Perdida | 1

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—No estoy de acuerdo en que siempre que trato de ayudarte me alejes

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—No estoy de acuerdo en que siempre que trato de ayudarte me alejes. Estoy totalmente en contra, es obvio, yo sé que lo sabes, y además es muy frustrante que me des la espalda porque no sólo me lo haces a mi— Sai observaba a Sakura marcharse en frente de el —¡Te lo haces a ti misma!— gritó duramente.

Ante esto, la ojijade sólo bajo la cabeza, observando la humedad en el suelo que había provocado la llovizna de aquel frívolo día. Sin embargo, aquella frivolidad no era nada para ella, porque ya estaba terriblemente acostumbrada a cosas peores. Siguió caminando por las calles de asfalto, en busca de su dulce hogar sin una pizca de anhelo por entrar y abandonar aquel frío que le brindaba el clima. La pelirosa estaba segura de que prefería aquel frío, mil veces antes que estar dentro de su casa.

Lágrimas espesas comenzaron a caer de sus ojos, confundiendo aquellas calientes gotas con las heladas de la lluvia. Su corazón se estrujaba dolorosamente a cada paso que daba, alejándose del pelinegro que sólo quería ayudarla a salir de aquel infierno.

Pero no era su culpa, y es que Sakura no quería meter a Sai en sus problemas personales. No quería arrastrarlo junto a ella, en aquel poso sin fondo en el que ella se vio metida hacia unos años sin siquiera quererlo. No quería que intentaa salvarla tal y como el quería hacerlo. Ella solo quería que el estuviera bien y siguiera siendo su amigo, pero sin meterse en lo que ocurría de las puertas hacia dentro.

A lo lejos, divisó con su poca vista la casa de paredes blancas que se hacia llamar su hogar. Dejo un suspiró escapar de sus labios, y aceleró el paso.

Siempre había odiado las tormentas por los horribles recuerdos que le traían, las gotas de lluvia le hacían recordar a las lágrimas de su madre, y los truenos le hacían recordar a los gritos de su padre. Aquellos gritos que todos los días seguía soportando, sin poder hacer nada al respecto.

Sus pasos resonaron por el camino empedrado que yacía en la entrada a su casa. Soltó un nuevo resoplido, y tomó aire profundamente para brindarse compasión a si misma, tratando de tomar el suficiente valor para cuando su diestra se alzó dando tres golpes en la puerta de metal, cubierta por una capa de pintura celeste.

Su oído captó el sonido de las fuertes pisadas, tan conocidas para la ojijade. Poniéndose nerviosa en su lugar, se acomodó la correa de su mochila con su mano izquierda y con la otra colocó un mechón de cabello detrás de su oreja. La puerta se abrió, dejando ver la imponente y enorme figura de aquel hombre que tanto miedo le daba, tragó en seco mientras observaba los oscuros ojos de su padre, que la observaban de pies a cabeza con la mandíbula apretada. Un escalofrío corrió por la columna vertebral de la ojijade.

—¿Por qué demonios tardaste tanto en llegar?

Tomo a la pelirosa del antebrazo, apretando este y haciéndola entrar a la casa de un fuerte tiró  para seguidamente cerrar la puerta de un portaso y volver a observala furioso.

—¡Habla!— ordenó presionando más el agarre.

El dolor hizo sentir a Sakura palpitar la piel justo en la parte donde estaban apretandola, miro en aquella dirección con los ojos ya cristalizados por el montón de lágrimas que se acumulaban en estos. Con pesar intentó nivelar su respiración lo mejor que pudo para enfrentarlo.

—Un amigo— explicó tratando de no vasilar —Vinimos caminando y nos distrajimos un poco— trato de apaciguar la ira de su padre —Me olvidé de apurar el paso.

Si el ceño del hombre ya estaba fruncido antes, entonces ya no encontraba una palabra para denominar la expresión que el rostro que su padre adoptó cuando la escuchó hablar. Nuevamente, el mayor volvió a tirar del delgado brazo de la pelirosa, arrastrandola por la casa hasta tirarla en el suelo, en el medio de la sala de estar. El corazón de la ojijade comenzó a latir a mil por segundo, cuando observo la figura de su padre acercarse hacia su rostro.

La enorme y descuidado mano del hombre se estampó en una sonora cachetada, dejando la marca de sus dedos en un tono rojizo, como prueba de aquel acto tan despiadado. Sakura no pudo esperar ni un segundo más, simplemente no aguanto y las lágrimas comenzaron a salir solas de sus ojos, en medio de sollozos que trataba de silenciar mordiendose el labio.

—¡Tu único amigo soy yo!— escupió duramente —¡No quiero que te andes juntado con esa clase de gente!

Seguido de esto, propinó una nueva cachetada en la delicada y blanquecina piel de la pelirosa, provocando que sus llantos fueran más fuertes y tormentosos para ella misma. Sakura sentía como su corazón se estrujaba dolorosamente, sintiéndose impotente por ser tan débil y no poder defenderse, sintiéndose una idiota por no decir nada para defender a su amigo de las sucias y erróneas palabras de su padre.

Porque Sai no era un mal chico, era todo lo contrario. Era el único que estaba con ella y no se le alejaba por el simple hecho de parecer una friki. No pudo evitar mirar a su padre y sentir repulsión por aquel rostro al que nadie le gustaría describir; lleno de cicatrices y cubierto por una piel seca y casi siempre sucia. Mientras lo observaba, la imagen de Sai apareció en su mente, con su bonita y extraña sonrisa que siempre mejoraba sus días. Y no pudo evitar, notar lo distinto y contrario que era a su padre, siendo él alguien con un corazón hermoso, totalmente contrario al humano roto que era su padre.

—Lo siento— se disculpó con angustia y presionando los ojos con fuerza, como si aquel acto la salvaría de que aquel hombre siguiera golpeandola.

—Lo siento lo siento— repitió la áspera voz, levantándose del suelo para proporcionarle una patada en el costado de su estómago.

La ojijade soltó un sonoro chillido de dolor, mientras guiaba sus manos a aquel lugar para apaciguarlo.

—Siempre te disculpas— escupió con asco —pero apuesto a que nunca aprendes.

Los ojos jade se abrieron como platos cuando vio a su padre rebuscar entre los cajones de unos de los muebles de la sala. El miedo la embargo con fuerza, y su cabeza le grito que se levantará de allí y saliera corriendo a esconderse en donde sea, que luchará por su bien estar. Pero el miedo que sentía era demasiado fuerte como para salir de la parálisis y moverse.

Las lágrimas salieron como poderosas olas de sus ojos, cuando diviso aquella prenda de cuero a la que tanto odiaba, sobre las manos de su padre.

Sentía que su corazón en cualquier momento se saldría de su pecho, y que por más que siguiera llorando como una loca, jamás podría descargar ni un cuarto del dolor que sentía en su corazón.

Su corazón dolía muchísimo, tanto que nisiquiera el dolor físico del cuero golpearse contra su piel, dejando rasgaduras ardientes sobre esta, se asemejaba a su nivel.

En ningún momento se atrevió a abrir los ojos, y enrealidad ni siquiera tenía pensado hacerlo.

Simplemente los presionaba con demasiada fuerza, mediante deseaba profundamente que todo fuera un mal sueño, rezando a todas las deidades que conocía porque la tortura terminara pronto.

Pero sin ser escuchada por nadie.

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Perdida - Sasusaku | AUSoulmate | [Libro 1: ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora