La Saeta de Fuego y la Hydra

16 0 0
                                    


No sabía muy bien cómo nos las habíamos apañado para regresar al sótano de
Honeydukes, atravesar el pasadizo y entrar en el castillo.

Lo único que sabía era que el viaje de vuelta parecía no parecía haberme costado apenas tiempo y que no me daba cuenta de lo que hacía, porque en mi cabeza aún resonaban las frases de la conversación que acababa de oír.

¿Por qué nadie me había explicado nada de aquello? Dumbledore, Hagrid, el señor
Weasley, Cornelius Fudge y mi padre...

¿Por qué nadie me había explicado nunca que tenia un hermano que había muerto por intentarme proteger?

Ron y Hermione nos observaron intranquilos a Harry y a mi durante toda la cena, sin atreverse
a decir nada sobre lo que habíamos oído, porque Percy estaba sentado cerca.

Cuando subimos a la sala común atestada de gente, descubrimos que Fred y George, en un
arrebato de alegría motivado por las inminentes vacaciones de Navidad, habían lanzado media docena de bombas fétidas.

Como, no quería que Fred y George me
preguntaran si había ido o no a Hogsmeade, me fui a hurtadillas hasta el dormitorio
vacío y abrí el armario.

Eche todos los libros a un lado y rápidamente encontré lo que buscaba:
Debajo del libro de la familia Dekker que ahora ni quería verlo ni abrirlo, por la rabia que sentía hacia mi familia por no haberme contado aquello, había un álbum de fotos.

Un álbum de encuadernación dorada el qual tenía fotos mias desde mi nacimiento hacia ahora.

Las fotos no se movían ya que mis padres eran muggles, pero fui pasando y pasando y encontré la que había estado buscando.

Una foto de mis padres sonriendo, mi padre, John Dekker sostenía a un bebé recién nacido entre brazos, a su lado una chica rubia con una melena larga y muy hermosa estaba cogiendo de la mano al bebé y sonriendo a mi padre.

Helen Hil, la madrina. nunca le había prestado atención.

Al lado de mi madre, un chico de unos doce años de edad estaba sonriente mirando hacia mi.

Paul, también era rubio como la mayoría de mi familia y tenía los ojos azules como mi madre, al contrario que yo el se precia a mi madre.

Volví a mirar a Helen.

Si no hubiera sabido que era la misma persona no habría reconocido a Hil en
aquella vieja fotografía.

Su rostro no estaba hundido y amarillento como la cera, sino que era muy hermoso y estaba lleno de alegría. ¿Trabajaría ya para Voldemort cuando sacaron aquella foto?

¿Se daba cuenta de que tendría que pasar doce años en Azkaban, doce años que la dejarían irreconocible?

Cerré de golpe el álbum y volví a guardarlo en el armario.

Me quite la túnica y me metí en la cama, asegurándome de que las cortinas me ocultaban de la vista.

Se abrió la puerta del dormitorio.

-¿Jean? -preguntó la dubitativa voz de Hermione.

Pero me quede quieta, simulando que dormía.

Oi a Hermione que salía de nuevo y me di la vuelta para ponerme boca arriba, con los ojos muy abiertos.

Sentí correr a través de mis venas, como veneno, un odio que nunca había conocido.

Podía ver a Hil riéndose de mi en la oscuridad, como si tuviera pegada a los ojos la foto del álbum.

JEAN DEKKER //3//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora