El Dementor

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A la mañana siguiente, Tom me despertó, sonriendo con su boca desdentada y llevándome una taza de té.

Me vestí , y mientras trataba de convencer a Kook de que volviera a la jaula Ron abrió de golpe la puerta y entró con Harry enfadado.

-Cuanto antes subamos al tren, mejor -dijo-. Por lo menos en Hogwarts puedo
alejarme de Percy. Ahora me acusa de haber manchado de té su foto de Penelope
Clearwater. -Ron hizo una mueca-. Ya sabes, su novia. Ha ocultado la cara bajo el
marco porque su nariz ha quedado manchada...

-Jean y yo tenemos algo que contarte -comenzó Harry, pero lo interrumpieron Fred y
George, que se asomaron a la habitación para felicitar a Ron por haber vuelto a enfadar
a Percy.

Bajamos a desayunar y encontramos al señor Weasley, que leía la primera página de
El Profeta con el entrecejo fruncido, y a la señora Weasley, que hablaba a Ginny y a
Hermione de un filtro amoroso que había hecho de joven. Las tres se reían con risa
floja.

-¿Qué me ibais a contar? -preguntó Ron a Harry y a mi cuando nos sentamos.

-Más tarde -murmure, al mismo tiempo que Percy irrumpía en el comedor.

Con el ajetreo de la partida, tampoco tuve tiempo de hablar con Ron ni con Hermione.

Todos estábamos muy ocupados bajando los baúles por la estrecha escalera del Caldero
Chorreante y apilándolos en la puerta, con Hedwig, Kook y Hermes, la lechuza de Percy,
encaramadas en sus jaulas.

Al lado de los baúles había un pequeño cesto de mimbre que bufaba ruidosamente.

-Vale, Crookshanks -susurró Hermione a través del mimbre-, te dejaré salir en
el tren.

-No lo harás -dijo Ron terminantemente-. ¿Y la pobre Scabbers?

Se señaló el bolsillo del pecho, donde un bulto revelaba que Scabbers estaba allí
acurrucada.

El señor Weasley, que había aguardado fuera a los coches del Ministerio, se asomó
al interior.

-Aquí están -anunció-. Vamos, chicos.

El señor Weasley nos condujo a Harry y a mi a través del corto trecho de acera hasta el
primero de los dos coches antiguos de color verde oscuro, los dos conducidos por brujos
de mirada furtiva con uniforme de terciopelo verde esmeralda.

-Subid -dijo el señor Weasley, mirando a ambos lados de la calle llena degente.
Subimos a la parte trasera del coche, y enseguida nos reunimos con Hermione y Ron, y para disgusto de Ron también Percy.

El viaje hasta King's Cross fue muy tranquilo.

Los coches del Ministerio de Magia parecían bastante normales, aunque vi que podían deslizarse por huecos que no podría haber traspasado el coche de mi padre.

Llegamos a King's Cross con veinte minutos de adelanto; los conductores del Ministerio nos consiguieron carritos, descargaron los baúles, saludaron al señor Weasley y se alejaron, poniéndose, sin que se supiera cómo, en cabeza de una hilera de coches parados en el semáforo.

El señor Weasley se mantuvo muy pegado a Harry y a mi durante todo el camino de la
estación.

-Bien, pues -propuso mirándolos a todos-. Como somos muchos, vamos a
entrar en grupos. Yo pasaré primero con Harry y Jean.

El señor Weasley fue hacia la barrera que había entre los andenes nueve y diez,
empujando el carrito de Harry con una mano y el mío con la otra y, según parecía, muy interesado por el Intercity 125 que acababa de entrar por la vía 9.

JEAN DEKKER //3//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora