Capítulo 11:Un mal presentimiento.

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Estoy en el porche leyendo uno de los libros de moda cuando escucho un grito que proviene de la casa de mis vecinos, me acerco a la valla que nos separa y consigo entender lo que dice la pequeña de la familia entre sollozos.

- Tete háblame, ¿Quién te ha hecho eso? -rompe a llorar- Ayuda, por favor...

Salto la valla con dificultad, aunque solo mide metro y medio, no he abierto la puerta por que... tendría que haber buscado la llave y ya sabes, da pereza.

Llego hasta el lugar en el que se encuentra de rodillas en el suelo la menor de los vecinos, su hermano se está sentado en el suelo del porche completamente ensangrentado y quejándose por el fuerte dolor que siente.

- Por favor Olympia ayúdame, cúralo, por favor... -no logro entender casi nada de lo que me dice la enana.

- Es lo menos que puedo hacer.

Tiene mucha sangre, pero los cortes no son muy profundos y lo demás son morados y sangre de otra persona puesto que en ese lugar la piel está sana. Le limpio la piel con una toalla higiénica y después sano sus heridas con agua oxigenada, cuando ya está completamente a salvo de que alguna de ellas se infecte me quedo mirándole.

Tiene un ojo morado, el labio partido, varios cortes por la cara y las manos, piernas y brazos completamente rasgados. ¿Cómo se puede haber hecho eso?

- Hugo...

- Olympia, lo siento...

- No tienes que disculparte por nada. Todo está bien.

- Te he dejado sola...

- No del todo, me han expulsado una semana y me he tenido que ir. Quien lo siente soy yo, por ser la chica lista que en más problemas se mete, por no estar casi nunca contigo y por no intentar portarme como debería.

- ¿Te han echado?

- Si, pero cuando vuelva pienso centrarme y no hacer más la imbécil porque me estoy jugando mi futuro.

- ¿Y eso que estas tan interesada ahora con tu futuro?

- Es que quiero irme a vivir a Australia para poder ser una empresaria surfista -mi comentario le hace reír y eso es lo que pretendía.

- Seguro que serías una empresaria surfista genial.

En ese momento entra por la puerta la niña con una pequeña bolsa de hielo y maquillaje, me hace indicaciones de que ayude a Hugo a llegar al sofá y lo siente en él. Allí pone la bolsa sobre su morado ojo y lo deja así un rato, cuando lo retira me da un poco de base para que con ella le tape el morado.

Voy a casa para que mis padres no se preocupen demasiado por mí, porque con lo que tiene que venir ya tienen suficiente. Subo a mi cuarto y miro que ponerme que sea cómodo y vaya guapa, me decido por unos vaqueros pitillo de tiro alto y una camiseta ajustada corta que gracias a los pantalones no enseña nada.

Bajo las escaleras y me cojo la mochilita negra que me había dejado en el perchero de la entrada, meto todo lo necesario en él y me dirijo a casa de mi herido favorito.

- Hola, ¿Estas mejor?

- Hola, sí, ya no me duele tanto.

Coge su skate y cierra la puerta, después lo deja en el suelo y me indica que me suba, él se sube detrás de mí y se agarra a mi cintura para que no me caiga. Llegamos al Skate Park, también conocido como polideportivo. Marcos, Alex y Jordi ya están aquí, me fijo en Jordi y en sus múltiples heridas que se dejan ver por brazos, piernas, cuello y cara.

Me parece muy extraño esto, es obvio que se han peleado, pero la razón es todavía más misteriosa. Nadie sabe ni ha visto lo que ha ocurrido, solo lo saben ellos y no hacen como si todo estuviera bien.

- Ven aquí Olympia, te voy a enseñar a patinar.

Me coge de la mano y me lleva a un lugar en el que el suelo esté plano y coge el skate, lo pone delante de mí y me subo. Cuando ya estoy encima bajo un pie y me impulso mientras el skate se mueve conmigo, de momento todo va bien, no voy muy estable, pero no me caigo. Doy la vuelta de forma brusca y vuelvo hacia Hugo demasiado rápido para mi gusto. No quiero decir que me de miedo ir a una alta velocidad, simplemente es porque estoy aprendiendo y no me hace mucha gracia caerme. Llego al lugar donde se encuentra el grupo de chicos y no sé cómo frenar, así que voy a toda velocidad hacia mi magullado novio y sin yo pretenderlo me caigo encima de él haciendo que lo haga también.

Nos miramos a los ojos sin saber que decir y una pequeña sonrisa en la cara, él tiene una pequeña mueca de dolor, pero no se queja porque al fin y al cabo le gusta lo que está pasando. Nos besamos mientras seguimos tumbados en el suelo, termina el beso y me levanto, sé que le estoy haciendo daño y no es porque pese mucho precisamente. Ya de pie estiro una mano para ayudarle a levantarse y en vez de eso tira de mí y caigo de nuevo al suelo, en ese momento me susurra al oído.

- Te voy a comer entera como no te apartes, me da igual quien esté.

- Me da que ahora no, pero pronto. -le digo con total seguridad y una amplia sonrisa que hace que me bese.

De fondo se escuchan los vítores del grupo.

Sigo intentando con el skate y al final de la tarde ya puedo ir en línea recta, girar y frenar sin problemas.

- Caramelito, ¿Tus padres no venían a las 9:30 p.m.? -me dice Hugo. ¿Me ha llamado caramelito? Qué cosa más rara, se tiene que haber dado un buen golpe en la cabeza.

- Si, ahora los llamo para ver qué pasa. ¿Me has llamado caramelito?

- Si, me parece que eres tan dulce como un caramelo, por eso.

- Ella no puede ser dulce si es mi macho pecho peludo -dice Alex. A lo que yo hincho mis mofletes y cruzo los brazos en modo de enfado.

- Y tú eres mi princesa de unicorniolandia.

Cojo el móvil y llamo a mi madre, da cuatro tonos y nadie contesta, cuando estoy a punto de colgar mi madre coge la llamada.

- Mama, ¿Dónde estáis? Habíamos quedado hace diez minutos.

- Olympia habíamos pillado un atasco, pero no te preocupes estamos llegando. Enseguida nos vemos.

- Vale, hasta ahora.

Justo después de despedirme y antes de colgar se escucha un frenazo y un fuerte de golpe, de pronto se pierde la señal.

Sonrisa diluidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora