacia el suelo.

El golpe seco que me doy contra el frío mármol me despabila por completo. Al menos mi cuerpo sigue enrollado al mullido edredón, porque si no, dolería más mi caída.

Cuando abro mis ojos, levemente aturdido por la caída, recuerdo donde estoy.

Me quedé dormido en el sofá de la sala del nuevo apartamento.

Suspiro con fuerza, mirando el techo entre las hebras de mi cabello.

Me siento desubicado. No sé qué hora es, no sé cuánto tiempo dormí. A este punto mi tío y abuelo deben estar desesperados por no tener señales de vida de mi parte.

Intento incorporarme, ignorando por completo la carta y la foto que en algún punto de la noche regresé a la mesilla de café. Cuando logro sentarme nuevamente en el sofá, busco el control para encender el televisor.

El clásico show matutino me recibe. Un par de comentaristas entrevistan a un artista o algo así, haciéndole preguntas como qué tipo de comida le gusta y sus planes para su siguiente trabajo. Ignoro el programa para concentrarme en lo que necesito, y ahí, en la esquina inferior derecha está la hora marcada.

Diez de la mañana.

No es tan tarde como lo imaginé. Aún tengo día de sobra para ir a hacer todas las compras que necesito. Y definitivamente una de las cosas que tengo que agregar como prioridad a mi lista es un par de relojes para no sentirme desubicado de nuevo.

Me reclino del espaldar del sofá, paseando mi vista por la sala y la cocina, enumerando cosas que veo que faltan. Tal vez necesite algo para anotar todo lo que tengo que comprar.

Pero, de nuevo, no tengo nada dónde anotar.

Lista mental: Relojes, lápiz y papel para anotar qué falta en el apartamento, todo lo que falta.

Aunque, si primero compro el teléfono, podría anotar, tener un reloj, comunicación con los asustadizos de mi familia y algo de entretenimiento que no sea este drama meloso de amor.

No quiero ver nada de romances.

Apago el televisor, para levantarme con torpeza del sofá ya marcado por mi silueta y peso al dormir. Mi yo del pasado estaría en colapso mental por haber arruinado un sofá de esta manera.

Mi yo de ahora sólo se queja del dolor de cuello.

El apartamento aún huele a nuevo. La madera del mueble para almacenar despide ese olor dulzón del roble entremezclado con la pintura nacarada. Antes de seguir mi camino al baño me detengo frente al mueble, abriendo nuevamente las puertas. No hay nada, sólo un par de contenedores de plástico para almacenar.

Es tarde cuando me doy cuenta que me siento triste. Lo sé, debería sentirme alegre de poder empezar de cero mi vida, de que el universo me permita este nuevo comienzo con tantas comodidades. Debería sentirme feliz porque mi abuelo me abrió nuevamente las puertas a muchas posibilidades en mi vida, cuando muchas personas siquiera tienen una primera buena oportunidad en sus vidas.

Y aquí estoy yo, deprimiéndome en un apartamento tipo estudio en Seúl, sólo porque mi almacén está vacío.

No debería pensar en esto. No debería entristecerme por todo lo que ya fue. No puedo enmendar mi pasado, no puedo dar marcha atrás. Ahora... debo olvidarlo todo y continuar.

Redención; Min Yoongi [Segundo Libro de Extrema Obsesión] [TERMINADA] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora