En poco tiempo Tatiana se dio cuenta de que Sir Gillian no sólo era guapo, también era amable. Esa misma mañana la montó sobre su caballo y la llevó al pueblo para rentar un cuarto en una bonita posada. Sin el pañuelo, todos los campesinos la miraron asombrados y muchos se apiñaron alrededor de los guardias al verla pasar.
—Disculpe, Sir—le habló el posadero, cuando les entregaba la llave—, esta damita, ¿es acaso familiar del Emperador?
—Me temo que no puedo dar una respuesta ahora— en vez de jactarse él respondió con suavidad.
Como todo un caballero la escoltó a su cuarto, un hermoso espacio en la segunda planta con una cama enorme, muy distinta al cachivache de madera podrida que su madre y ella tenían en la cabaña. Había tapiz, muebles bonitos forrados con tela alcochada y ¡oh! ¡La cama tenía las sabanas más suaves que recordaba! ¡Qué delicia!
Taña estaba deleitándose con las sabanas cuando Sir Gillian carraspeó.
—¡Ah! Lo siento—ella se sentó sobre la cama y él rió.
—No, disfrute su estadía. Sólo quiero preguntarle si desea que su madre sea enterrada aquí, o prefiere conocer qué es lo que prefiere Su Majestad, el Emperador.
De repente, toda la alegría por la habitación y su repentina salvación se esfumaron. Casi se había olvidado de su pobre madre, que con tanto esfuerzo la había criado todos esos años. Estaba aún en aquella cabaña, muerta y sola, mientras ella disfrutaba de una suave cama.
—Háganlo aquí, no creo que le interese al Emperador, y a mi madre no le agradaba mucho estar cerca de él. Así que supongo que es lo mejor.
Respetando su decisión Sir Gillian asintió y se inclinó para despedirse.
—Por favor, descanse. Le traerán comida pronto, yo enviaré una carta a la capital a Sir Lobein, el escolta del Emperador y una vez notificado veremos cómo proceder.
Taña asintió, y Sir Gillian se retiró.
Tenía sueño, por supuesto, había pasado toda una madrugada cuidando a su madre, pero el sueño se le había pasado de repente. Se levantó de la cama y dejó su bolso allí. A comparación de la pequeña cabaña, la habitación era enorme, tenía una cómoda, un tocador y hasta un balcón.
¡También tenía alfombra! Descubrió, al sacarse las botas y caminar sin ellas. En la cabaña solo había tenido madera vieja y húmeda que congelaba sus pies descalzos. ¡Qué bien se sentía una superficie suave bajo sus pies desnudos!
Paseó por el lugar, viendo los cuadros en las paredes, eran todos pequeños paisajes del campo, y las paredes tenían tapiz de flores. Después de cinco años viviendo en la miseria, Tatiana se sentía en un palacio.
Cuando llegó al tocador, se sentó y se miró al espejo, una niñita delgadísima de tristes ojos azul enjoyado le devolvió la mirada, estaba pálida, con sucio en las mejillas y con el cabello cobrizo rizado por el viento.
No lucía como una princesa.
Antes no le importaba, sus manos estaban curtidas y sus pies maltratados, pero eso nunca habían sido importante para una joven campesina.
Sin embargo, ahora debería ser una princesa y ganarse el cariño de Claude. Athy y Nette habían sido niñas encantadoras, criadas desde el principio como adecuadas damas de la corte y solo con suerte lograron conquistar a su padre. ¿Qué le garantizaba a ella que con esa apariencia y malos modales podría siquiera ser aceptada por Claude?
¡Qué difícil! ¿Por qué había deseado arreglar la vida de esas niñas? Hubiese tomado otro autobús y hubiese llegado feliz a casa, la rabia se le hubiera pasado y para aquellos tiempos estaría graduada, casada y con hijos.
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¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?
FanfictionObsesionada con la historia de "Who made me a princess?" Sarah se encuentra con un insatisfactorio final feliz en el que, técnicamente, no todos terminan felices. ¿Por qué Jennette sólo se vuelve una inútil antagonista? ¡Eso no es justo! ¡Ambas s...