Insolación.

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Insolación.


Actualidad.

Pensamiento de Adlet.

  - Sabes que te amo... - No era una pregunta, ni una insuacion. Era una confirmación clara y directa.

Dolía tanto su garganta, haber callado tantas veces sus sentimientos y jamás haberlas dicho a la persona que más amaba, por miedo, por pánico al rechazo.

  - Te amo. Te amo. - Sonrió débilmente, mientras un extraño hombre lo levantaba del frío y húmedo suelo, entre sus fuertes y fornidos brazos.

Deseaba tanto decirlo, que quizás, dolería menos el rechazo de un desconocido que él del propio Hans.

Estaba borracho o enfermo, ya no encontraba la diferencia y ya estaba siendo cargado por algún desconocido. Estaba en problemas, pero eso poco le importaba si ya no tenía nada.

  - Me sorprende que no te cuides. - Recostó con toda confianza y tranquilidad su cabeza, sobre aquel firme pecho, que le regalaba la más bella y sincera melodia del mundo.

Los latidos acelerados y enamorados del hombre de su vida.

Estaba a dos pasos del Hades. Ya se había rendido.

  - No sabes... Cuánto te he extrañado. - Confesó con dolor en su alma en forma de una daga, mientras iba perdiendo la realidad a pasos agigantados en medio de aquella oscura noche y de aquél frío mundo real.

" Está débil. No ha comido bien últimamente y casi no ha dormido, tampoco. " El sonido de un motor a la lejanía lo inquieto un poco, pero no se atrevió a abrir sus ojos pues el cansancio y el dolor, eran más fuertes que su curiosidad.

No reconocía aquella extraña voz en medio de nubes confusas de sentimientos inexactos. Ni mucho menos a quién le dedicaba palabras llenas de sentimientos, cargadas de emociones tan fuertes como el acero.

Le dolía demasiado la cabeza y sus pensamientos eran demasiado borrosos cómo caóticos.

Era mejor no pensar demasiado. No quería. Le daba tanto asco siquiera intentarlo.

" Lo sé. Maldición.". - Una suave caricia adorno su cabellera, mientras el movimiento de un auto en curso, le hacía consolidar el sueño de una forma más efectiva.

[...]


" ¡Hans! ". - Saludó entusiasta un joven pelirrojo de cabellera curiosamente larga y brillante.

Aquél joven chiquillo, abrió ampliamente sus ojos, viendo cómo aquella cabellera era sin duda alguna hermosa. Y no sabía cómo era posible.

Tanto brillo era seguramente envidia de cualquier felino del mundo.

[...]

Pensamiento de Hans.

Sonrió cansando, cuando el auto paro en alguna esquina perdida de la parte lejana del centro de la ciudad.

La maldita fiesta había sido en la zona más peligrosa de la infeliz ciudad. Un factor que hacía que la su molestia y preocupación fuera mayor, cuando se topo a su compañera de auto, en esos momentos.

  - Gracias. - Agradeció sinceramente una rubia de ojos naranjas, mientras iban llegando alguna parte de la ciudad en dónde posiblemente no hubiera nadie que los asaltaran si paraban un poco.

La Llama y el Gato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora