Luego de una semana atendiendo los cambios por la entrada de Jennette al palacio, Tatiana pudo tener algo de tiempo libre en su salón de música. Antes, en su vida pasada, había amado la idea de tocar piano y como Tatiana se había convertido en una experta.
Claro, nada como Jennette, la pequeña sólo tenía tres años pero ya conocía partituras complejas, la limitaban sus diminutas manos, pero era limpia en la composición y muy certera al tocar.
Ni hablar del canto, entonaba mucho mejor de lo que Athanasia y ella podrían.
¿Eran acaso todas las hijas de Claude tan inteligentes o la educación en Obelia era tan avanzada que sacaba lo mejor de ellas? ¡Tenían sólo tres y ocho años! Como Sarah, a los tres no se sabía ni las vocales y a los ocho apenas leía con esfuerzo, ahora estudiaba libros de filosofía y sus hermanitas reglas de etiqueta y complejas artes del imperio.
Fuera lo uno o lo otro, Claude no tardó en darle su propio salón de música a Jennette, para complacer su gusto por la música. Ni Tatiana ni Athanasia pudieron estar celosas, cada una tenía su propio jardín, un salón de actividades privadas, un salón de té y un cuarto de muñecas.
Era así como Claude expresaba su cariño, había descubierto Tatiana.
Ya muchas veces tuvo que convencerlo de no darle regalos extravagantes a Athanasia, ¡Esa niña iba a terminar podrida por tanta complacencia! ¿Cómo se suponía que una estatua de chocolate anatoliano a tamaño real siquiera era un punto que discutir?
Para Claude no había límites, tampoco para Athanasia... y Jennette se estaba uniendo lentamente a la contienda, con sus cien nuevos vestidos y cincuenta muñecas a tamaño real.
No podía con ellos.
Pero, sola en su salón de música, al fin Tatiana tenía un poco de tiempo para ella.
Finalmente tranquila, llenó el salón con una dulce melodía, hasta que un impulso le instó a parar.
Lado oeste, pasillo a la derecha, habitación de pomo azul.
¿Uh? ¿Era eso una pista?
Olya. Asuntos inconclusos. Olya. Susurraron las voces.
Ah, al parecer había estado tan ocupada instalando a Jennette que no se había dado cuenta de que esas voces seguían allí.
Sin complicarse mucho, Tatiana se levantó del piano y siguió las indicaciones, al ala oeste, por el pasillo a la derecha y allí estaba, una habitación con el pomo azul.
Cuando tocó el pomo, él vibró bajó su mano, pero no abrió.
Estaba hechizado.
—Félix, ¿por qué está hechizada esta puerta?—preguntó a la nada, Félix, que la había estado siguiéndole creyendo no haber sido notado, suspiró.
—Creí que no reparó en mí. Pudo ahorrarme la pena y simplemente decirlo—él sonrió, acercándose a ella.
—Fue divertido sentir a Félix escabullirse.
Él lució tan apenado.
—Al parecer la Princesa es igual a su padre en ese aspecto. ¿Le gusta ver a otros hacer el ridículo?
—Le responderé a Félix si él me responde por qué está cerrada la puerta con magia Imperial.
La sonrisa del caballero cayó.
—Princesa—suspiró—, hay cosas que no puedo decir.
Tatiana frunció los labios por respuesta.
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¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?
FanfictionObsesionada con la historia de "Who made me a princess?" Sarah se encuentra con un insatisfactorio final feliz en el que, técnicamente, no todos terminan felices. ¿Por qué Jennette sólo se vuelve una inútil antagonista? ¡Eso no es justo! ¡Ambas s...