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No hay nada mejor que un sábado, dormía muy cómoda cuando unos toques en la puerta me despertaron molesta me levanté.
No suelo ser de esas personas que se ponen de buen humor por que los levanten, así que mal humorada me dirigí a la puerta, quien quiera que fuera le iba a decir hasta de lo que se iba a morir.
Aina se quedó a dormir conmigo ella a diferencia de mi es de las personas que cuando se duerme entra en estado de coma, podría ocurrir un terremoto y ella sigue tranquila durmiendo plácidamente. 

Cuándo abrí la puerta vi a Abdel.
JODER, me encuentro en mis peores fachas, no mejor dicho ¡estoy en bata! Hasta mi mal humor se fue para pasar a la vergüenza. De seguro me veo horrenda con los ojos hinchados y toda despeinada, ay no ¿por qué me pasa esto a mi?

—Buenos días —me regaló una sonrisa encantadora.

—Buenos —me límite a decir molesta al recordar lo que pasó y también por la vergüenza que siento.

—Lamento despertarte —dijo extrañado al ver que no le devolví la sonrisa o hice algo más.

—No te preocupes —sonreí a medias, aunque por su expresión estoy segura que salió una mueca.

—Quiero saber como estás, no te he visto últimamente —bajo la mirada al piso su cara refleja tristeza, que buen actor es. En otros momentos me hubiera dejado engañar, ahora no es así.

—Estoy bien gracias —seguí con el semblante serio hasta que vi que traía algo, no me había dado cuenta de que en sus manos tenía una bolsa.

—Traje café y donas para que desayunemos juntos —habló al notar que mire la bolsa.

—Claro adelante, pasa —indiqué mientras me hacia un lado—. Ahora vuelvo espérame 5 minutos —hablé haciendo movimientos raros con mis manos.

—Por supuesto — sonrió de nuevo. Bien aquí vamos de nuevo cayendo en él. Mrs pendeja me dicen.

Fui corriendo al baño para poder asearme, había intentando despertar a Aina pero ni se movía, lo único que hizo fue lanzarme un gas. ¡Asco!
Mejor la dejé dormir ya se lo devolvería luego. Mejor fui con mi gran amor doloroso.

—¿Por qué no nos hemos visto? —preguntó mientras busco platos para poner las donas. Trato de hacer el menos contacto visual posible.

—He estado ocupada, ya sabes mucho trabajo —puse los platos sobre la mesa. El está enfrente de mi, me sigue con la mirada y eso hace que me ponga incómoda.

—Fue muy raro no verte, irme al trabajo solo, comprar café solo, no sé me acostumbre a tu compañía —le dio un sorbo a su café sin dejar de mirarme. Se me hizo un nudo en la garganta.

—¿En serio? —fingí estar desinteresada cuando la realidad es que mi corazón se saldría por mi boca de lo rápido que late.
Me cae mal por que él podía controlar mis emociones en cuestión de segundos.

—Si, te extrañe —quise, realmente quise no sentir nada por sus palabras pero fue imposible. No pude aguantar más, lo había extrañado demasiado y tenerlo ahí no ayudo en nada a mi mente y corazón así que me levanté de mi asiento y fui al suyo para besarlo con ganas.

El beso no fue como los anteriores, fue algo brusco, descargue en el beso todas mis emociones. Me encanto la manera en que dirige el beso, todo en él me encanta, me enloquece, me fascina.

—Yo también te extrañe —susurre cuando nos separamos. Lo iba a volver a besarlo.

—Vaya que manera de empezar la mañana —grito Aina sonriendo coqueta.  

Ay no, justo en este momento tenía que despertar y aparecer. ¿No pudo quedarse en cama un rato más?

—Uhm, no, ¿que tú no estabas durmiendo? —dije nolesta mientras me bajaba del regazo de Abdel. No tengo ni idea de en qué momento termine sentada arriba de él.

—Lo sentimos mucho, no sabía que estabas aquí —habló Abdel rascándose la nuca, eso hizo que se viera adorable. Sus labios están hinchados y sus mejillas sonrojadas. Ay, me gustas...

—Ay no te preocupes hombre, ni que hubieran tenido sexo —soltó como si nada. Abrí muchos los ojos por lo que dijo, que vergüenza.

—¡Aina! —la fulmine con la mirada lo que hizo que suelte una enorme carcajada.

—Hay ya, solo era una broma —movio su mano en seña de que no tiene importancia lo que dijo—. ¡Uy donas! —sus ojos brillaron al ver las donas en los platos.

—Bueno las dejo que tengan linda mañana —Abdel se levantó de la silla—. Nos vemos —susurro cuando se paro enfrente de mi. Dejó un pequeño beso en mi cabeza como despedida.

—¡Amigaaaa! —grito mi amiga molesta cuando él salio por la puerta—. Es que en pendejes te acabas de meter —sobo su frente para calmarse—. Nadie te gana de verdad, todavía ayer le estabas llorando y hoy casi se acuestan.

—Claro que no, cállate —siento mi cara arder lo más probable que tenga toda la cara roja, pura tontera dice esa mensa.

—No quiero pelear contigo solo quiero comer tranquila así que lo dejaré hasta aquí —se sentó en mi lugar para empezar a beber mi café.

—Ni digas nada que me la debes. ¡Lanzaste un gas cuando estaba durmiendo! —reproche cuando se me acordó lo que hizo. ¡Apesto todo el cuarto!

—¿Quien dijo que estaba durmiendo? —dijo empezando a reír como una loca.

¡Pendeja!

—¡Ainaaaaa! —grite molesta, ella salió corriendo mientras yo la perseguía como niñas pequeñas.

Estuve toda la mañana jugando con ella hasta que uno de sus novios le dijo que iba a ir a verla a su casa por lo que se tuvo que ir, digo uno porque tiene muchos, aunque en sí novios no son solo se acuesta con ellos.

***

Tiene rato que se fue Aina ya hasta la noche entró por lo que lo único que me quedó por hacer es ver televisión, no me gusta ver mucha televisión pero la película me atrapó es una de terror, estoy tan concentrada que no escuche que mi celular sonó, hasta que en un momento de suspenso donde la película estuve en silencio fue que lo escuché. Corrí a buscarlo porque me entró el pensamiento de que algo le había pasado a mamá ya que es raro que alguien me llame a estás horas.
Solté un suspiro de alivio al ver que es Abdel.

—Hola —respondí con una sonrisa boba.

—¿Puedo ir a tu casa a cenar? —noté cierta duda en su voz.

—Sabes que si, tonto —solté una risita.

—Perfecto —se emocionó —. Estaré allí a las 9 —bueno si me da tiempo de arreglarme.

—Solo que tendremos que pedir comida por que no sé cocinar —admití con vergüenza.

—No te preocupes por ello —se quedó callado unos segundos—. ¿Te gusta la comida china? —¿qué si me gusta? ¡Me encanta!

—Me fascina —tiene rato que no como comida china, ya estoy ansiosa por comer.

—Bien estaré ahí con comida china, nos vemos —volvió a colgar sin dejarme hablar. Supongo que a éstas alturas ya me acostumbre.

Genial, ayer estaba llorando por él y ahora vendrá a mi casa a cenar conmigo, estoy perdiendo la cabeza por él. Pero me gusta que fuera así.
Corrección... Ya perdí la cabeza por él.

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