Capítulo 1: Mallorca.

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El coche arranca y puedo ver como los objetos de mi alrededor se empiezan a mover, mi casa, aquella en la que he vivido los últimos dieciséis años se aleja sin precedentes hasta que la veo desaparecer por completo de mi vida. Al principio la idea no me hizo ninguna gracia ya que me alejaba de mi familia, sobretodo de Lucas que ha estado siempre ahí como si de mi hermano mayor se tratase. No puedo evitarlo cuando las cristalinas lágrimas salen de mis verdes ojos mientras se retan en carreras por las rosadas y marcadas mejillas. Al llorar agacho la cabeza para que no se note tanto, pero es casi imposible, mi oscuro pelo se me pega a la cara y debo parecer patética.

Para intentar tranquilizarme decido ponerme música, pero no una canción cualquiera, sino que abro la playlist y pongo Nirvana. Acto seguido entro en Wattpad y reviso mi biblioteca para ver que novela quiero leer, aunque es algo difícil ya que todas las que hay ahí no están terminadas por lo cual voy a la lista de lectura "Completas" para poder elegir una que esté finalizada como dice el título.

No llevamos una hora de camino cuando se para el coche, claro, estamos en las Islas Baleares no podemos llegar muy lejos. Estamos en un semáforo y al parecer hemos llegado a nuestra nueva ciudad, la capital de esta provincia. Mallorca.

Por una parte, me siento apenada porque no veré más a mis amigas, puede que se diga que quedaremos en vacaciones o algunos fines de semana podremos vernos. Pero sé que eso a la larga no dura y menos en cuanto empiece el curso, entre a bachillerato y hagamos nuevas amigas, teniendo en cuenta que también hay que estudiar. Por lo tanto terminaremos cada una por su lado y sin saber nada, aunque no es del todo malo ya que tengo una nueva oportunidad aquí.

Creo que al fin y al cabo no ha sido tan mala idea venir a esta ciudad, puedo ser quien y quiera sin que sepan nada sobre mi pasado o cualquier otra cosa. Seré yo, Olympia, a la que le gusta divertirse e ir con todo. Aquella joven chica que sueña con convertirse en una muy buena cirujana.

Mi padre aparca el coche en el garaje de mi nueva casa, aunque no es del todo cierto ya que esta casa perteneció a mis abuelas durante años. Lo extraño es que no había venido nunca, creo que se mudaron de vuelta a nuestra ciudad de origen cuando mi madre era algo más pequeña que yo.

Una vez entramos a la casa lo primero que veo es la cocina ya que es por donde se accede al garaje desde la casa. La vivienda la podemos encontrar dentro del estilo mediterráneo lo cual me gusta mucho ya que antes vivía en un piso. Recorro el salón pasado los dedos por los muebles, al llegar al comedor por la gran cristalera veo el jardín con árboles, césped, algún que otro cactus y lo que más me llama la atención, una gran piscina justo a veinte metros de la playa. Las casas de los lados son similares a esta, pero algunas están reformadas o son anteriores a ésta por lo tanto tienen otro diseño.

La verdad es que estoy impaciente por ver que hay en la planta de arriba y agradecida porque no haya altillo y sótano, eso siempre trae malas consecuencias según las películas de terror. Cojo mi maleta y la subo a mi cuarto, una vez dentro me quedo con la boca abierta, es enorme. Terriblemente sensacional y demasiado lujoso para mí, pero me encanta. No puedo evitar fijarme en las dos puertas que hay a mi izquierda junto con un escritorio enorme, a mi derecha hay una gran cama matrimonial con un cabecero precioso y su mesita a juego. También a la derecha una gran estantería donde puedo poner todos mis libros y los que me faltan por comprar y al final una gran ventana con vistas al brillante océano con un diván justo debajo de esta. Los muebles de color blanco están acompañados por una pared de azul turquesa.

Me encanta mi nueva habitación, mi nueva casa y creo que me lo pasaré genial en mi nueva vida. Aunque de momento me voy a tener que conformar con ordenar todas mis cosas, pero eso nunca ha sido un problema para mí.

Varias horas después lo tengo todo perfectamente ordenado y he descubierto para qué eran las puertas. La de la derecha es un baño completo con bañera enterito para mi uso y disfrute y la otra se trata de un vestidor el cual he ordenado a la perfección de más arreglado a más informal, invierno, por un lado, chaquetas por otro, la ropa interior tiene sus propios cajones y los pijamas sudaderas y zapatos por otro.

Estoy exhausta y apenas son las seis de la tarde por lo que decido darme una ducha rápida para quitarme el sudor y bajar un poco a la playa para que me dé el aire después de haber pasado todo el día encerrada.

Con el bikini rojo, las chanclas y una camiseta me bajo a la playa, tras pasear un poco por la arena decido sentarme a contemplar las olas debido a la gran fatiga que siento en las piernas. A lo lejos, en el mar puedo ver a un chico haciendo surf o intentándolo ya que las olas aquí no son muy grandes, pero para algo le sirve. De un momento a otro y sin razón aparente me empiezo a fijar en él y no puedo quitar la vista de encima, sus movimientos son ágiles.

Entonces es cuando sale del agua y estaba tan absorta en mis pensamientos que no doy cuenta cuando me saluda. Yo al sentirme estúpida me pongo roja y me da una mano para que me levante.

- Hola, soy Hugo. Y tu... ¿Eres? -El chico es algo más alto que yo, con el pelo claro y los ojos marrones. Se podría decir que es guapo y tiene un cuerpo bastante musculoso, tanto que se le definen a la perfección los abdominales.

- Me llamo Olympia, encantada. Soy nueva en el barrio.

- Como también la más guapa -y ahí es cuando se me acerca me da un beso en la mejilla y se despide de mi con la esperanza de vernos pronto.






Sonrisa diluidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora